Extra 3

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Leonid

La niña era insoportable. Y se había topado con el mutante menos paciente del mundo.

Me había arrepentido de muchas cosas en la vida, pero la estupidez de llevarme a la humana superó todas mis expectativas. Fue un infierno desde el primer momento que abrió los ojos y me torturó con sus gritos de niña y sus ruidosas pisadas.

Y ni hablemos de su debilidad física, porque podría estar todo el día sentado mencionando la cantidad de veces que se había tropezado con la nieve, o con la tierra, o con el maldito aire.

El sedante que le había dado el rebelde -el metenarices de Isak- había funcionado tan bien que la chica estuvo inconsciente casi todo el día. Hasta el punto que creí que moriría en cualquier momento.

Me puse a pensar dónde podría enterrar su cuerpo, pero no hizo falta, porque la insoportable se despertó poco después e hizo que nos retrasáramos muchísimo en esos pies tan pequeños que tenía.

En principio supuse que había cruzado un límite irreversible. Porque secuestrarla no le había hecho gracia. Así que había esperado ataques verbales, cuestionamientos, mordidas, arañazos o cualquier cosa que pudiera intentar con sus deditos graciosos para hacerme daño.

De nuevo, estaba equivocado.

La niña me siguió -un tanto enfurruñada- todo el camino hasta la cueva, mirando con la boca abierta la nieve a su alrededor. Me hizo gracia su cara, pero suponiendo que nunca había estado fuera de la ciudad era obvio que se sorprendería. De todas formas, la apresuré para continuar el camino hacia una cueva cercana, e increíblemente me hizo caso. Incluso confió en mi lo suficiente como para aceptar una comida caliente.

Siempre teníamos las cuevas que llevaban a la ciudad bien abastecidas en caso de emergencias, así como también los cientos de escondites donde teníamos mochilas de reserva para cualquier viajante perdido.

Agradecí esos suministros cuando la chica comió con tranquilidad, mirando el fuego frente a ella con curiosidad y cansancio. Yo ni siquiera intenté meterme nada en el estómago, porque aún sentía pequeñas oleadas de nauseas cada cierto tiempo.

Al final, deshacerme del veneno iba a ser más difícil de lo que había pensado.

En la noche tuve que acercarme para mantener su calor corporal. Otra muestra de su deficiencia en el mundo salvaje. Pero reconozco que tenerla pegada a mí, con su cabello de olor a lavanda junto a mi nariz, fue mas agradable de lo que quería reconocer.

Pero dormí poco esa primera noche, pensando en la terrible estupidez que había hecho. Cuidar de un humano iba a ser una tarea espantosa, y encima estaba debilitado por la herida de bala. El viaje hasta el pueblo era largo y complicado en esa época del año, donde el invierno acechaba con peligros recurrentes.

Y estaba solo.

Había intentado recoger algún aroma de mis compañeros, creyendo que quizás Glev o Anton habían insistido para esperarme. Pero no, era demasiado tarde. Ellos habrían supuesto mi muerte y continuaron su camino de regreso.

No me quería imaginar lo feliz que habría sido ese viaje para Grigori. Corriendo como un bocazas a contarle a Sergey que me habían perdido para siempre. Sonreí inconscientemente al imaginarme sus caras de culo cuando regresara.

Cuando regresara con la chica humana, por supuesto.

Bueno... si es que llegaba con vida.

Se sentía pequeña en mis brazos, con los músculos blandos y una temperatura corporal mucho mas baja que la de los mutantes. No sabia pelear, no tenia sentidos que le dieran ventaja y apenas si podía caminar por terreno plano sin tropezarse.

MÚROM #1 [Completa ✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora