Capítulo 9

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Me desperté sobresaltada y me invadió el pánico cuando mis ojos no pudieron distinguir nada en la oscuridad. Estaba recostada sobre el colchón y cubierta de mantas. Mi rostro se sentía helado, pero un brazo caliente y grande me apresaba la cintura firmemente, por debajo de las mantas.

Me relajé de inmediato cuando sentí la respiración de Leonid a mis espaldas. Me había puesto de costado mientras dormía y él se había acercado para abrazarme, no sabía si fue inconscientemente o porque había estado temblando de frío.

Me tape la nariz con una de las sabanas. Sentía un frío insoportable fuera de esa cama, y seguramente no moría de frío gracias a la temperatura de Leonid.

Debía de ser muy tarde en la noche, las velas ya se habían consumido por completo, y de repente en la oscuridad fui muy consciente de su brazo en mi cintura, de su pecho apretado contra mi espada y de sus fuertes piernas rozando levemente las mías.

Mi corazón latía rápido, de una manera estúpida. Nunca había estado así de cerca con un hombre. En realidad, no había estado así de cerca con nadie. En la ciudad los abrazos no eran muy utilizados y nos limitábamos a secos estrechamientos de manos. Ni siquiera tenía recuerdos de mi madre abrazándome ya que era muy pequeña cuando ella murió.

Murió atacada por los mutantes.

Mi cabeza era un lío increíble, todas las ideas con las que me había criado competían con las experiencias vividas de los últimos tres días. No podía diferenciar qué cosa estaba bien y qué cosa estaba mal.

Me di cuenta que no había sido lo suficientemente valiente para encarar a Leonid y exigirle que me respondiera que quería hacer conmigo, el por qué me había traído hasta su pueblo.

Mil ideas y pensamientos confusos daban vueltas en mi mente, pero el agotamiento de días de caminatas me hizo caer rendida una vez más en un sueño profundo.

(...)

Incluso antes de abrir los ojos supe que algo andaba muy mal conmigo.

El dolor de mis músculos era insoportable, al igual que el dolor que me partía la cabeza. Me sentía débil y cansada. Mi respiración era pesada y tenía escalofríos por todo el cuerpo, a pesar de que estaba sudando.

Abrí los ojos pesadamente, dándome cuenta de inmediato que estaba sola en esa enorme cama. Era de día ya que la luz de la mañana entraba por debajo de la puerta, iluminando todo el espacio levemente.

La madera con la que estaba construida la cabaña era oscura y pude apreciar sus detalles rústicos. El lugar era pequeño pero acogedor. Me hubiese encantado levantarme y apreciar la vista que debía de tener desde la puerta de aquel maravilloso pueblo mutante pero no sería capaz de levantar ni un dedo.

Oí unos pasos por detrás de la puerta, luego alguien abriéndola y me asusté por un segundo antes de ver a Leonid entrar por ella, completamente vestido. Traía algo entre sus manos y se veía preocupado.

–¿Cómo te sientes? –preguntó mientras se acercaba a mí y se arrodillaba junto a la cama.

–Mas o menos –respondí en un susurro– ¿Dónde estabas?

–Fui a buscar algo para ti –me dio uno de esos cuencos que habíamos usado la noche anterior para beber el agua, pero esta vez tenía un contenido oscuro y salía humo.

–¿Para mí? –pregunté tontamente.

–Tómalo, es un té de hierbas que te hará sentir mejor.

Me ayudó a sentarme con la espalda contra las almohadas. Me sentía muy débil y terriblemente enferma.

–Creo que tengo un virus –comenté mientras tomaba el cuenco con cuidado y daba un sorbo.

MÚROM #1 [Completa ✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora