Temblé de forma incontrolable durante todo el camino, el frío me cortaba la piel y penetraba hasta la gruesa ropa negra que traía puesta. El dolor de cabeza seguía allí, entumeciendo mi cerebro y mis ojos estaban tan hinchados y secos que los tuve que mantener entrecerrados, el viento rugía por todo el bosque y agradecí que las gemelas caminaran a mi lado, tomándome de los brazos mientras Eva lideraba el camino con una pequeña linterna en la mano. Aun así, tropecé incansablemente con las raíces de los pinos y la tierra suelta.
Nos habíamos apresurado cuando comenzó a nevar lentamente, con pequeñas gotas congeladas que el viento arrastraba por debajo de las copas de los árboles, haciéndome doler la piel de las mejillas. Mi aspecto a estas alturas debía de ser espantoso y una amarga sensación se instaló en mi estómago ante la idea de tener que ver a Leonid de nuevo. Estaba muy segura de que se dedicaría a ignorarme.
Los dientes me castañeaban a pesar de estar envuelta en la manta que Marina me había dado, luego de haber abrazado a casi todo el pueblo junto a su cabaña. Había sido una de las experiencias más hermosas e intensas de toda mi vida, y a pesar de que había notado que no todos los mutantes habían estado presentes aun así me sentía orgullosa de que decenas de personas se hubiesen acercado para agradecerme de forma tan íntima.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad de sufrimiento para mis músculos cansados, nos detuvimos frente a la escalera de madera que ahora me parecía tan familiar. Eva me tendió la linterna y por el reflejo de la luz pude ver sus facciones preocupadas. Yo también lo estaba, y no por el hecho de que sabía que un enfurecido Leonid me esperaba al final de la escalera si no porque me sentía terriblemente enferma, como si mi cuerpo estuviese sin sangre. Estaba muy segura que esta vez enfermaría, no tendría tanta suerte luego de un día de pasar frío y atravesar un estrés tan grande como el que había pasado.
–Él todavía no llego –me susurró cerca del rostro, por encima del ruido del viento.
Algo se alivió dentro de mí y le asentí con la cabeza, agradeciendo en silencio, porque era incapaz de formar palabras gracias al castañeo de mis dientes.
–Sube con cuidado –me dijo Kira–, estaré debajo por las dudas hasta que entres.
Volví a asentir y me acomodé la manta sobre los hombros mientras comenzaba a subir. Sentía la mirada preocupada de las chicas sobre mi cuerpo mientras seguía temblando e intentaba subir la maldita escalera vertical. Mis músculos protestaron y el viento se hizo más fiero, aunque no lo suficiente para sacudir mi cuerpo y correr el riesgo de caer. La madera crujió para cuando llegué sobre el balcón y tanteé la puerta en la oscuridad hasta que pude abrirla.
Tal como me había advertido Eva todo estaba oscuro y tenebroso, Leonid no estaba allí, al menos no todavía y esperaba tener unos minutos de paz antes de que regresara y tuviese que enfrentarlo nuevamente. Caminé dentro de la habitación, iluminando el suelo con la pequeña linterna hasta llegar a la cama, donde aparte las mantas y me senté para quitarme las botas. No tenía fuerzas para quitarme el pantalón, así que me recosté y dejé que la linterna rodara por el piso hasta detenerse, alumbrando la pared donde había cinco atrapasueños, uno demasiado pequeño y horrible.
El nudo volvió a apretarse dentro de mi garganta cuando vi lo que las hábiles manos de Leonid habían logrado. Recordé esos buenos momentos, su risa cuando terminé mi patético intento de imitarlo, su paciencia, su mirada intensa sobre mi cuando creía que no me daba cuenta, sus manos calientes y tiernas a pesar de ser grandes y callosas, y por supuesto su maravillosa sonrisa que hacía que algo hermoso se derritiera dentro de mi pecho. ¿Cómo es que había arruinado todo de forma tan rápida y demoledora? ¿Cómo habíamos terminado así?
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MÚROM #1 [Completa ✅]
Teen FictionEn el año 2.594 nuestra ciudad se erguía imponente y perfecta, creciendo sobre la destrucción y la guerra que nos había azotado hacia cientos de años, rodeada por los altos muros blancos que nos protegían de un exterior salvaje y deteriorado. Éramos...