–Bueno... ¿me vas a decir qué diablos te pasa? –se cruzó de brazos sobre el pecho y me observó fijamente con esos increíbles ojos verdes. Parecía ligeramente molesto y un poco preocupado.
Estábamos sentados en el suelo de su habitación, supuestamente terminando de cenar, aunque yo me había dedicado todo el rato a revolver mi arroz con verduras con la cuchara. Esta vez estábamos solos, con la espalda contra la pared y me había rodeado con las gruesas mantas para no tener frío.
–No pasa nada –me encogí de hombros, pero el sonrojo de mis mejillas seguramente me estaba delatando.
Bajé la vista a mi plato y escuché como Leonid suspiraba y golpeaba su cabeza contra la madera, él sabía que me pasaba algo y yo sabía que él lo sabía. En cuanto había terminado de hablar con su líder Eva me había abrazado tan fuerte que me dolían las costillas, pero no dijo nada. No juzgó ni se enfadó, simplemente fue una buena amiga y me dio el apoyo que tanto me merecía.
Aunque no podía decir lo mismo de Leonid, sabía que en cuanto abriera la boca empezaríamos a discutir y no estaba lista para eso, al menos no todavía. ¿Sería demasiado malo dejar la conversación para otro momento? Ni Grigori ni el idiota de Sergey habían aparecido para molestarlo así que confiaría que podía dejar la conversación para otro día. Pero tendría que ser pronto, no quería que se enterara por otras personas.
–¿Te sientes mal o algo? –continuó– ¿Por eso fuiste a ver a Marina?
–No... no es eso, solo estoy un poco cansada –mentí.
Lo que en realidad quería era meterme en la cama con él y abrazarlo hasta quedarme sin aliento, necesitaba empaparme con su olor, que me sonriera y me hiciera cosquillas como la otra noche. Quería la felicidad, la calma antes de la tormenta.
–De acuerdo, si no quieres hablar de lo que te pasa lo entiendo.
Lo miré de reojo. ¿Me estaba hablando en serio? Jamás hubiese creído que cedería y me dejaría algo de espacio, por lo general no era su estilo. Si pensaba que había algo que me molestaba no paraba hasta descubrirlo y tratar de arreglarlo. Él era así, se preocupaba demasiado por todo.
Dejé mi plato de comida a medio terminar cuando se puso de pie con una mueca y se sentó sobre la cama. Sonreí cuando me miró con una expresión de fingido sufrimiento, porque ya sabía que era la hora para cambiarle las vendas y torturarlo un poco con mis masajes.
Me acerqué y me senté a su lado mientras lo ayudaba a quitarse la camiseta, su hombro aun parecía rígido y entorpecía un poco sus movimientos, pero la cicatrización de sus heridas había avanzado a grandes pasos. Ya no tenía vendas en el pecho y la del brazo era mucho más pequeña. Solo su cuello seguía cubierto con parches y vendas gruesas. Ya podía ver el contorno de la cicatriz que le quedaría y era bastante fea, pero me alegraba que se estuviera recuperando, mi preocupación por lo estético vendría al final de la lista.
–Ya estoy listo para la tortura –me dijo luego de suspirar dramáticamente.
–Eres terrible –le sonreí mientras quitaba todas las vendas usadas de su brazo y cuello.
Empapé las heridas con antiséptico y me reí cuando puso cara de asco, sabiendo de antemano que odiaba cualquier olor fuerte. Puse parches limpios sobre la curva de su hombro y cuello y luego lo vendé lo mejor que pude.
–Creo que podríamos quitar algunos puntos más de aquí, ¿qué te parece? –le pregunté mientras pasaba mis dedos sobre la herida de su brazo.
–Como quieras –se encogió de hombros–, tú eres la experta.
–No soy experta, en todo caso Marina lo sería, no yo.
ESTÁS LEYENDO
MÚROM #1 [Completa ✅]
Teen FictionEn el año 2.594 nuestra ciudad se erguía imponente y perfecta, creciendo sobre la destrucción y la guerra que nos había azotado hacia cientos de años, rodeada por los altos muros blancos que nos protegían de un exterior salvaje y deteriorado. Éramos...