18.

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—¡¿Profesor, Min YoonGi?! —soltó una voz gruesa al otro lado de la puerta, haciéndonos saltar tanto a mi como a YoonGi como a mí.

Inmediata e instintivamente me levanté de encima de las largas y gruesas piernas del profesor, donde hasta hace unos momentos estaba completamente cómodo.

—¡Dios! —exclame rápidamente, sintiendo mi corazón latir de manera descontrolada y colocando inmediatamente mi mano izquierda sobre mi pecho más exactamente de dónde provenían aquellas pulsaciones aceleradas. —Casi me matas del susto. —recrimine tan pronto como pude.

—Nos —me corrigió el atractivo pálido a mi lado quién se levantaba tranquilamente de la silla reclinable detrás suyo de color negro.

—Se lo merecen, no deben estar así. —nos reprendió TaeHyung, tensando un poco más el ambiente.

—Es cierto. Debemos ser cuidadosos, bonito.

Un largo brazo comenzó a colarse por mi cintura, acercándome lo suficiente hasta mi bello novio.

—Lo sé, pero... —cabizbajo guardé silencio.

—Sé que es el único momento que tienen para verse, para quererse pero un mal movimiento y usted se quedará sin trabajo y tú terminarás en un internado, lejos de él. —TaeHyung soltaba palabras hirientes pero ciertas, sentía perfectamente los vellos de mis brazos y piernas estremecerme.

La mirada de YoonGi velozmente se posó sobre mis ojos claros en busca de una respuesta a lo que había dicho anteriormente TaeHyung —No me mires así, realmente no se cuál es el alcance de mis padres —quería creer que mis padres no serían tan malos pero la verdad es que no sabía que alcancen tenían y eso de cierta forma me asustaba.

—Tranquilo, bonito. Ahora estamos juntos y se va a necesitar mucho para que te separen de mí —con su voz un poco ronca, me hizo sentir completamente seguro, tranquilo, tanto conmigo mismo, como consigo. Su cariño, amor, y persona adoraban y protegían todo de mí, cosa que me encantaba.

Solía creer que cada hombre había nacido para una mujer, pero ahora estaba total y completamente seguro, de que para nada era así, de que la felicidad, no radicaba en eso, sino en el sentir de las personas, en querer y ser querido, sin importar el sexo de las mismas, sin tomar en cuenta nada, más que su amor.

—¿Hijo?

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—¿Hijo?

La voz de mamá había cambiado considerablemente a su voz de la mañana, en la que a gritos intento hacerme hablar acerca de con quién estaba saliendo. —sin éxito debo decir —y tenía que admitir que había sido bastante persuasiva.

—Mande mamá —exhalé pesadamente, dejando mi muy pesada mochila a un lado del no tan pequeño sillón de color marrón donde me tiré cual costal de papas, desparramando lo que quedaba de mi, después de un día tan pesado sintiendo mis pies doler e inclusive arder un poco por el cansancio,

Serendipia ꒱ Yoonjin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora