capitulo 14

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—Yo... será mejor que me vaya —lo miré con pena.

—¿Me harás comer solo, Larissa? —preguntó con una sonrisa ladeada.

—Es que yo... después de que... después de lo que pasó en tu casa...

—Larissa, no pasará nada si no quieres y si, lo que hicimos fue delicioso, es cierto pero somos adultos y debemos manejarlo, recuerda que también somos compañeros de trabajo.

—Sí, tienes razón.

—¿Tienes hambre? ¿O prefieres hacer otra cosa?

—La verdad si tengo un poco de hambre.

Pasamos a la cocina y mientras comíamos se me hacia difícil, prácticamente imposible, ignorar la tensión sexual entre los dos.

—Nunca nos habíamos visto un sábado, te ves bien en ropa casual —le dije intentando calmar el ambiente.

—Me veo mejor sin ropa, pero aun no estas lista para ver algo así.

—Creo que... ya vi lo necesario —dije antes de beber un sorbo de agua.

—Eso no lo discutiré —dijo con una sonrisa—. Aunque solo viste la punta del iceberg.

Yo me atraganté con el agua.

—Eres tan tierna —me miro con dulzura—. Me encanta cuando te sonrojas así.

—Alexander por favor.

—¿Qué?

—No digas esas cosas, me hace sentir tonta.

—¿Qué te halaguen te hace sentir tonta? ¿Acaso tu esposo no te halaga?

Yo guardé silencio inmediatamente.

—No, hace mucho no lo hace...

El rostro de Alexander cambió por completo, se levantó de la mesa y caminó hacia mí hasta colocarse detrás de mi cuerpo, sus manos se posaron sobre mis hombros y se inclinó hacia adelante para acercar su boca a mi oído.

—Que envidia, ese tipo se despierta a tu lado todas las mañanas y no se toma el trabajo de decirte lo hermosa que eres, es un desperdicio.

—Alex...

—Si fuera yo él que despertara a tu lado todas las mañanas, no dejaría de decirte lo mucho que me encantas —su lengua acarició el lóbulo de mi oreja—. Y lo hermosa que eres.

—Alex por favor... no estamos en tu casa —murmuré con un hilo de voz y con excitación.

—¿Y qué? ¿Crees que no soy capaz de cogerte sobre esa mesa, abrirte las piernas y lamerte la vagina? Serias mi platillo favorito.

—Es la casa de Paulette —me coloqué de pie—. Y quiero respetarla.

—Pero hay un lugar en esta casa que no es de Paulette —me agarró de la cintura y me pegó contra su cuerpo—. Y que puedes irrespetar cuando quieras, sobre todo con tus gemidos.

—¿Tienes un cuarto acá? —pregunté ansiosa cuando su aliento chocó contra el mío y su lengua acarició mis labios.

No tenía planeado acostarme con Alexander y mucho menos hacerlo ese día, pero esa necesidad estaba empezando a dominar mi cuerpo como un animal salvaje y tenerlo a él, relajadamente vestido y con sus ojos grises brillantes clavados en mí solo me incitaban a dejar salir ese animal salvaje y deseoso dentro de mí.

Cuando llegamos a su habitación ni siquiera nos habíamos besado, sus brazos me apretaban con fuerza contra su cuerpo, como si intentara impedir que yo me escapara, nuestros alientos se rozaban y mis manos desordenaban su cabello, con su pie pateó la puerta y con una mano colocó seguro a la puerta.

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