Me despertó el calor, mi espalda estaba sudando y me sentía un poco incómoda. Me desperecé hasta que me di cuenta que tenía algo pesado sobre mí. Abrí los ojos rápidamente, estaba recostada de lado y el chico mutante se había inclinado hacia mí, apoyándose sobre mi espalda como si fuese su almohada.
Seguía roncando, y ronroneando, y aunque no lo estaba viendo me lo imaginé tan adorable que no pude reprimir una risita. Dejó de roncar al instante y me quedé dura como una piedra.
Hizo un pequeño gruñido de molestia y se alejó de mí, levantándose y estirando sus músculos. No pude moverme hasta que oí sus pisadas alejándose de la cueva. Hice lo mismo y estiré mi dolorida espalda y me levanté para ponerme mi ropa.
Lo hice rápido, nerviosa por si me veía desnuda, a la luz de la mañana ningún detalle pasaba desapercibido. Me puse mis calzas, mi vestido, su camiseta extra afelpada y encima de todo eso mi abrigo del instituto, aunque no pude ni siquiera abrochar los botones.
No tuve que pensarlo mucho para decidir qué zapatos ponerme, y terminé ajustándome las correas de cuero al tobillo. Dejé mis desgastados zapatos blancos sobre una de las cajas, con una pequeña sensación de pena al saber que los tendría que abandonar en aquella cueva.
No lo escuche venir. Solamente me volteé cuando dejó una gran lata sobre el piso de roca, llena de agua cristalina. Tomó una lata más pequeña, las que habíamos usado la noche pasada, y luego de llenarla me la dio.
–Bébetela toda –ordenó nuevamente.
Me estaba cansando que me mandoneara todo el tiempo, pero igualmente le hice caso porque no me animaba a llevarle la contra. Tenía la pequeña teoría que las mañanas no eran su parte favorita del día.
Sin dirigirnos ni una palabra más reanudamos nuestro camino hacia su supuesto pueblo, volviendo a adentrarnos en aquel frondoso bosque.
El día estaba espectacular, aunque no se veía el sol, había una agradable temperatura, lo que había hecho que la tierra del bosque se humedeciera con la nieve derretida.
Tuve algunos deslices torpes en el camino gracias al abundante musgo del suelo, pero a media mañana pudimos descansar mientras tomábamos otro desayuno frio.
–Antes del anochecer estaremos llegando a mi tierra –fue lo único que me dijo mientras guardaba las latas de comida sobrantes en su mochila.
Le asentí con la cabeza, pensando en cómo sería una vez que estuviésemos ahí. No sé qué reacción podían tener los demás mutantes cuando me vieran.
Seguimos camino hacia lo desconocido, mientras cada vez me sentía más perdida, no tenía idea de cómo hacía él para orientarse, pero parecía saber exactamente a dónde íbamos. Para mí, todo el camino se veía igual, hasta temí por un momento estar caminando en círculos.
–¿Qué pasará una vez que lleguemos a tu pueblo? –me decidí a preguntarle.
–Primero comeremos una buena cena –suspiró– y luego te quedarás en mi cabaña.
Puse mala cara aprovechando que estaba caminando detrás de él. Esperaba una explicación un poco más abundante, pero como siempre, habló como si solo estuviera dando órdenes.
–O sea que debo quedarme en tu cabaña... –comenté haciéndome la tonta– ¿Y hasta cuándo exactamente?
–Hasta que yo lo diga –murmuró.
Rodé los ojos. Este chico era terrible, ni siquiera me daba el pie para entablar una buena conversación. En la noche se había permitido bajar la guardia, pero parecía que se había arrepentido de eso.
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MÚROM #1 [Completa ✅]
Novela JuvenilEn el año 2.594 nuestra ciudad se erguía imponente y perfecta, creciendo sobre la destrucción y la guerra que nos había azotado hacia cientos de años, rodeada por los altos muros blancos que nos protegían de un exterior salvaje y deteriorado. Éramos...