21.

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El día es encantador, soleado, bello, más bello que otros días. Las personas en las calles ríen de manera sin igual. Los niños y niñas de 6 a 10 años de edad corren y andan en sus bicicletas sin reparo por el no tan pequeño parque lleno de flores y enormes árboles con sus hojas totalmente verdes que se tambalean de manera especial por el aire de la tarde, que es más que fresco. En las aceras una que otra pareja caminan por ahí, demostrandose con respetó su amor como sí nada y nadie más importará. Todos irradian alegría y felicidad, todos excepto una chica de cabellera castaña, de unos 28 años, que aunque preciosa a la sombra, a la luz del sol demuestra lo descuidada que está, sus pequeños ojos claros denotan que ha llorado demasiado, demasiado como para que el maquillaje sobre ellos no cubra lo hinchados que están, sus labios resecos y mordidos tienen pequeños rastros de sangre sobre ellos, en su rostro una profunda expresión de tristeza la aborda.

Lentamente su paso comienza a disminuir, al visualizar frente a ella, una de las más grandes y elegantes casas de toda esa zona residencial donde se encontraba pero esa frente a ella, era en especial la casa que ella venía buscando.

Antes de siquiera dar un paso más hacía adelante, paso por su mente, por quinta vez desde la mañana, lo que estaba a punto de hacer. Indecisa de sí sería o no lo correcto.

—Pero que más da. Él, me quitó lo que yo más quería —se dijo así misma, recordando el porque de lo que estaba a punto de hacer.

Al cabo de un par de segundos, sacando todas y cada una de las dudas de su cabeza, emprendió el caminó directo, a aquella enorme casa que a la distancia se veía aún más lujosa de lo que era.

Con decisión, tocó la puerta tres veces —ni lo bastante débil, ni lo bastante fuerte —en espera de una respuesta.

Luego de algunos escasos segundos, una de las dos gigantescas puertas de madera, se comenzó a abrir con cierta lentitud, dejando entre ver a la castaña, lo enorme y hermosa de aquella casa por dentro. Comprobando que aquella no sólo era hermosa por fuera, sinó también por dentro.

—Buenos días. —saludó rápidamente, al percatarse de la presencia de una mujer mayor frente a ella con un atuendo lo bastante formal como para saber que trabajaba ahí.

—Buenos días, ¿señorita? —Con duda, Sun Hee saludó a la que a primera vista parecía ser una mujer linda.

JiWoo, no pudo deducir a bien que cargo tenía aquella mujer de edad mayor que le había abierto la puerta. Podrían tener mil cargos en esa enorme casa, a lo que simplemente no le tomo tanta importancia.

—JiWoo —mencionó, generando un pequeño eco fuera de aquella casa tan grande.

—¿En que le puedo ayudar, Señorita JiWoo? —Con cierto recelo Sun Hee preguntó.

—¿Se encuentran los Señores Kim? —La mirada de ésta se adentraba disimuladamente dentro de la casa, recorriendo lo poco que se podía contemplar desde afuera, en busca de alguno de los padres de Jin, que pese a no conocer esperaba distinguir.

—Depende. —contestó la ama de llaves en un tono para nada amigable.

—¿De qué? —Deprisa, Sun Hee fijo su vista sobre la de la ama de llaves con cierta molestía.

—De para que los busqué. —completó aquella mujer mayor, observando de pies a cabeza a aquella mujer castaña con ojos pequeños y rostro hinchado.

—Soy la profesora de Kim SeokJin. Es importante lo que vengo a decirles a sus padres —Éstas palabras retumbaron una y otra vez en su mente por al menos unos segundos.

—¿Algo de lo que deban preocuparse? —Cualquier cosa que fuera la que tenía que decirles a los Señores Kim, sabía que ella también debía saberlo, había cuidado de Jin desde que prácticamente era un bebé y esta mujer al otro lado de la puerta no le daba una buena vibra, sabía que cualquier cosa que fuera a decirles a los padres de Jin, no era nada bueno.

Serendipia ꒱ Yoonjin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora