Carta de amor del monstruo || Saga x Afrodita

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Sinopsis: ¿Qué es lo que queda después del dolor?

Advertencia: Este relato toca temas como violencia física y sexual, aunque no en gran detalle. Se recomienda discreción.

El esmoquín negro combinaba con tu piel blanca. Tus ojos, grandes y claros, que alguna vez me regalaron las miradas más largas, brillaban con misterio bajo tus cortas pestañas. Supongo que fue la impresión de verte. La dura bofetada de tu belleza. Oh Dios, ayúdame. Siento que con una mirada ya empiezo a quererlo.

Te encontrabas agachado hacia la fuente, mojando tu rostro. Mátame como tú quieras. Mátame. Mátame. Una vida en la que no me quieras no es vida. Una vida en donde no te tenga cerca no es vida. Una vida en donde no me sostengas no es vida. Me quedé sin aire al verte. Se formó la más profunda de las depresiones en mi pecho. Mátame. Mátame. La gente me mira asustada. ¿Me estoy convirtiendo en el monstruo que siempre he sido? Ese que te profana al coger tu mano. Ese que te espía, que te sueña, que te dibuja con sus versos. Ese monstruo que te has negado a ver en mí.

Eres mi amigo, pero mientras te veo en un mundo que no tiene rostros, ya no eres tanto mi amigo. Eres un deseo que me carcome. Eres las lágrimas con las que peleo. Eres la razón de tal ansiedad que quema mi cuerpo. Eres mi amigo, pero mientras piensas que cuando te veo, observo aprecio, yo veo perfección. Mis palabras me traicionan: no les hagas caso. Puede que no lo parezca, pero uso las máscaras más elaboradas para que no veas la simple verdad.

Yo no soy tu amigo.

Yo soy un monstruo que en la oscuridad te espera.

Saga paró de leer. En el lugar en el que se hallaba, nadie hacía ruido excepto su cabeza. Su incesante y bulliciosa cabeza. Con algo que acotar. Con algo que maquinar. Con algo que siempre inquietarlo. Sin embargo, ese día estaba más ruidosa de lo normal. Tanto así que tuvo que enfocarse completamente en lo que decía. Absorbiéndolo.

Hablaba en murmullos y a veces en gritos. Tocando temas tan maravillosos como horrendos. Antes, solía pensar que dos entidades habitaban en ella. Saga intentaba callarlas, pero no podía. Se hacían fuertes alimentándose de su terror. Se hacían invencibles.

Él trató de cerrar los ojos. No podía sacar de su mente la carta que había escrito. No podía olvidarse de ninguna de sus líneas. Repetía las palabras una y otra y otra vez, como en un eterno rezo.

Nada hubiese sido capaz de devolverlo a la realidad, excepto ese peso en su pecho. Confundido, descendió la mirada. Al encontrarse con unos cabellos celestes y el intenso olor a rosas, se tensó de inmediato.

¿Qué hacía Afrodita sobre su torso desnudo?

Pudo percibir la suavidad de su piel. Los vellos erizados que dejaban a su paso. Los lunares a lo largo de la espalda, que no tenía duda que formaban constelaciones. Ese aroma primaveral que jugaba con la nariz de todos los que pasaban a su lado y tantas noches le quitó el sueño. Su cuerpo estaba tan tenso que pudo haberse venido abajo. Oh, cómo quería aspirar sus cabellos. La perfecta coronilla celeste que lo invitaba. Lo tentaba. Le prometía que olería tal cómo lo había imaginado.

Apenas lo sentirá, pensó, será tan rápido que ni siquiera lo notará.

Y el viaje hacia su cabeza fue lento. Tortuoso. Los centímetros, antes pocos, se le hicieron eternos. Pero no tenía forma de explicar cómo fue aspirar el olor de las rosas. El veneno y elixir en ellas.

Saga sintió que el cielo debía oler de esa manera.

Debía oler a Afrodita.

Le costaba detenerse. Entre más aspiraba, más dependiente se volvía. Entre más se acercaba, más quería que se le permitiese estar con él. Ya no quería imaginar la vida sin la suavidad de sus palabras, de sus labios, de su piel. Sin su figura que cabía tan bien entre su pecho y sus brazos.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora