capitulo 9

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—¿Enseñarte a tocarte? —Sacudió su cabeza de un lado para el otro—, eso es fácil —se colocó de pie y caminó hasta colocarse detrás de mí.

—Pero sin verme desnuda y sin tocarme —le advertí levantando la cabeza.

—Quieres de la forma difícil ¿Eh? —Colocó sus manos sobre mis hombros provocándome un respingo—. Supongo que podría decirte que hacer pero para hacerlo necesito hablar contigo de alguna forma.

—¿Por teléfono? —pregunté ignorando el hecho de que se estaba acercando a mí rostro.

—¿Y cómo podre saber que te estas tocando donde es? —Susurro cerca de mi oído—. Por ejemplo ¿Dónde está tu clítoris?

Eso me tomó completamente desprevenida, me sonrojé inmediatamente pero no por lo cerca que estaba de mí, sino porque no lo sabía.

—¿Cómo llegas al punto G?

—¿El punto que? —pregunté aún más confundida.

—Exacto, necesitas una guía física o simplemente te tocarás hasta que el orgasmo llegue y ya.

—¿Y esa no es la idea? —bajé mi mirada tratando de alejar mi rostro del suyo.

—No, Larissa, esa no es la idea.

—Pe-pero yo no puedo mostrarme ante ti desnuda —le alegué girando mi cabeza.

—Es cierto, pero puedo intentar otra cosa —dijo dándole un suave beso a mi cuello, yo cerré los ojos inmediatamente—. No ver, pero si tocar.

—¿O-o sea tú provocarme un...?

—Tienes dos opciones, Larissa —dijo un poco firme mientras apretaba mis hombros casi haciendo un masaje, me vi obligada a abrir la boca para buscar aire—. O me dejas ver que escondes entre tus piernas y te indico con tu dedo donde tocar o me dejas tocar a mi antojo pero sin ver.

—¿No hay otra opción?

—Sí, el porno, pero no sé qué tan dispuesta estés a ver porno.

—¡No! —Me coloqué de pie cuando empecé a relajarme bajo su toque y a disfrutarlo—. Nunca vería eso.

—Entonces tienes que decidir, si quieres no lo haces en seguida pero —acarició mis rostro con sus dedos—. Me gustaría que lo pensaras ahora que tienes la cabeza caliente al igual que tu cuerpo.

—Alexander esto... esto no es correcto yo... yo ni siquiera debería estar pidiéndote algo así.

—Me lo estas pidiendo porque tu esposo no te complace —me agarró de la cintura y chocó mi cuerpo contra el suyo provocando que mis muslos quedaran aprisionados con la mesa—. Y tu cuerpo te está pidiendo a gritos un orgasmo.

—No quiero sentirme como una zorra —respondí nerviosa por la cercanía.

—¿Por qué? ¿Por qué un hombre que no es tu esposo te tocará y te dará placer?

—¡Sí! —traté de alejarme de él—. Eso para mí es ser una zorra y yo... no quiero sentirme mal conmigo misma.

—Pero no serás una zorra —me rodeó con sus brazos con un poco de fuerza y me apretó contra su cuerpo, su miembro estaba duro, eso me hizo estremecer—.  Serás una mujer complacida de manera correcta.

—Pe-pero Aaron es el que debería darme placer, no tú.

—Pero no lo hace Larissa —agarró mi mentón con una mano para que nuestras miradas se encontraran—. No lo hace y estas tan desesperada por sentirte satisfecha que tu boca dice una cosa pero tu cuerpo dice otra.

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