Capitulo 53

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Entrada 109

Parte del cráneo y la sangre salpicaron mi rostro. El hombretón cayó en mi regazo y la sangre se terminó de regar en las sábanas y en la sopa que me estaba comiendo. Para ese momento la puerta ya la habían derribado, mis anfitriones yacían parados detrás del cadáver; una mujer bajita de algunos años (después me entere que era su esposa) no dejaba de gritar como desquiciada.

La chica que me llevó la sopa sollozaba en un rincón mientras que el joven estaba devolviendo las tripas del otro lado. Dos personas más buscaban la manera de remover el cadáver sin intentarlo realmente. Con dificultad me movieron de la cama y me llevaron a otro lado, me dieron ropas limpias y la chica me ayudó a limpiarme la cara. Me ayudo a recostarme y después de fue.

Cuando desperté había comida y agua, tomé el agua sin parar sintiendo como mis labios volvían a hidratarse, le eche un ojo a la comida y al verla por segunda vez me llego el recuerdo de la sopa llena de sangre y sesos, sentí arcadas y no pude evitar tirar las tripas, alguien me pasó un balde y ahí regrese lo poco que tenía en el estómago.

Giré a ver a mi ayudante y era la señora que intentaba mover el cadáver, le di las gracias y pregunte como sabía que iba a tirar las tripas. Ella sonrió y me dijo que fue enfermera de emergencia y había visto muchos pacientes que después de ver una muerte así o matar accidentalmente los nervios terminaban por echar la comida.

Recordé a la vieja Julia y no pude contener las lágrimas. Ella quizá por instinto o ver mi fragilidad me abrazó y esta vez me derrumbe junto a ella. Después de unos minutos me aparté de ella pensando que era inapropiado por su marido que estaba en la otra habitación. Noté que mi playera estaba húmeda, vi sus ojos y me percate que ella también lloraba.

Ella se presentó como Natalie y le dije mi nombre, ella sonrió y después salió diciendo que tenía que ir a limpiar el desastre que acababa de ocurrir.

Me dediqué a buscar mis cosas pero no estaban por ninguna parte, entonces recordé que en la otra habitación tampoco estaban, me decepcioné porque tenía ganas de escribir un rato. Ya pasada la noche, no podía dormir y me escabullí de la habitación, necesitaba un poco de aire nocturno y quizá una botella de alcohol, « ¡maldición, de verdad que la necesitaba!» Quería emborracharme para olvidar esas escenas en mi cabeza y pensar en Innis o tal vez solo quedar noqueado y no pensar.

«Vaya así que eres de esas personas que te gustan salir mientras todos duermen» dijo alguien con una pequeña luz de vela. Me sorprendió ver a Natalie sentada en uno de los sillones de aquella sala. Y yo le dije que no sabía que ella era de las que le gustaba leer los diarios de otras personas. Quería imaginarme el rubor en sus mejillas. « ¿Y a quién no? Creo que no existe persona que le guste saber de la vida de otras, mas tratándose de un extraño y como ha vivido en estos días» dijo ella.

No tuve más remedio que sincerarme con ella y de mis motivos de estar ahí a esas horas. Ella se paró y fue a la habitación donde me habían dejado y salió con una botella de Bacardi añejado y dos vasos de cristal. Abrió la puerta y salimos al patio delantero, la vista era espectacular, la luna resplandecía entre los guayacanes y los framboyanes.

« ¿Debe verse hermoso en primavera?» ella asintió con la cabeza y me sirvió un poco de Bacardi, se disculpó por el hielo y nos sentamos a ver la luna a beber y a respirar el aire frio de otoño. Al menos eso creía.

Algo paso en el transcurso de la noche. Al día siguiente estaba desnudo y la botella no tenía alcohol. Alguien toco la puerta y entró, apenas y pude ponerme las sabanas encima. Era Natalie, dejó el desayuno y me beso en la boca, mi reacción fue instintiva y recordé lo que habíamos hecho la noche anterior.

La tomé de la cintura y la tire sobre la cama y ahí mismo le hice el amor de nuevo, sentí como mis heridas se abrían y sangraban por todo el ajetreo pero no me importó, era más el deseo que otra cosa. Cuando terminamos ella se puso su ropa interior y se bajó el vestido y antes de salir me dijo que ojalá me hubiera gustado el desayuno. Me tiré sobre la cama y la cruda moral apareció de inmediato.

Por más mujeres con las que estuviera, ahí estaba el recuerdo de ella, persiguiéndome, como si me acusara de no amarla y pareciera que así era. Tome un sorbo de café pensando en lo que había hecho y que Innis no me lo perdonaría. Cuando terminé de comer salí de la habitación para decirle que aquello no se podía repetir.

Cuando la vi lo primero que salió de mi boca fue saber dónde me encontraba y como llegar al centro de Cárdenas. No tuve el valor de decirle las cosas, quizá fue por mi temor a estar solo de nuevo. Ella me dijo que estábamos en un lugar llamado Los tres ríos y estaban a tres horas a pie y quince minutos en vehículo.

Pese mis opciones y le pedí un vehículo para ir a buscar a Bernardo. Los tres ríos era un lugar bonito para cuidar de un niño. Pero ella dijo que no. Los carros solo eran para poder escapar si las cosas se salían de control, pero tenían caballo o bicicletas. Decidí ir a pie puesto que no sabía montar ninguna de las dos cosas y no estaba para aprender sobre la marcha.

Natalie dibujo un mapa del lugar y su sobrino puso los puntos en que ellos tenían áreas aseguradas para descansar. Ella me dio mi mochila con mi diario y un par de cosas para el viaje que incluía una botella de Bacardi añejo. Creo que esa mujer tenía una dotación infinita de alcohol.

Ella salió a despedirme y me hizo jurar que regresaría. Pero cuando estuve de vuelta el rancho Los Tres ríos ya no existía. Y Natalie y su familia tampoco.

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