Marioneta || Hades x Poseidón

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Sinopsis: Los hábitos siempre son más fuertes.

—Luces extrañamente tenso.

Poseidón pasó saliva. No recordaba la última vez que había poseído un cuerpo. Sentía que sus movimientos eran torpes y aletargados. Con toda honestidad, esperaba que su acompañante no se diera cuenta. Sin embargo, desde la cabecera de la larga mesa, Hades lo observaba con una sonrisa pequeña. Quería continuar con su compostura. Actuar con la dignidad de un dios, pero cada vez se hacía más difícil.

—No estoy acostumbrado a tales tratos —respondió. No obstante, le hubiese gustado sonar más seguro—. Nada más sucede.

Hades enarcó una ceja.

—¿A los de un dios? Por favor. Si desde antes de que ocuparas ese cuerpo, vivías siendo idolatrado.

—No es lo mismo.

Giudecca volvió a carecer de sonido. Los lamentos de los prisioneros no llegaban hasta allí. Y si lo hubiesen hecho, Poseidón no habría sabido qué hacer. Era cierto que nunca fue el ejemplo de misericordia. Sin embargo, tales castigos lo incomodaban: los avaros siendo meras presas de Cerbero, los mezquinos empujando piedras tan grandes como sus pecados, los desobedientes a los dioses ardiendo en sus tumbas, los blasfemos sufriendo en un eterno infierno de hielo.

Suspiró. Su comida seguía intacta. Como dios, nunca había sabido lo que era el hambre. No obstante, si quería que el cuerpo de Julián no se debilitara, debía cuidarlo. La carne continuaba sin tocar. Se la sirvieron a la inglesa. Crujiente por fuera, pero cruda y fría por dentro.

Al pincharla, rápidamente salía la sangre.

Hades no tenía plato y se limitaba a verlo comer. De repente, dijo:

—Tal vez algo de música podría relajarte. Llamaría a Pharaoh, pero acabaron con él los insolentes santos de Athena o a Orfeo, pero Radamanthys ya le dio muerte.

Poseidón suspiró.

—¿Un traidor?

—Como todos.

Sonrió. Al instante, pensó en el dragón marino.

—Dímelo a mí.

Hades se quedó callado por un par de segundos, pero al instante, preguntó:

—¿Cómo fue tu relación con el ejército de Athena? ¿Acaso tan deteriorada como la mía?

Su interés no pasó desapercibido. Aunque le pareció extraño que fuese tan directo. Estos últimos cinco años habían sido de paz, pero no le impresionaría si su hermano mayor quisiese volver a la guerra. A pesar de su exterior tan calmado, siempre había sido volátil.

—Estamos estrechando nuestras relaciones cada vez más.

—¿Incluso con Saori?

—Sí. —La mención lo impresionó. No veía como eso concernía a Hades. Aunque tuvo una idea de lo que pretendía. Seguro iba a tratar de convencerlo de forjar alguna alianza—. Ella también.

—Qué molesta niña.

—Es... distinta.

Hades se quedó viendo a un punto de su enorme sala. Era un ambiente extraño. No había nadie más excepto ellos dos. Pandora se retiró tan pronto los sirvientes trajeron el banquete. Sorrento se había quedado en la tercera esfera, la del espectro Minos de Griffo. Al pensar en su guerrero, sintió algo extraño invadirlo. Parecido a la culpa. Sabía que volviéndose a apoderar del cuerpo de Julián interrumpió lo que esos dos se traían entre manos. El heredero de los Solo y el marino de Sirena estaban enamorados. No era ningún secreto como tampoco lo era esa compañía excesiva de Sorrento o las miradas que le lanzaba. Ansiosas, esperando que volviera a dejar a Julián libre.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora