Capitulo 23.

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La lluvia que había empezado como un pequeño chubasco, se convirtió en una tormenta al llegar a los barrios bajos de Londres, el agua caía con fuerza sobre nosotros, parecía descargar su ira o lamento por los sucesos de la noche anterior sin darnos tregua, en ese momento estaba agradecida con el de arriba por la ropa térmica e impermeable que llevábamos puesta.

Con la capucha de la chaqueta cubriéndome del agua, íbamos caminando por las aceras, siguiendo a Helena, en el transcurso en el auto, está se había concentrado en las fotos de los fugitivos que buscábamos, no sabía exactamente como lo hacía, una vez lo había intentado y fracasado en el intento, no se me daba bien el rastreo a eso sumándole mi pésima orientación geográfica, el desenlace era obvio.

Así que estábamos acatando las instrucciones de Helena, sobre por donde podíamos encontrar a los chicos, cargada con una Glock en el bolsillo interior de mi chaqueta y una corta navaja escondida entre el cinturón de mis pantalones, sabíamos que no íbamos a estar solos, nuestros enemigos también estaban buscando a esos niños.

-Aquí el rastro se divide – dijo Helena después de unos minutos de caminata – por allá – señaló un callejón que daba a un conjunto de casas pegadas como tipo vecindad – y por acá – señalo un camino que daba cabida a los grandes almacenes – tendremos que dividirnos.

Esa idea no nos agradaba a ninguno de los tres, pues justamente por eso habíamos ido en grupo a aquella expedición, sabíamos que teníamos más terreno por recorrer, la gente se había refugiado de la interminable lluvia en sus respectivos intentos de casa, algunos estaban en las maltrechas casas abandonadas mientras otros, solo improvisaban con cartones y láminas.

-Helena ve hacia aquella vecindad – dijo Nathaniel observando el panorama – si están aquí, es probable que estén refugiados ahí, tal vez con su antigua familia o conocidos – volteo a verme con cara de pocos amigos – tu y yo iremos a los almacenes, no sabemos que podemos encontrar por ahí, preferiría que no tuviera que ir uno solo.

Con seriedad solo asentí a las órdenes de Nathaniel, no tenía caso discutir por una niñería, íbamos cortos de tiempo, el clima no amenizaba y si seguía así, sería imposible localizar a alguien, por otro lado nos daba espacio de tiempo pues los aviones no podían despegar con este clima, así como ningún otro medio de transporte se movería.

-Tengan listos los radios y atentos a los auriculares, cualquier cosa estaremos en contacto – con esto Nathaniel fue caminando hacia la segunda ruta y me vi siguiéndolo, observando todo, la ruta hacia los almacenes estaba más mal iluminada que donde estaban las casas, si eso era posible, saque una linterna de mano de mi chaqueta, único objeto que traía aparte de la Glock para iluminar.

Cartones viejos, basura esparcida, junto a varios objetos inservibles tirados por las calles, nos topábamos, se miraba poca gente escondida dentro de esos grandes edificios abandonados, la mayoría de ellos hombres adultos y uno que otro joven.

Reinaba el silencio, lo único que se escuchaba era el ruido de las gotas de agua caer sobre las láminas y un chillido de… ¿Ratas? Me tense inmediatamente, escondiendo mi pavor sobre esos animales con una cara de seriedad, pero por dentro estaba temblando como una gallina, odiaba a esos animales, no sabía de donde venía ese estúpido miedo, pero desde que tenía uso de razón, las odiaba.

Vislumbre un parpadeo de algo, como el reflejo de un objeto contra la luz, dentro de un edificio abandonado y derrumbado, algo dentro de mí me decía que fuera a inspeccionar ahí.

Con pasos vacilantes y cautos me dirigí hacia ese lugar, había alguien o algo allá que nos estaba llamando, podía sentirlo, a pesar de estar el edificio derrumbado, se podían ver ciertas partes que estaban habitables ¿Estarían escondidos ahí los chicos que buscábamos? Estaba tan concentrada que pegue un brinco del susto cuando alguien me tomó del brazo.

Cronicas de La Academia. Libro 1. Descubrimiento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora