Capítulo 28

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Entrada 80

En la esquina detrás de una litera se encontraban dos pequeños, una niña de apenas nueve años y un varón de seis, estaban agachados y abrazados entre ellos, sus caras parecían pálidas con sus ojos llorosos, cuando intenté acercarme la pequeña me golpeó en las manos con un palo que se aferraba a él, como si su vida pendiera de ella, y juzgando por aquellos seres fuera del departamento así lo era, María me dijo que me hiciera aun lado, le enseñó su placa de poli y eso le dio confianza a la niña para poder acercarse, María abrazó a los niños y les dijo que no tuvieran miedo que ahora estarían a salvo.

Al ver sus ropas sucias María tomó a los niños y se los metió al baño, —estos niños necesitan asearse y parece que no han comido bien, busca algo de comida y prepara algo para ellos­­— dijo mientras les quitaba la ropa.

Busqué dentro de su alacena, empaques de galletas abiertas, frituras, jamón descompuesto, pan, cereal, leche agria, huevos y algo de jugo, fue lo que encontré, preparé los huevos con pan y serví un poco jugo, el cereal y las frituras las guardé para más adelante, después oculte los cuerpos, lo que menos quería era tener a un par de niños llorando y gritando.

Le preguntamos por las personas que estaban arañando su puerta, el más pequeño con un nudo en la garganta nos dijo que eran sus padres, la niña le tocó la frente tratando de consolar al pobre chico, María le dijo que no se preocupara que nosotros nos haríamos cargo de ellos.

Los niños cayeron rendidos después de la comida y el baño, y abordé a María diciéndole porque había hecho aquélla promesa, no sabíamos cómo salir de aquél lugar, ella miró hacia afuera y dijo con una sonrisa que yo buscaría la forma y confiaba en mí.

La noche había caído sobre nosotros y las tinieblas llenaron cada habitación del edificio, solo las pocas estrellas que no fueron cubiertos por las nubes iluminaron las calles llenas de seres hambrientos, los ronquidos de María perturbaron mis sueños, pensaba en como esa mujer duerme tan tranquila, pero ella tenía razón tenía que buscar la forma de salir del edificio.

A la mañana siguiente, terminamos de revisar el edificio, había solo una anciana muerta en una silla de ruedas, al parecer la dejaron abandonada, o el la cuidaba nunca llegó al edificio y murió, de todas formas no creo que sobreviviera mucho tiempo.

Parte de la mañana transcurrió normal a la espera de una idea para salir de aquel lugar que me estaba volviendo loco, el cielo empezaba a oscurecer de nuevo, y pronto se llenó de relámpagos y fuertes truenos, los pequeños se acurrucaron junto a María y pronto quedaron dormidos.

Me asomé a la ventana para observar aquel espectáculo de luces y me di cuenta que el edificio pegaba junto a los demás, quizás podríamos saltarlo y llegar a un lugar sin aquellos seres que esperaban con ansias un trozo de nosotros, subí hasta el último piso para verificar mi plan.

Al llegar al último piso la puerta que conecta con la azotea estaba bloqueada con candado, baje de nuevo y desperté a María para pedirle ayuda pero ella se había quedado dormida con los niños, entonces pensé en bajar al último piso tal vez encontraría algo que me fuere útil.

Nada, todo estaba limpio, el agua se dejó caer con intensidad, la gotas de agua golpeaban mi rostro y podía sentir lo refrescante que eran, el portón empezó moverse por el viento que iniciaba a aullar como animal salvaje, cuando de pronto un zombi se acercó al portón e intento con sus asquerosas manos atraparme. Por un momento estuve a punto de orinarme. Pero me di cuenta de algo.

Entre más ruido hacía el portón más de esas cosas se reunían, era como si el sonido los alertara de la presencia de su presa, es ahí que caí en cuenta que cuando llegamos María le disparó a la señora que devoraba a su perro y cuando bajamos aquellos seres nos estaban esperando.

También recordé que en la gasolinera cuándo María disparó el arma inmediatamente nos vimos rodeados, quizá esa fue la razón por la cual no se habían ido, aquellos seres percibieron el sonido y se quedaron en el área, ¡rayos! ahora sabía cómo salir del edificio.

Después que María despertó le pedí ayuda para abrir el candado, le fue fácil, pareciera que tenía algún talento oculto o especialidad, subimos a la azotea, era un desierto allá arriba, no había más que pedazos de ladrillos tirados por doquier, María preguntó para que la necesitaba, le dije con cautela que era para salir de aquel lugar infernal.

Observé los edificios cercanos, solo metro y medio nos separaban de ellos, respiré profundo, tomé impulso y salté, me dirigí hacia la puerta de acceso y como pensé estaba cerrado por dentro como la nuestro edificio.

Regresé y María me dio un golpe en el hombro mientras decía maldiciones y lo mucho que se había asustado cuándo salté, después preguntó cuál fue mi intención para haber saltado, le dije que tal vez si la puerta estuviese abierta tendríamos una oportunidad de salir por el otro edificio, las calles tenían menos de esos zombis y entre los dos nos sería fácil acabarlos.

María pensó un par de segundos y luego me dijo que era un imbécil, y que no pensé en los niños, aunque nosotros podríamos saltar los niños no tendrían la fuerza para hacerlo ni tampoco nosotros para ayudar a que lo hicieran.

Me disculpé y le dije que se me había olvidado que ahora éramos padres, eso hizo que los labios de María soltaran una leve sonrisa, y me dijera que era un tonto.

—Entonces que hacemos ahora— Pregunte mientras buscaba una respuesta en aquellos ojos marrones.

—no sé, algo se te ocurrirá, sigue pensando—

Tomé uno de los ladrillos y lo tiré abajo para romper la cabeza alguno de esos zombis y desquitar mi frustración e impotencia de seguir atrapados en aquel lugar, en vez de darle a uno de ellos el ladrillo fue directo a un vehículo y la alarma se disparó dando gritos por todos lados, instantes después unos zombis empezaron a llegar; parecían aletargados, como si trataran de almacenar o ahorrar energía y en pocos minutos ya habían más de cien, ahí me di cuenta de cómo íbamos a salir de aquel lugar.

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