Capítulo 21

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Había sido una noche horrible y aterradora, que había puesto mis nervios a prueba por completo. Se había sentido eterna desde el momento en que los temblores incontrolables de Leonid me habían despertado bruscamente, apenas si había dormido unas cuantas horas.

Me desesperé cuando susurré su nombre y no obtuve ninguna respuesta, por supuesto, me levanté como una loca de la cama y busqué a tientas la linterna en la oscuridad, casi llorando de alivio cuando la había encontrado cerca de mi almohada.

El pulso me latía en la cabeza sin parar, y las manos me temblaban tanto que se me cayó dos veces la maldita linterna antes de poder encenderla. Parpadeé ante la poca luminosidad que me brindaba y lo primero que vi fue el vaho que se desprendía de mi boca jadeante, la temperatura estaba por los suelos pero era mi última preocupación en esos momentos. Me di la vuelta para dejar la linterna sobre la cama y alumbrar a Leonid.

Estuve a punto de desmayarme cuando lo vi, todavía dormido, pálido, sudoroso y con horribles temblores que le sacudían el cuerpo de forma dolorosa. Mi corazón casi se parte en pedazos y por unos breves segundos el pánico me atenazó la garganta cuando me imaginé lo peor. Pero me puse a su lado rápidamente y le acaricié la cara con ternura, intentando despertarlo, pero no funcionaba.

Estaba a punto de ponerme a llorar y gritar como una desquiciada para atraer la atención de alguien, seguramente alguno de los vecinos de Leonid me escucharía a pesar del viento que rugía fuera de la cabaña. Lo sacudí un poco más bruscamente para ver si reaccionaba y casi me agarra un ataque cuando ni se movió.

Piensa maldita sea. Vamos Nika, es lo mejor que sabes hacer.

Dejé de berrear como un bebé y me limpié las pequeñas lágrimas que se me habían escapado de los ojos. No iba a permitir que Leonid muriera por quedarme llorando como una estúpida. Rápidamente corroboré el pulso y suspiré de alivio cuando noté que su corazón seguía bombeando con fuerza.

–Bien, eso está bien –murmuré para mí misma.

Lo toqué detrás de la nuca y me di cuenta de que estaba empapado y la piel le ardía como si estuviera en llamas. Seguramente llevaba horas con fiebre y me lamenté por no haberme despertado antes.

–¡Maldición tendría que haberme quedado despierta!

Me levanté de un salto de la cama, esforzando mi vista en la oscuridad y mirando hacia todas partes hasta que encontré la botella de agua que me había dejado Glev más temprano y la cual, ni había tocado. Tenía que empezar a bajarle la temperatura rápidamente.

Agarré una de las sabanas del baúl de madera y con mucho miedo tomé el enorme cuchillo que Leonid mantenía clavado en la mesa. Obviemos las dificultades que tuve para arrancarlo de la madera. ¿En serio tenía que dejarlo tan clavado justo cuando yo lo necesitaba?

–Resiste Leonid, por favor –supliqué en silencio mientras empezaba a cortar tiras de tela.

Separé unas cuantas, y las empapé con el contenido de la botella, tratando de desperdiciar lo menos posible. El agua estaba helada y por primera vez en la vida me alegré del extremo clima invernal de Rusia.

Regresé a la cama y me mordí el labio al ver que todavía estaba dormido y seguía temblando. Me arrodillé a su lado con mucho cuidado y le limpié la cara con el paño húmedo. Frunció el ceño enseguida y casi me caigo del alivio al ver sus ojos parpadear lentamente.

–¿Leonid? –susurré con un hilo de voz– ¿Puedes oírme? ¿Estás bien?

Le refregué la cara un poco más fuerte y por fin abrió los ojos del todo, parpadeó antes de clavar su mirada en la mía.

MÚROM #1 [Completa ✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora