capitulo 35

909 104 55
                                    

Aoi era una tierna chica de diecisiete años, venía de intercambio desde Japón junto con una amiga, la cual conoció a un muchacho y decidió quedarse viviendo con él abandonando a su amiga, era algo retraída pero aparentemente muy dulce, lo malo, el condominio era junto donde Alexander vivía antes, suerte ya estaba ocupada por alguien más, pero eso no lograba hacer que los recuerdos se borraran.

—¿Entonces si te mudarás? —me preguntó con su acento extraño.

—Si, por supuesto ¿Pero no colocarán problema? Bueno, teniendo en cuenta que no soy universitaria.

—Según el dueño no, son condominios que funcionan para universitarios por la cercanía pero cualquiera puede alquilar aquí.

—Bien ¿Te molestaría si me vengo a mudar hoy?

La chica frunció las cejas.

—¿Hoy? ¿Por qué tan pronto?

—Gigamos que... que es una urgencia.

Ella asintió con la cabeza algo confundida y yo me puse en marcha, fui a casa y mientras empacaba todo mi madre me observaba desde la puerta.

—No puedo creer que me abandones —murmuró.

—Deja el drama mamá.

—Te cuidé todos estos meses, velé por tu seguridad por semanas ¿Y así me agradeces?

—Te agradezco que me hayas cuidado estos meses —cerré la maleta—. Pero lo que hiciste no te lo puedo perdonar.

—¿Lo que te hice? Lo que te hicimos, mete a Alexander también en ese paquete.

Yo bajé la maleta de la cama y caminé hacia ella.

—Dame permiso mamá, te lo pido.

Ella frunció los labios antes de retroceder y darme paso, yo pasé por su lado y como pude bajé la maleta por las escaleras, el taxi ya esperaba en la puerta y yo luchaba con todas mis fuerzas para que la maleta bajara por los escalones cuando de repente escuche ese gruñido, ese rugido que anunciaba que el auto  de Alexander estaba cerca.

—¿Me puede ayudar con esto? —le pedí al taxista rápidamente.

Muy tarde, ya el auto de Alexander se le había atravesado al taxista, bajó a toda prisa y se acercó a nosotros con el rostro desencajado.

—¿Qué haces? —me preguntó con algo de desesperación.

—¿Qué? ¿Creías que iba a vivir con mi madre después de lo que me dijiste?

—¿Y por qué no me buscaste? —empezó a perseguirnos hasta el taxi.

—¿Por qué te buscaría? —le pregunté sosteniéndole la mirada—. Eres tan mentiroso como ella.

—¡Alexander! —el grito colérico de mi madre se escuchó desde la entrada—. ¡¿Cómo pudiste decirle?!

—¡Yo no le dije nada! ¡Fue Rudd quien lo mencionó! —le respondió Alexander con furia—. Larissa, por ven conmigo.

—¡Basta ya! —me zafé de su agarre sacudiendo el brazo—. Alexander basta, no insistas, no iré contigo a ningún lado.

—Joven, mueva el auto —le pidió el taxista algo intimidado.

Él asintió con la cabeza de mala gana antes de subir a su auto y moverse, para mi desagrado nos siguió todo el camino.

—¿Ex pareja? —me preguntó el taxista algo molesto.

—Ex esposo —le respondí yo de malas.

El hombre negó con la cabeza antes de detenerse frente al condominio, Alex rápidamente se bajó de su auto y ayudó al taxista con la maleta, mientras le pagaba al hombre él miraba la que era su casa ocupada por varios universitarios, agachó la cabeza y cruzamos miradas después de que el taxista se fue.

entre librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora