capitulo 4

957 95 12
                                    

—Yo nunca he... —me quedé callada, estaba balbuceando un poco—, ¿Qué son? ¿Porno en libros o algo así? —pregunté sosteniéndole la mirada.

Alexander sacudió la cabeza un poco.

—Puede ser, la diferencia es que puedes usar tu imaginación.

—¿Por qué Paulette tiene este tipo de libros en su casa como si nada? 

Al parecer a Alexander no le gustó mi comentario ya que sus cejas se levantaron y su mirada se llenó de sorpresa, cruzo sus brazos cubiertos por las mangas de su camisa de algodón sobre su pecho y soltó un poco de aire.

—Es su casa, Larissa, ella puede hacer y decorar como quiera su casa.

Me arrepentí inmediatamente de decir lo que dije, él tenía razón ¿Quién era yo para juzgarla?

—Veo que fuiste criada de una forma muy tradicional —su rostro se relajó un poco—. ¿O me equivoco?

—No, no te equivocas.

—Que aburrido —vocifero mientras se alejaba de mí.

¿Aburrido? Yo no consideraba mi vida como aburrida y mucho menos la forma en la que fui criada "él no dijo nada de tu vida" se burló esa voz en mi cabeza, esa voz que cada vez se me estaba haciendo difícil ignorar.

Después del brindis y de unas bonitas palabras por parte de Paulette supe que ya era hora de irse ya que eran las diez y media de la noche, pero yo no quería irme, la estaba pasando bien, la increíble naturalidad con la que me desenvolvía entre estas personas me hacían sentir tan cómoda que por un segundo pensé en apagar mi teléfono, pero no podía hacer eso, si Aaron me llamaba y mi teléfono estaba apagado probablemente se pondría como una furia.

—¿Esperas una llamada? —preguntó Paulette a mi lado y yo negué con la cabeza guardando el teléfono de nuevo—. ¿O esperas a alguien?

—Mi esposo tiene que venir por mí y ya es tarde —dije con un poco de vergüenza.

—¿Tarde? Larissa, no es ni media noche.

—Si lo sé pero yo le prometí que esta sería una reunión tranquila y ya es algo tarde.

—¿Y no te quedaras para la hora feliz? —preguntó con cuidado.

—No lo creo, tengo que pasar tiempo con mi esposo.

—Larissa, de qué forma tan fea te lavaron el cerebro —masculló ella negando con la cabeza y caminando hacia el otro lado de la sala.

¿Me lavaron el cerebro? ¿A qué se refería con eso? Después de esa conversación me animé a llamar a Aaron, salí al pórtico de la casa para alejarme del bullicio y busqué su número en mi teléfono.

—¿Ya puedo pasar por ti? —me preguntó sin siquiera saludar.

—Si cariño, estoy algo cansada —le informé.

—Bien.

Y colgó, ni siquiera me dijo que me amaba, eso en definitiva me colocó triste, suspiré y me apoyé al marco de la puerta para esperar, sabía que era de mala educación irse sin despedirme pero no quería dar explicaciones de porque lo hacía tan temprano, de por si la gran mayoría ni siquiera estaban de acuerdo con mi matrimonio, no lo decían pero era obvio, así que para mí comodidad preferí simplemente esperarlo afuera, la puerta de la casa se abrió y Alexander apareció.

—¿Qué haces acá afuera? —me pregunto mientras se sentaba en un pequeño banco de la esquina del pequeño y oscuro pórtico.

—Espero a mi esposo —le respondí con un poco de indiferencia.

entre librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora