Sinopsis: Alguna vez Saga y Kanon fueron sólo uno y llevaron el mismo nombre.
Kanon no era un hijo deseado. Eso es lo que le dijeron. ¿Para qué naciste, Kanon? Un guerrero de Géminis es suficiente. Si hubieses nacido antes hubieras portado la armadura y si hubieses nacido después hubieras sido libre. Pero naciste con Saga. Ese es tu pecado. En vez de dejarlo vivir sin compañía, viniste con él. Le robaste el aspecto. Le robaste el signo y casi le robas el nombre. Por retar a los dioses, ahora hazte cargo de tu decisión. Ya que decidiste nacer junto a él, conviértete en él. Para los ojos del universo no existes. Jamás lo hiciste.
Kanon no existe. Nunca lo hizo.
No tenían padre. No tenían madre. Sólo un mundo demasiado ancho para los dos. Eran todo lo que conocían. El Santuario fue lo único que llamaron hogar. Ese lugar frío e indiferente a su dolor, que no descansaría hasta ver sangrar sus lágrimas.
No tenían más que ellos. Cuando la hambruna llegó, solían quedarse en una esquina del ágora, abrazándose el uno al otro. Con los dientes temblando y el estómago rugiendo. Entonces Saga consolaba a Kanon. O quizá era Kanon a Saga. Ni ellos mismos sabían. En esos momentos, eran indistinguibles. Una misma persona fragmentada a la mitad.
Así vivieron los primeros años de la infancia. Siendo dos gotas de agua. Si Kanon se levantaba, Saga instintivamente lo hacía. Si Saga deseaba la sal, Kanon estaba parándose para conseguirla. Si a Kanon no le gustaba algo, Saga le cogía de la mano, alejándolo de allí. Cuando decían alguno de sus nombres, ambos volteaban.
Había muchas cosas que les gustaba hacer, pero su favorita era sentarse frente a frente, ya que parecían estar delante de un espejo. Hablaban todo el tiempo, pues sentían que conversaban consigo mismos.
Esos fueron las mejores épocas. Eran los únicos habitantes del mundo que crearon. No necesitaban a nadie. Tenían sus propios juegos, repetían los cuentos que alguna vez oyeron y se contaban historias donde eran los eternos protagonistas que salvaban el día. Saga no hubiese matado al dragón si Kanon no hubiera pateado a la bestia. Kanon no hubiera cortado las cabezas de las hidras si Saga no hubiera evitado que una de ellas se lo comiera. Eran demasiado pequeños para comprenderlo, pero ya tenían la vaga idea de que uno no podía ser sin el otro.
Al crecer añorarían esos días. A pesar de la rigurosidad del Santuario, Saga recordaba que nadie supervisaba si comían o se bañaban y rara vez hubo alguien —que no fuese su hermano—cuidándolo cuando enfermaba. No obstante, Kanon le gustaba decir que fueron libres. Escalando escarpadas montañas y corriendo por los campos de olivo durante horas. Se tenían el uno al otro y eso era lo único que les importaba en ese entonces.
Era el tiempo en la que Shion se encargaba de recorrer el mundo trayendo a Grecia todas las estrellas que formarían parte del ejército de Athena. En los recuerdos de ambos, se erguía como demandante, aunque noble. Y fue él quien introdujo la tradición que convertiría a Kanon en Saga.
Sólo uno de ustedes llevará la armadura de Géminis, mientras el otro vivirá en las sombras, siendo el posible reemplazo cuando algo falle.
Y fue Saga quien viviría bajo la luz.
Así su gemelo, su mitad, comenzó a faltarle. Solía verlo desaparecer desde los albores de la mañana y regresar en la oscuridad de la noche. Pero Kanon no necesitaba de anuncios para saberlo. Cuando entraba a la habitación, ya lo esperaba. En medio del templo que ya era suyo con o sin armadura, le daba una sonrisa que le inflaba las mejillas y traía brillo a esos opacos ojos azules. Entonces, en son de burla, diría:
—Hola, Kanon.
Y Saga, con la misma sonrisa, respondería:
—Hola, Saga.
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One shots de Saint Seiya
Fanfic❝¿Y si Camus no hubiese muerto en las doce casas? ¿Y si Kanon hubiese detenido a Saga de suicidarse? ¿Y si Dohko hubiese matado a Shion para volverse Patriarca? ¿Y si alguna de nuestras OTP fueran canónicas? Como verán cuando empiecen a leer, nada e...