Entrada 143
El olor a sal estaba por todos lados. Nos detuvimos para enterrar a Josander. A Miranda le pareció una excelente idea enterrarlo frente a la playa. Sabía que todos los días tendría un amanecer y un atardecer. Después de tantos meses encerrados en la tienda comercial Miranda por fin durmió.
Entrada 144
La última vez que escribí fue desde la llegada de Miranda y su hermano. Para ser sincero no tenía mucho que escribir. La vida era tranquila sin que pasara nada novedoso en nuestras vidas. A la chica le enseñé lo poco que sabía de los cultivos y quedo sorprendida de todas las cosas que se perdió por estar metida en las oficinas de su padre.
Los únicos momentos extraños que ocurrían era cuando Miranda se ponía de mal humor o cuando se encontraba en estado melancólico e incluso varias veces la encontré llorando en los pasillos y desaparecía por horas. Nunca llegue a preguntarle por los cambios de humor y lo único que pude concluir fue por sus hormonales o por su hermano de sentir arrepentimiento. Después ella me confesó que era por tener metido a su hermano en un frigorífico y porque le prometí que en cuanto me recuperara de mi cadera nos largaríamos de aquel lugar.
Era cierto. Estaba postergando nuestra salida. Todavía no me sentía preparado. Me parecía a los caballos cuando acaban de nacer que les es difícil correr. Así me sentí. Miranda me regañó diciendo que era un débil y un fracasado. Aquello me dolió mucho. En el fondo ella tenía razón. Me sentía débil y fracasado. Así que después de esa discusión preparamos las maletas para cuando se nos diera la oportunidad o al menos en treinta días.
Tomó uno de las agendas encontradas en la parte de papelería y comenzó a tachar los días que faltaban. Mientras tanto yo comencé a hacer ejercicio para recobrar la movilidad. También había ganado un poco de peso. Lo sabía porque la panza comenzaba a asomarse con su protuberancia de grasa. Berni que ya caminaba bien y empezaba a entenderse lo que decía, agarro una pelota y comenzó a patearla diciendo que él también iba a hacer ejercicio.
Era una rutina nos levantábamos, veíamos el huerto, comprobábamos el lugar en caso de oportunidad de escapar, desayunábamos, leía de nuevo mis libros de supervivencia para sentirme más vivo y le compartí las lecturas a Miranda. Confeso que jamás había leído por placer siempre eran informes mensuales y que los libros les empezada a dar más sabor diciendo de lo que se había perdido. Y después en la tarde parte de la noche nos ejercitábamos y a dormir. Esa era nuestra rutina.
Un día sucedió algo. Era el día 29 del mes dos días antes que se cumpliera el trato. Comenzó a llover tan fuerte que los relámpagos iluminaban el cielo. Uno de ellos cayó en una tienda de pinturas e inició el fuego. Este se propago demasiado rápido y alcanzando un local de paquetería expreso. Las llamas flotaban por efecto de la lluvia y el fuego. Por un momento pensamos que se apagaría solo, pues la lluvia era intensa. Dos horas después el fuego alcanzó otro puesto, ahora había sido uno de comida. Los tanques de gas exploraron y las llamas se fugaron al centro comercial.
Observe que la mayoría de los infectados huían del fuego con miedo. Me di cuenta que miles de años de instinto era difícil de suprimir, infectado o no temías por ser alimento de los gusanos. También me di cuenta que una pequeña parte de zombis caminaban hacia el fuego. No pude evitar imaginar que se estaban suicidando ya cansados de ese cuerpo putrefacto y sintiendo hambre constantemente, era como estar en unos de los infiernos de Alighieri y querían terminar con su agonía y esa era su única forma.
Al ver toda esa escena le grite a Miranda que aquello era nuestra oportunidad. Sabía que la camioneta tenía las llaves puestas, lo que no sabía si encendería cuando estuviéramos arriba. Cargamos con todo, hasta con el hermano. Solo teníamos una oportunidad, pero eran muchas las cosas. Me arriesgue a realizar dos viajes. Miranda agarro al pequeño Berni y una maleta y yo tomé una maleta al hombro y al congelado hermano de Miranda lo arrastre hasta llegar. Apenas abrimos las persianas de metal, el lamento de los infectados se dejó oír y tomaron una nueva dirección hacia nosotros. Tiramos las maletas y a su hermano en la parte trasera. Aquellas cosas estaban casi detrás de nosotros. Le pedí a Miranda que mientras encendiera la camioneta en lo que yo iba por la otra maleta. Ella gritó que era una locura pero obedeció. Corrí lo más que pude pero la cadera comenzaba a doler.
La camioneta no arrancaba. Miranda tiro de la llave y solo se escuchaba el sonido ahogado de querer encender. Dio otro llavazo. El carro siguió sin moverse. Los putrefactos comenzaban a golpear el cristal de la camioneta. Después otro llavazo y uno de esos rompieron la ventana donde Berni estaba. Al quinto giro la camioneta encendió. Por un tanto se estaban llevando al pequeño como cena. Yo por otra parte me sentí acorralado y sin fuerza de correr.
Me di cuenta que cerca del fuego estaba despejado. Le hice señas a Miranda de ir hacia el fuego. Y mientras yo corrí adentro de la tienda. Muchos de los infectados decidieron darme caza otros se quedaron en la entrada de la puerta distraídos con quien sabe qué. Abrí la persiana más cercana al fuego y arrojé un pisa-papel que estaba en una caja registradora contra el vidrio de la salida. La camioneta estaba estacionada a dos metros de distancia. Miranda vio que estaba tratando de romper el cristal y dio reversa y se arrojó contra este haciendo volar cientos de pedazos de vidrio en mi humanidad. Algunos se incrustaron en mi cara y brazos pero no le di importancia hasta estar a salvo arriba de la camioneta.
Entrada 145
Ahora buscamos un lugar donde descansar. Espero estar mañana a esta hora en playa linda.
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Sobrevive
HorrorQue pasaría si un día te despiertas y crees que se aproxima un apocalipsis zombi y tú novia muere. ¿Harías lo que fuera para sobrevivir? Este es el diario de un hombre que intenta sobrevivir.