Todas las cosas que tenía con Alexander ocuparon el antiguo cuarto de mi padre, incluso la nevera la guardé ahí, cerré esa puerta con llave y me colgué la llave en el cuello.
Dos meses después de la desaparición de Alexander y de los Pierre estaba más resignada a que no lo volvería a ver, pero a pesar de esa sensación de pérdida me negaba a quitarme el anillo de casada, lo veía más como un símbolo de esperanza que como lo que me ataba a él, era lo único que me mantenía con fe de que mi esposo algún día volvería.
Mientras acomodaba los pantalones clásicos trataba de animarme a mí misma, la directora Tory había decidido ofrecerme nuevamente el trabajo de bibliotecaria y eso me emocionó un poco, por fin lograría despejar mi mente de todo el desastre que me estaba rodeando, me cerré mi camisa de botones y me dispuse a volver a mi antiguo trabajo.
No, definitivamente esto fue una mala idea, todo me recordaba a Alexander, el pequeño rincón donde nos dimos nuestro primer beso, la ventana desde donde lo veía entrenar y torturar a los estudiantes, los libros de deportes que siempre veía a buscar, todo eso solo me provocó un revoltijo de emociones que solo incentivaron mis migrañas y mis ganas de llorar pero debía adaptarme, debía empezar a superarlo.
—¿Entonces Manuel y tú aún no andan oficialmente? —le pregunté a Mavis.
—Oye, no podemos.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Manuel le da pena que los compañeros se enteren, es muy asustadizo.
—¿Por qué? Harían linda pareja.
—Hasta que él no se decida no pienso avanzar.
—Deberías tratar.
Mavis hizo un mohín antes de seguir escarbando su almuerzo y después de eso no volvimos a hablar.
El profesor nuevo de deportes había llegado, era un hombre de unos cuarenta años, con piel trigueña y unas cuantas canas en su cabello, lo malo, era el hombre más pervertido que había visto, me miraba el trasero todo el tiempo y decía comentarios inapropiados, no eran como los de Alex, para nada, al menos Alexander nunca me dijo "mami" y "que rico" cuando pasaba por su lado, para mi desgracia cuando intenté quejarme descubrí que era el nuevo novio de la directora, eso me colocó más incómoda aún.
Ocho meses habían pasado desde que Alexander fue alejado de mí, no había sabido nada de él y eso me tenía en una profunda depresión, todos los días antes de llegar a casa pasaba frente a casa de Paulette para ver si alguien la estaba habitando pero para mi sorpresa y desagrado eso nunca pasaba, la maleza que varias veces Alexander se encargó de retirar crecía sin parar y la pintura de la fachada ya se veía desgastada, eso solo me deprimía más.
Pronto comenzarían las vacaciones, la famosa obra de Romeo y Julieta seria el fin de semana y yo fui la encargada de repartir los tiquetes para los estudiantes, estaba tan ocupaba en la semana que llegaba a casa solo a comer un poco y a dormir, a veces ni siquiera me daba tiempo de almorzar, el jueves acabó y yo me encontraba abandonando la escuela a las cinco de la tarde, hoy sería la famosa boda de Aaron Rudd con Mina y parte de la ciudad se encontraba desierta, eso me intimidó un poco, traté de irme corriendo por las calles pero y para mi desgracia comenzó a llover, recorrí mi típica ruta para volver a casa pero esta vez decidí no ir a casa de Paulette, mi madre tenía razón, debía superar poco a poco ese asunto, nada me aseguraba que Alexander iba a volver y aunque no deseaba perder la esperanza, poco a poco la llama que mantenía viva se apagaba, cada que veía esa casa abandonada, cada que veía a otro hombre en la cancha de futbol, incluso el viejo árbol en donde nos sentábamos juntos, todo eso solo me destrozaba el corazón.
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entre libros
Romance"Erase una vez una chica que se casó joven y después encontró al amor de su vida" Para La joven y recién casada Larissa Novak su vida había sido perfecta, se acababa de casar con su primer amor de secundaria y trabaja como bibliotecaria en su antig...