CAPÍTULO 12 Acto de desaparición

443 29 0
                                    

   Una tarde Dalilah le cuenta a Gaby que ella proviene de una familia de cirqueros. Sus padres fueron famosos trapecistas que dieron la vuelta al mundo con su circo. Ella es la menor de cuatro hermanos y desde los cinco años trabajó junto a ellos, haciendo acrobacias en trapecios, sobre caballos o elefantes, lo que hiciera falta para completar o hacer más atractivo el programa y esa fue su vida durante diez años. Tenía quince cuando el circo se preparaba para presentarse en Denver, Colorado y un viejo mago que viajaba de pueblo en pueblo en una casa remolque pintada por fuera como una carreta del lejano oeste, se reunió con su padre para saber si habría espacio para él en el show. Su padre no lo admitió pero mientras estaban reunidos, Dalilah se ocultó en el remolque, dentro de uno de sus aparatos para trucos, una especie de cubículo donde una persona entra y lo hacen desaparecer frente al público.

   Dalilah se dio cuenta cuando el vehículo se puso en marcha y se acomodó lo mejor que pudo para soportar la incomodidad  en el reducido espacio. Cuando el mago se detenía, ella prestaba atención hasta que escuchaba que él se alejaba del remolque, entonces ella también salía, rápidamente buscaba un baño, tomaba agua, se apropiaba de algo para comer  entre lo que el mago tenía en el remolque y volvía a esconderse. El segundo día de camino, un poco antes del atardecer y estando ya bastante lejos del circo de su familia, llegaron a un pequeño y tranquilo pueblo. Cuando Dalilah escuchó salir al mago, se asomó por una ventana del remolque y lo que vio le pareció el lugar más lindo que había visto en su vida, un pueblito entre un mar de montañas, que parecía una pintura que cobraba vida.

   El remolque estaba estacionado en calle principal, igual que muchos otros autos de vivos colores. De inmediato decidió quedarse a vivir allí, pero cuando iba a descender del vehículo, se abrió la puerta y se encontró frente a frente con el mago, quien recordó haberla visto en el circo, aunque de saber que era la hija menor de edad del dueño, probablemente la habría regresado a sus padres esperando una recompensa. El hombre enfureció, la acusó de haberse colado como polizón en su remolque e  intentó cobrarle el viaje en especias, empezando por tratar de besarla y meter su mano bajo la falda de Dalilah. Fue en ese momento cuando ella descubrió su poder, su habilidad para manipular a los hombres, hablándoles suave y bonito para conseguir de ellos lo que quería, sin dar a cambio nada más que la ilusión de una promesa.

   Dalilah le dijo que nunca había estado con un hombre, le pidió que le permitiera asearse antes, ya que llevaba dos días encerrada en el reducido cubículo, estaba muy sucia y olía mal, le dijo que podía acompañarla y luego regresarían al remolque a hacer todo lo que él quisiera. El viejo mago se relamía imaginando todo lo que le haría a esa bellísima jovencita, que lucía como una figura decorativa de costosa porcelana. Consideró un halago que ella deseara asearse para él y estuvo de acuerdo con su sugerencia de acompañarla para que usara el baño. La llevó a una pintoresca taberna/café, al otro lado de la calle donde había estacionado el remolque. Era una edificación dos pisos, con la fachada de ladrillos rojos, ubicada en una esquina de la calle principal, cuyo techo y paredes estaban decoradas con gran cantidad de objetos, inclusive cuernos de alce.

   No quería perderla de vista mientras ella estaba dentro del baño. Tomó asiento en uno de los bancos en la barra, pidió un café y un sándwich de pechuga de ternera cubierta con cebolla caramelizada y pepinillos, dentro de un Kaiser roll¹ que comió muy despacio, esperando compartirlo con ella, pero el tiempo pasó, pasó y pasó y Dalilah no apareció. Molesto, preguntó por ella a una mesera que pasó por su lado, de nombre Rosa según decía el gafete prendado en su uniforme, diciéndole cómo iba vestida, que era rubia, pequeña de estatura y que era su sobrina. Rosa le informó que una niña con esa descripción atravesó la cocina y salió corriendo del establecimiento, sin que nadie pudiera darle alcance, que  tumbó a su paso dos sillas en el patio de atrás, donde solo tienen permitido el acceso los miembros del personal.

GABRIELLE. Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora