CAPÍTULO 9 La contraseña correcta

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   En la tarde le hacen entrega a Matt de un sobre manila, con varias cajas pequeñas de terciopelo gris y azul, que contienen las joyas que Ben había comprado para su amante, las que a pesar de su sumisión y para sorpresa de la usuaria,  curiosamente dejó a su nombre, quizás previendo una ruptura y asegurándose la posibilidad de recuperarlas. Una vez Matt coteja las joyas, con las facturas que consigue en el fondo de la gaveta del escritorio que su hermano utilizaba, se da cuenta que están todas. Regresa a Austin el día siguiente y guarda las joyas en su caja fuerte después de fotografiarlas, sin decidir aun lo que va a hacer con ellas, pero teniendo muy claro que no desea anexarlas a las joyas de su familia, ni aunque desaparezcan entre la gran cantidad que posee su madre. No hay dudas que ni siquiera con la amante que al parecer satisfacía sus particulares necesidades, Ben había sido honesto.

   Lo único que le queda a Lucy de su aventura con su hermano es lo bailado, como dice el dicho. El placer que pudo causarle azotarlo y humillarlo como su sumiso, los dos años de haber vivido en un buen lugar sin pagar renta y lo que pudo comer, beber y disfrutar, saliendo con él durante ese tiempo. Lleva el celular y el ordenador al garaje de su casa en Los Ángeles, busca un martillo y destruye ambos hasta que no queda una pieza entera. Ambos equipos estaban limpios, había borrado todo y yendo más lejos, podría haber destruido la memoria, la sim card, el disco duro y ya,  pero siente tal furia interna que se hace uno con el sentimiento de Gabrielle. Lo que acaba de hacer, es lo que ella habría hecho, es más, quizás después de destruirlos también les habría prendido fuego.  En la mañana se dirige a donde vive Lucy, un edificio viejo y maloliente.

   Matt la encuentra en el pasillo, frente a su minúsculo apartamento y la confronta amenazante, diciéndole que cree que ella conservaba esas imágenes para chantajear a su hermano y que espera que no conserve copias, ni tampoco su otro sumiso o caerá sobre ellos todo el peso de la ley y que espera que no cometan la estupidez de enfrentar a una familia poderosa. Su intención es principalmente asustarla, lo que consigue enseguida. Ella le asegura que las imágenes eran exclusivamente para Ben, que ella solo tomaba y conservaba las que estaban en el celular, donde lucían como una pareja de enamorados, las que podía mostrar a sus amistades y familiares quienes no saben nada sobre sus preferencias sexuales.

   Le asegura que por el contrario, Ben siempre pedía ser filmado o fotografiado durante sus encuentros sadomasoquistas para que ella le mostrara algunas de esas imágenes en video llamadas,  que él le hacía cuando estaba en Austin.  Lucy le informa que esas imágenes le servían de estímulo a Ben para auto complacerse, encerrado en su estudio, mientras su esposa dormía o estaba fuera de la casa, sin que quedaran rastros de esas fotografías en sus equipos, que cualquier miembro de su familia pudiera llegar a descubrir. También le dice que un tiempo después, él compró un celular en secreto, solo para comunicarse con ella y allí tenía muchas de esas imágenes almacenadas. Tal vez por tratar de congraciarse o demostrar que está siendo sincera, explica a Matt que Ben le había confiado que ese celular lo guardaba silenciado y con su cargador, en el fondo de la última gaveta de su escritorio en el estudio de su casa.

   Según dice ella, Ben le aseguraba que se le hacía muy difícil soportar el mes y medio que estaba separado de ella, por eso se encerraba en el estudio a altas horas de la noche a masturbarse, mientras acataba algunas órdenes que ella le daba. La mujer hace énfasis en que su hermano solo era feliz, durante las dos semanas que pasaban juntos. Matt se retira y la deja hablando sola, no siente el más mínimo interés en escucharla hablar de lo felices que eran durante los aberrantes actos que practicaban juntos, solo necesitaba asegurarse que ella no tuviera otras fotografías.  Matt piensa aliviado en lo cerca que estuvo de que ese celular que ella menciona, hubiera caído en manos extrañas, habría vendido ese escritorio de no tratarse de una preciada antigüedad propiedad de su padre, única razón por la que él prefirió conservarlo.

GABRIELLE. Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora