Capítulo 60

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Entrada 117

Ha pasado dos meses desde que escribí en mi diario. El día que decidí partir me encontré con más criaturas como la que atacó a la familia de Natalie. Como esperaba no era la única, cuando me fui vi que a lo lejos una de esas cosas estaba devorando a un niño. ¡Pobre! Sus gritos todavía los escucho en las noches. Segundos después alguien disparó al chico y dejó de sufrir. La bestia disgustada tiró su presa al suelo y rugió, perecía que le gustaba comer mientras estaban vivas. Otros disparos chocaron contra la bestia y esta intentó saltar a otro edificio pero algo explotó contra esa cosa. Después supe que fue una granada.

La bestia cayó y dejó escapar un rugido, otros disparos se escucharon después y por fin sus rugidos se apagaron. Me acerqué y un grupo armado estaban junto a él, uno de ellos le disparó en la cabeza, tomo un hacha y terminó cortándole la cabeza. Cuando intente retirarme del lugar uno de los sujetos me encontró y traté de huir, sin embargo, me amenazó con su rifle, no tuve más remedio que hacer lo que me pidió.

Otros de sus compañeros llegaron a su auxilio y cuando uno de ellos quiso quitarme el arma se dio cuenta que tenía a Bernardo. Me preguntaron por la madre y les conté lo que pasó con ella. Creo que el tener un niño hacía que se conmovieran. Después de todo muchas de estas personas algunos fueron padres y de alguna manera el ver a un niño les causaba sentimientos encontrados. Lo único que pude decir era que sentía mucho lo del chico, de inmediato uno de ellos se echó a llorar. Luego me enteré que era su hijo.

Me llevaron con ellos a su escondite, nunca pensé que todavía seguía existiendo personas viviendo en la ciudad, algunos de ellos nunca se fueron y otros llegaron pensando que el ejército, la guardia nacional o los policías los ayudaría. Pronto se dieron cuenta que ya no existía ningún tipo de gobierno y tuvieron que defenderse como pudieron. Ellos se sintieron abandonados. Les conté de mi experiencia con el comandante Antonio y lo que les hizo a María y a los niños.

Eddy el líder de ellos me comentó que no era la primera vez que escuchaba ese tipo de historias, muchos de sus refugiados llegaron con algún tipo de historia como la mía y buscaban otro refugio más confiable y estable. Otros se habían quedado sin comida y tuvieron que salir de sus escondites pero otros tuvieron mala suerte al encontrarse a un grupo que los invadió quemando sus hogares, otros fueron hordas de muertos y las historias más escalofriantes son de aquellos sobrevivientes en donde atacaron estos monstruos. Por eso ellos decidieron dar caza a todos los que pudieran, sin embargo, habían perdido tantos hombres que estaban a punto de rendirse.

Me contó que una noche una de esas cosas llegó a su refugio y asesinó a más de cuarenta hombres. Nunca habían perdido a tantos. Me dijo que de alguna forma esas cosas estaban aprendiendo a ser más eficientes. Así que pensaron que podía existir una guarida donde descansaban y decidieron salir a buscarla. Me pidieron ayuda pues les hacía falta personal. No dude en ayudarlos, sabía que si tenía que ir a playa linda tenía que eliminar a esas criaturas aunque estaba seguro que también podían haber mutado en otros lados, pero si no era así no quería arriesgarme a que se propagaran a otras partes y menos que me encontraran a donde iba.

Entrada 118

Ahora me dirijo a playa linda. Mientras descanso en un viejo camión de volteo que es lo suficientemente alto y fuerte como para que los no muertos nos alcancen y nos coman. He estado pensando en ese día que salimos a buscar a los monstruos. No puedo decir que la misión fue un éxito total. Eddy y muchos de sus hombres murieron aquel día. Hasta ahora no entendía lo que salió mal y por más que le doy vuelta en la cabeza a la única conclusión que llego fue que era una trampa. Solo de pensar que esas cosas podían pensar me daba escalofríos.

Tomamos armas de alto calibre y muchas granadas que Eddy y su grupo habían recuperado de una de las instalaciones del ejército. También llevamos un par de galones de gasolina para incendiarlos. Un pequeño grupo que tenía varios días rastreando algún refugio de esos seres. Nos contactó con la noticia que encontró un grupo grande a ocho kilómetros del centro de la ciudad.

Conducimos siete kilómetros y en el último tramo nos detuvimos para ir caminando. No queríamos que nos escucharan llegar. Por el camino encontramos varios no muertos y terminamos su existencia con machetes y otras herramientas. A pesar de los esfuerzos se nos dificultaba avanzar. Eran demasiados y parecieran que huían de algo. Tuvimos que trepar arboles para esquivarlos y ahí fue donde murieron la mitad de los hombres de Eddy.

Uno por uno nuestros amigos los descuartizaron sin piedad. Cuando eliminamos al último de esas cosas, seguimos nuestro camino hacia su escondrijo. El equipo estaba desmotivado. Solo dos de esos seres mato a una veintena de hombres. Al llegar no encontramos nada. Solo dos de esas cosas nos habían atacado y uno de los espías le reportaron a Eddy que eran nueve. Revisamos el área doscientos metros a la redonda. No los hayamos.

Después de una hora de revisar decidimos regresar. A Eddy no le cuadraban las cosas y tenia un mal presentimiento de aquello. No podía creer lo que estaba viendo. Tomamos nuestras cosas y salimos de ahí hasta llegar a los vehículos. Estaban destrozados. Algunos tenían el motor de fuera y otros estaban volcados. De pronto solo escuchamos un zumbido apenas audible y lo que le siguió fue peor. Giré a mí alrededor y traté de rastrear de dónde provenía. Lo único que alcance a ver fue que uno de esas cosas saltó de uno de los árboles. Cayó justo detrás de Eddy y de un solo zarpazo le arrancó la cabeza. La sangre brotaba en todos lados. Otro de esos seres corrió hacia uno de nuestros compañeros, lo sujetó por el pecho y lo partió en dos como si fuera un panecillo. Aquello fue un caos. Todos corrían de un lado a otro y disparaban a los árboles. Alguien tomó una granada y la tiró al que había matado a Eddy, esta le alcanzó a reventarle el brazo e hizo que el animal se enfureciera, este corrió con velocidad y con el brazo bueno alcanzó a arrancarle los intestino. El pobre hombre gritaba en el suelo con las tripas de fuera. Sujetó su arma y se la vacío toda pero aquella criatura se irguió y dejó caer las patas delanteras en la cabeza de aquel hombre dejando su cráneo aplastado en el suelo como una mosca.

¡Dios mío! aquello fue horrible. Estoy cansado de ver tanta muerte. Tomaré a Bernardo y le daré de comer. Creo que después dormiré un poco. Mañana me espera un largo camino por recorrer. 

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