Razones || Afrodita x DeathMask

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Sinopsis: DeathMask dio miles de justificaciones para que estuviesen juntos. Afrodita sólo necesitó una.

Afrodita era un hombre dedicado a sus rosas. Sabía lo que querían con tan sólo observarlas. Al levantarse por las mañanas iba al jardín a saludarlas y a veces les contaba sus sueños cuando eran muy particulares. Podía quedarse horas en su jardín, absorto en cómo las rosas crecían hacia el sentido donde había más luz; en cómo sus raíces siempre anhelaban agua; en cómo la tierra siempre era suelta y húmeda. Incluso podarlas, algo tan difícil, se convirtió en su parte favorita. Su verdadero yo nadie lo veía excepto sus rosas.

—Ok, puede que haya hecho algo malo y necesite tu ayuda.

Y también cierto Santo de Cáncer.

Se quitó los guantes y los dejó al costado. Con la respiración agitada y los cabellos grises adhiriéndose a la frente, DeathMask entraba al jardín de Piscis como el remolino que era. Afrodita reprimió una sonrisa. Le gustaba el elemento caótico que siempre traía consigo.

—Jódete, siempre te estás metiendo en tonterías solo —contestó para no perder la costumbre, pero no pudo evitar preocuparse al verlo tan ¿asustado?—.  Además... ¿DeathMask? ¿Siquiera estás escuchándome?

El italiano miraba atrás.

—Oh mierda ya está aquí.

—¿De qué diablos hablas?

—Espero hayas elegido uno de los seis mundos donde quieras terminar cuando te lance. La hora de tu muerte está más cerca de lo que crees.

Afrodita se enderezó. Nada bueno traería la visita del Santo de Virgo, quien rara vez salía de su templo y jamás se dirigía a Piscis.

Girándose hacia el recién llegado, el sueco habló con los dientes apretados.

—¿Qué rayos le hiciste a Shaka?

—Alegrarle la vida a ese amargado, pero no todos están hechos para reírse.

—¡Sal de ahí antes de que te encuentre!

DeathMask, presuroso, entrelazó las manos de ambos. Afrodita clavó los pies en la tierra.

—No me voy a ir de aquí hasta que me digas qué sucede.

Cáncer lo miró con incredulidad y suspiró, aunque no deshizo el agarre.

—Ok, pero déjame decirte que técnicamente es su culpa. Es decir, lo único que sé del budismo es que es la excusa de Shaka para ser una perra, pero hasta yo sabía-

—DeathMask, para de decir seis tonterías por minuto y sé conciso.

—Bueno tal vez le haya bajado de su nube de santidad y recordado que Buda no reencarna. —Afrodita rodó los ojos, ¿desde cuándo Virgo era tan sensible?—. Y tal vez le haya dicho a Mu que Shaka está enamorado de él.

—¿Tú qué?

—Mandarte a uno de los seis mundos es tener demasiada clemencia. ¡Tesoro del cielo!

—Mierda, huyamos ya.

No hubo tiempo para pensar. DeathMask comenzó a correr a la velocidad de la luz, sin dejarlo objetar. Afrodita no clavó los pies. Sólo se dejó hacer. El pañuelo que cubría el cabello celeste acabó en el suelo. La trenza rebotaba por la prisa.

Con tierra en las mejillas, el mandil para plantar y completamente desconcertado, el duodécimo santo vio las cosas de distinta manera a cuando corría por su cuenta: el aire que le tocaba el rostro era más fresco, el interior de los templos eran más encantadores, el camino de rosas que apartó lucía vibrante. E incluso en medio de la presión de no ser alcanzados e incluso cuando Shaka corría hecho una furia, no pudo evitar sentirse un hombre dichoso en el momento que DeathMask giró a verlo, con una sonrisa que le cerraba los ojos.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora