Gaby desea levantarse y salir corriendo de allí, pero las piernas no le responden, de repente se siente muy cansada, como si su cuerpo se hubiera entumecido.
- Nunca me engañó – continúa diciendo Lucy - Hablaba todo el tiempo de lo mucho que la quería, decía que aunque usted era frágil emocionalmente, él la adoraba y no podría seguir viviendo si la perdiera. Creo que me buscó porque sexualmente hablando, necesitaba más de lo que conseguía de usted. No era violento, pero le gustaba el sexo duro. Me contó que usted era virgen cuando se casó y por eso él no se atrevía a tocarla más que con delicadeza. Ambas lo amamos y lo perdimos señora Fontaine, pero ya ha pasado un año y el remordimiento no me deja vivir en paz, por eso estoy acá, creo que usted tiene derecho a saber toda la verdad.
Finalmente Gaby logra levantarse, descuelga el pendón, saca la fotografía de los palos, la rasga hasta convertirla en pequeños trozos que va desechando en una papelera y se retira de la sala sin decir una palabra, ni derramar una sola lágrima. Todo lo que representaban sus nueve años de matrimonio con Ben, se disuelve como sal en agua con esa mentira. Como no había llevado su auto, se dirige a su casa usando el servicio de taxi del hotel. Al llegar, va directo a la habitación que compartió con Ben, se desnuda y deja la ropa que estaba usando sobre la cama. Por primera vez desde que él se los puso en los dedos, se quita los anillos de compromiso y nupcial con la intención de no volver a usarlos nunca y los pone dentro del joyero Mouawad decorado con diamantes, otras gemas y metales preciosos, el último desatinado regalo de cumpleaños que le dio Ben, quien nunca comprendió que a ella no le interesaban esas piezas lujosas.
Si esos anillos no fueran joyas de familia, los habría lanzado desde la ventanilla del taxi, como tuvo la intención de hacerlo y aunque está segura que ellos nunca le exigirían que los devuelva, prefiere hacerlos llegar a los Fontaine, a quienes pertenecen. Se dirige desnuda hasta el baño de huéspedes, llena la tina con agua tibia y sales de baño. Se sumerge, se queda allí llorando furiosa sin poder evitarlo, hasta que el agua se enfría. Sale, se seca y se cubre con una manta que le regaló su suegra hace unos días, no quiere tocar nada que haya tocado él «No derramaré otra lágrima por ese bastardo, maldito, desgraciado, malparido, hijo de la gran puta, mentiroso, fraudulento, estafador, basura, poco hombre que hablaba de mí a mis espaldas con su amante y espero que esté ardiendo y retorciéndose de dolor en la quinta paila del infierno... ¡Uf!»
Siente que se queda corta insultándolo y aunque no tiene mucha práctica usándolos, espera recordar otros epítetos para dedicárselos la siguiente vez que se vea forzada a mencionarlo o pensar en él. Tampoco quiere acostarse en ningún lugar en el que hayan compartido intimidad, se aproxima a un sofá cama que su cuñado Matt trajo los días posteriores al accidente, cuando la casa se llenaba de gente, hacían falta más asientos y camas y que luego no se lo llevó de vuelta. Lo abre, extiende la manta, se acuesta desnuda sobre ella y repasa con la cabeza fría toda la situación. Se siente emocionalmente decepcionada y sexualmente estafada, pero entiende que no tiene mucho sentido envenenarse la vida, enfrascándose en una eterna pelea con un difunto.
No va a regodearse en la pena por lo que acaba de descubrir y menos aún, contárselo a nadie. Con haber pasado todo un año llorando por una farsa, cree haber hecho suficiente el ridículo para toda una vida. Definitivamente no, por ella, nadie sabrá lo tonta que fue, ni lo engañada que estuvo. Se queda mirando el techo en la penumbra, tomando una decisión drástica, terminante e irrevocable sobre lo que hará con su vida, que pretende poner en práctica apenas amanezca el próximo día. Una vez tiene eso resuelto, se siente libre y en paz. Con la mente en blanco y sin darse cuenta, comienza a acariciar sus senos y pellizcar sus pezones con la mano derecha, mientras con la izquierda, manipula su clítoris para masturbarse.
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GABRIELLE. Un nuevo comienzo
Random¿Qué haces cuando descubres que la vida de ensueño que pusieron a tus pies diez años atrás, era toda una mentira? ¡Avanzas y te inventas otra! Las primeras cuatro de las cinco etapas del duelo, por el fallecimiento de su joven esposo, negación, ira...