Capitulo 2

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Ya al aire libre, me di cuenta que había dejado de llover, solo caían pocas gotas de agua, una suerte que llevara la chaqueta impermeable puesta todavía, el dolor de cabeza no había remitido ni un poco y eso no me gustaba, detestaba tener que tomar pastillas para poder controlarlo, no recordaba no haber pasado una crisis de este índole, solía comenzar con un ligero zumbido de oídos pero si era algo fuerte podía hasta tumbarme en la cama sin siquiera poder abrir los ojos, otras veces perdía la consciencia.

Empecé a caminar sin rumbo fijo sintiéndome un poco mejor, el estar en movimiento calmaba mis nervios y el clima me refrescaba, pues por dentro me sentía hirviendo.

Todavía recordaba lo que mis ataques o dolores de cabeza nos traía a colación problemas con mi padre.

Andrew Adams era el mejor agente especial que podías conocer, él lo sabía y tenía un ego del tamaño del planeta tierra, aparte era apuesto y tenía a las chicas que quería, era todo un galán, pero cuando se trataba de su primogénita, se convertía en un ser súper protector, supongo que para pagar las carencias de su presencia en mi infancia y después en mi adolescencia cuando entre a la Academia, por lo cual, el miraba con recelo el que me hubiera decidido por un trabajo de campo, en vez de quedarme en un trabajo de oficina aburrido, como casi todas las chicas lo decidían.

Lo cual si me preguntaban era algo sexista, no por ser una mujer me iba a dedicar a un trabajo de oficina, poniéndole todo en bandeja de plata a los hombres agentes que iban en el campo, investigar toda el área, así como investigar a los presuntos enemigos, analizar y decirles que hacer, todo para que, cuando la misión saliera con éxito, las felicitaciones se las llevaran ellos. Ni hablar.

Aparte que, no estaba en mi naturaleza estar quieta, trabajando desde detrás de un ordenador, solo de pensarlo me daba claustrofobia, pero mi padre no lo miraba así, decía que si me daba "alguna crisis" en medio del campo, iba a poner la misión en riesgo y mi vida, solo por un capricho mío.

Y es que últimamente mis dolores de cabeza ya se habían remitido, hacía años que no me daba uno tan fuerte como este día y es que había varios factores a considerar, el Jet Lag, el haber dormido poco y la falta de cafeína podrían ser los responsables de este inicio de crisis que me quería dar.

Estaba tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta que di con alguien más, chocando nuestros cuerpos, alce mi mirada a ver a que británico habría incordiado por ir de despistada.

Unos ojos azul claro, como del cielo despejado, casi transparentes me miraban desde detrás de unos anteojos cuadrados, era un joven al que había empujado por accidente, de una altura aproximada a la de Blake, con un cabello castaño oscuro y rebelde, podía suponer que era de mi edad, me miraba con una expresión curiosa y a las ves divertida.

-Creo que me debes un café - fue lo único que me dijo sonriendo de lado, mostrando unos dientes perfectos.

-¿Disculpa? - le conteste cruzándome de brazos al ver su mirada de conquistador y galán, que se creía este, que por ser atractivo iba a caer a sus pies... Bueno si era muy atractivo y sentía una corriente eléctrica que me atraía hacia el pero no le iba a dar el gusto, seguro eso le pasaba con todas las chicas - Eso le dices a todas las chicas que casi tiras al suelo, me debes un café, que manera tan cordial de ligar tienen los británicos.

El castaño solo rio de una manera tan varonil que hizo que mordiera mi labio inferior en un gesto nervioso, era demasiado atractivo y tenía un magnetismo que atraía, demasiado.

-Y tú eres una americana con un genio muy interesante - levantando una ceja y mirándome con curiosidad ese joven me estaba acabando la paciencia, que no tenía mucha por el dolor de cabeza que se estaba empezando a formar - pero las reglas de la cortesía, dices que si le tiras una bebida a alguien, tienes que reponérsela.

Cronicas de La Academia. Libro 1. Descubrimiento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora