CAPÍTULO 22 Incomodo asunto con el cervecero

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   Aunque ellos insisten en que no está sucediendo nada fuera de lo normal, ella no termina de creerles, algo cambió en su ambiente laboral y ella lo percibe.

-          No fue eso lo que sentí cuando me prohibió que ingresara a la sala de juntas durante las reuniones, de ahora en adelante. Creo que no me tienen confianza. Tal vez crean que soy una espía de la competencia o algo parecido. Si esto sigue así, renunciaré.

-          ¡Nada que ver! Si pensaran algo así de ti, lo habrían comentado en alguna reunión, aunque fuera para alertarnos, es decir,  nosotros lo sabríamos – interviene Aston nuevamente.

   A fin de mes, la situación sigue igual, el acceso de Gaby sigue estando vetado en cada ocasión que el Equipo Directivo se reúne, bien sea en la sala de juntas o en la oficina del Alto Líder. Ella decide tomar el toro por los cachos, hablar directamente con el subdirector y para ello se dirige a su oficina. Lo encuentra sentado, reclinado hacia atrás,  con las piernas sobre una esquina del escritorio,  los tobillos cruzados  uno sobre otro y con la puerta de su oficina abierta, como acostumbra mantenerla.

-          Señor Jennings ¿Puedo hablarle? - pregunta Gaby, de pie bajo el marco de la puerta.

-          ¡Claro mi niña, pasa adelante y siéntate! Disculpa si me quedo en esta posición, tengo que cambiar esta silla ¡La espalda me está matando!

-          Estoy pensando renunciar – dice ella, entrando y sentándose frente a él

-          ¿Por qué? ¿No te sientes a gusto entre nosotros?

-          Al contrario. Creo que ustedes no se sienten a gusto conmigo.

-          ¿Por qué piensas eso?

-          Van dos semanas que me tienen con el acceso vetado a todas las reuniones del equipo. Quizás tengan sospechas sobre mí y si no les inspiro confianza, no creo que deba seguir trabajando acá en esas condiciones.

-          ¡Ay niña! – dice él enderezándose en su silla.

   El señor Jennings abandona la cómoda posición relajada, con la que esperaba calmar el malestar en su espalda baja, se levanta, se acerca a la entrada de su oficina,  da un vistazo alrededor en el exterior antes de cerrar la puerta, volver a su asiento y acercarlo al escritorio, con la espalda muy derecha.

-          No se trata de eso. Lo que te voy a decir no puede salir de estas cuatro paredes, pero espero que te aclare el panorama y te quedes tranquila.

-          Dígamelo, por favor.

-          Se trata de Sawyer. Dice que lo pones nervioso, por eso me pidió que no te permita estar cerca de él durante las reuniones, cuando necesita estar tranquilo y expresarse con ecuanimidad. Teme que si te ve, comience a tartamudear o balbucear y los demás se den cuenta lo mucho que le afectas. Me confesó que ya le ha sucedido, al verte, mientras él estaba hablando por teléfono.

-          No comprendo.

-          No hay nada que comprender ¡Le gustas, niña! Desde el primer momento que puso sus ojos en ti.

-          ¡Oh por Dios! ¡No!

-          No te preocupes, no hará nada que te perjudique. Sawyer sabe que estás comprometida y no se atrevería a insinuarte nada, por eso ordenó que cambiaran de lugar tu escritorio, para no incomodarte al no poder evitar mirarte, pero eso no impide que sienta lo que siente y que prefiera protegerse manteniéndote fuera de su vista, especialmente cuando necesita estar bajo control.

GABRIELLE. Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora