Océano || Shura x Aioria

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Sinopsis: Separados por la muerte. Unidos por la infelicidad. Shura y Aioria pertenecen a mundos distintos: mientras uno es repudiado por la sangre que corre en sus venas, el otro es reverenciado por la sangre que derramó. Aún así, entre más intenten separarse, más fuertes se hacen los lazos que los unen. Condenándoles a ahogarse en un mismo océano.

N/A: El maravilloso dibujo que ven en vista previa fue hecho por _alpheratz_ (Instagram) no duden en ir a su página y seguirle <3

Shura tenía diez años y ocho meses cuando le ordenaron matar a Aioros. Le temblaba la mano al soltar su Excalibur y se cayó durante la persecución. La armadura le quedaba holgada en la cintura. Las rodilleras no le ajustaban bien. El casco se le deslizaba por la izquierda y le obstruía la visión. Aún así, él fue el elegido.

Llegó al Santuario al cumplir nueve. No sabía hablar griego correctamente. Las palabras tiritaban al pronunciarlas. El alfabeto lo mareaba. Esas eran bolas atravesadas por rayas. Las tildes la llevaban las vocales, no la n. La conjugación de los verbos se le hacía extraña. Siempre fueron su mayor enemigo, incluso a los veintitrés años lo confundían. Y ni qué hablar de la diglosía: odiaba que existieran dos términos para denominar un mismo concepto. «Es porque el pueblo habla el dimotiki y los intelectuales el katharévousa.» le dijo Saga un día de verano.  Hace ya muchos años para saber con exactitud cuántos. «Siempre hay una brecha enorme entre los eruditos y la muchedumbre.»

Shura lo sabía porque alguna vez fue parte del pueblo. De esa masa desinformada llena de supersticiones. De esa que a los perros cuelga limón en pabilo al estornudar. De esa que toca madera al pensar en el infortunio. Pero se había vuelto racional y civilizado. Durmió a su lado que era más mono que hombre. Se leyó a Cicerón y los diálogos de Sócrates. Y así usó los métodos de convencimiento para ejercer política. Y así tuvo voz en la esfera de poder. Y así ejerció burocracia en vez de vivirla. Y así se volvió fuerte y pisó a los débiles. Y así dictó qué era justicia.

Mas no siempre había sido de esa forma. Una vez fue un niño que vomitó cuando estuvo lleno de sangre. Una vez no pudo dormir por el odio en los ojos azules verdosos de Aioria, que lo condenaron a nunca disfrutar de una noche de buen sueño. Una vez se mojó los pantalones frente a Saga, quien lo observaba con inusual pena en esa mirada prepotente y rojiza.

A veces pensaba en el cuatro de septiembre de 1972, cuando Afrodita apareció fresco como el rocío de sus rosas en la entrada de Capricornio. «El Patriarca solicita tu presencia.» No había peor anuncio en ese tiempo; su Santidad nunca llamaba a nadie y si lo hacía, era porque estabas en problemas. Shura apenas pudo caminar. No le gustaba ser regañado. Ese era el trabajo de Milo o DeathMask, quienes no duraban ni una semana sin hacer una travesura. Él era un chico centrado, un muchacho que se ceñía a las reglas, que le gustaba la estructura. El orden.

Saga lo sabía. Por eso lo eligió como el asesino de Aioros. En ese tiempo, Shura era parte del rebaño que no cuestionaba lo que se le era pedido y su peor pecado era no obedecer. No había leído a Cicerón ni a Descartes. No sabía nada del "pienso luego existo". Desconocía la importancia del juicio crítico. De preguntarse por qué. Se reprochaba haber accedido tan fácilmente a la petición, pero luego se consolaba con que tenía diez años y ocho meses. A esa edad los niños juegan en las calles y se enamoran por primera vez. No usan armaduras de oro, no custodian un templo, no saben que sus vidas serán sacrificadas para el bienestar de la humanidad, no son mandados a matar.

Saga era un rascacielos sentado en el lugar del hombre más poderoso que conocía. No le preguntó qué le pasó al otro Patriarca. Quién era para cuestionar. Se arrodilló y miró a la alfombra roja. Pronunció las palabras ceremoniales, esperó ser despachado con su encargo. Saga no se demoró en explicar qué quería de él: la vida de Aioros.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora