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El éter me había noqueado alrededor de una hora o hora y media, lo sabía por la hora del reloj que había colgado en la pared de la habitación donde me encontraba, sabía bien a qué hora habíamos llegado YoonGi y yo, a la casa de la profesora JiWoo.

Me encontraba en el suelo, amarrado de manos y pies con cinta adhesiva, podía sentir que el agarre de estás no era fuerte, apenas y sentía la parte izquierda de mi cuerpo comenzar a enfriarse.

Frente a mí, se encontraba YoonGi inconsciente por el fuerte golpe que había recibido en la parte trasera de la cabeza hacía unas horas. Su respiración era un poco débil, sus manos y pies estaban atados como los míos, sus mejillas se encontraban rojizas, por el inmenso calor que hacía dónde nos encontrábamos, se encontraba lejos de mí, lo bastante como para que su intenso aroma a café amargó —de siempre— apenas entrará por mis fosas nasales.

Deje de mirarlo unos segundos para concentrarme en la situación difícil en la que nos encontrábamos ambos, a un par de centímetros frente a mí, había unos cuántos pedazos de vidrio roto, con mucho trabajo tomé el pedazo más cercano a mí. Como pude lo acomodé en el medio de mis palmas, y comencé a cortar la cinta adhesiva, cortándome un poco la piel de la palma de mis manos.

Inmediatamente vino a mí el recuerdo de In Jae, siguiéndonos.

Después de varios minutos incesantes de lucha con la cinta, por fin empecé a sentir como está se desgarraba hasta por fin romperse completamente, despacio me zafe de la atadura de mis manos y así mismo empecé a cortar con el pedazo de vidrio la cinta alrededor de mis pies.

Estaba apunto de levantarme cuando oí el estruendoso ruido de unos tacones resonar por fuera, como pude uni rápido la cinta de mis manos y pies, intentando que no se notará lo rasgado de las mismas, por haberlas cortado. Escondí el pedazo de vidrio entre las palmas de mis manos —en las cuáles habían ligeros rastros de sangre— ocultandola entre la misma cinta adhesiva.

Mis ojos se abrieron por la sorpresa de ver quién estaba detrás todo lo que nos estabas pasando a YoonGi y a mí en estos momentos.

—¡Profesora! —clame sorprendido.

En definitiva, ella se había salido de sus cabales, por no decir que se había vuelto loca.

Su rostro mostraba cierta sorpresa de verme consciente.

Rápidamente salió de la habitación y luego de un par de segundos volvió con un hombre fuerte y alto caminando a su lado con el rostro cubierto con un pasamontañas negro.

—¡Levantalo! —le ordenó fuerte y claro, señalándome.

Mis nervios se hicieron presentes pues esperaba que no descubriera que ya me había soltado.

Los brazos de aquel nombre no se veían fuertes, sin embargo, las apariencias me engañaban. Colocando uno de sus brazos alrededor de mi espalda y el otro alrededor de la flexión de mis rodillas, me levantó y sentó sobre silla de madera.

Afortunadamente no había logrado darse cuenta, deprisa centré toda mi atención de nuevo a la profesora JiWoo —¿Qué está haciendo profesora? —pregunte al mismo tiempo que ella se ponía en cuclillas observando detenidamente a YoonGi —YoonGi y yo la vimos tirada en el suelo de la cocina de su casa, ¿cómo es qué...? —no pude terminar la pregunta pues su mano se estrelló contra mi mejilla izquierda sin siquiera darme tiempo a reaccionar sobre en que momento había llegado frente a mí.

—No sabes las ganas que tenía de hacer eso —se mofo, exhalando fuertemente —Pense que el éter te mantendría dormido más tiempo pero me equivoqué —resoplo con enojó —¿Quieres beber un poco de agua? —pregunto, dirigiéndose a una pequeña nevera que había en la esquina de la habitación detrás de YoonGi —Debes tener calor, ¿no? —Sabia que era una trampa, algo tendría el agua seguramente.

Serendipia ꒱ Yoonjin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora