Capítulo 28

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Maratón Parte II

(Último capítulo)

Me desperté cuando Leonid me besó la mejilla y se levantó perezosamente de la cama. Gemí cuando el aire helado se coló debajo de las mantas y me estremecí. Por lo general las mañanas no eran mi parte favorita del día y ésta en especial se sentía terriblemente fría y ventosa. Literalmente parecía que las maderas crujían al ser azotadas por la furia del viento. Y se sentía tan frío fuera de la cama que dudaba que pudiese levantarme en algún momento del día.

–Nika... –me acarició la frente con sus labios y suspiré con placer–. Está demasiado frío, quédate un poco más, en un rato te traeré algo de té ¿Está bien?

Entreabrí los ojos y me encontré con los suyos, tan hermosamente verdes, a solo unos centímetros de mi cara. El muy maldito estaba demasiado guapo e incluso ya se había vestido completamente. A veces envidiaba la energía que tenía.

–Si, me encantaría. Gracias Leonid.

Sonrió y me corrió las mantas de la barbilla para besarme suavemente sobre los labios. Me acurruqué aún más entre todo el lío de mantas y observé como una tonta como caminaba sigilosamente hacia la puerta y desaparecía.

La noche anterior no había resultado como había pensado, pero estaba igualmente feliz por haber hecho las paces con él. Me sentía demasiado cansada gracias a mis últimas noches de mal sueño y muchas pesadillas, pero aun así no veía la hora de levantarme y pasar el día pegada al cuerpo de Leonid lo más posible. Tenía pensado aprovechar cada maldito segundo con él.

Dormité un poco más, aunque el rugido del viento siempre terminaba despertándome y más tarde las ganas de ir al baño se hicieron presentes y no tuve otra opción que levantarme. Suspiré, preparándome mentalmente para el mal rato que pasaría mientras me vestía y tímidamente levante la colcha de mi rostro.

–¡Mierda! –grité mientras dejaba caer nuevamente la manta sobre mi cuello. 

Hacía demasiado frío incluso para pensar con claridad.

Me enrosqué como una bola y me enojé con la vida misma por haber nacido en un país con un clima tan extremo. ¿Cómo se supone que algún día me acostumbraría a esto? Sea como sea en algún momento tendría que salir de la cama. Gemí unos minutos después cuando mi estómago rugió de hambre. Mierda, podía ignorar fácilmente las ganas de hacer pis, pero no las ganas de comer, eso me ponía de un humor terrible.

Finalmente tomé todo el aire que pude y saqué un pie fuera de la cama. Jadeé cuando el aire frío me pinchó toda la piel y me estremecí, luego saqué el otro pie y sin darme mucho tiempo para pensarlo me destapé el resto del cuerpo rápidamente.

Oh madre mía. Maldito y odioso frío polar.

Empecé a temblar como un chihuahua en menos de dos segundos e hice una mueca cuando me puse de pie fuera de la cama, la madera estaba tan congelada que parecía que estaba caminando encima de cuchillos de hielo.

–A la mierda... –tropecé hacia donde estaba mi pantalón y me lo puse a toda prisa.

Casi me caí de culo cuando me apresuré para poner las piernas en los lugares correctos y murmuré varias palabrotas cuando deslicé la prenda helada sobre mis muslos.

–Lo lamento, pero me quedaré con tu camiseta Leonid –susurré a la nada mientras me ponía mis botitas de piel.

Su camiseta me quedaba evidentemente grande, pero ni loca me la quitaría para ponerme la mía, de todas formas, él tenía muchas más apiladas dentro del baúl. Me até las cintas de cuero con fuerza y di unos cuantos saltos de tijera para entrar en calor antes de peinarme el cabello. Luego busqué como loca la bufanda que las gemelas habían conseguido para mí y me la enrosqué en el cuello. No era mucho, pero al menos me protegería un poco del viento helado. Hubiera sido ideal si tuviese también un par de guantes.

MÚROM #1 [Completa ✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora