Capítulo 20

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Evidentemente la paciencia no era una de mis virtudes destacadas, ya había perdido la cuenta de la cantidad de horas que llevaba encerrada en la cabaña de Leonid, pero había caminado por todos los rincones, me había mordido todas las uñas de los dedos y había cambiado de posición en la cama una docena de veces por minuto. Ya no podía más, la espera me estaba matando, era insoportable.

Después de vomitar como si no hubiese un mañana me había dedicado las siguientes horas a llorar sin parar como un bebé, acurrucada en la cama y con Eva susurrando palabras reconfortantes todo el tiempo. Las gemelas me habían estado acompañando un rato, pero me ponía tan nerviosa que caminaran en círculos y hablaran por los codos que las había terminado echando de malas maneras. Si, muy mal.

Al parecer no les llevó mucho más tiempo terminar la pelea entre Leonid y Sergey, lo cual me había aliviado enormemente, pero todavía seguían atendiendo sus heridas, lo cual me sacaba de quicio. Eran demasiadas horas para tratar heridas superficiales.

Glev había aparecido justo cuando los sollozos se habían calmado un poco y casi tuve un ataque cuando lo vi con la ropa llena de sangre, pero me aseguró que los chicos estaban fuera de peligro y que había venido con órdenes explícitas de Leonid de que lo esperara dentro de su habitación.

Me quejé, por supuesto. Le rogué a Eva casi de rodillas que me dejara ir a verlo, pero la muy maldita ni siquiera titubeó, así que había cambiado de táctica y me había enojado con ella, pero tampoco me había funcionado.

Las horas se hicieron interminables después de eso, no soportaba quedarme ahí adentro sin hacer nada y lo peor de todo es que ni siquiera podía intentar escapar, Eva me arrastraría de nuevo cuando lo intentara.

Bueno, es que sí lo había intentado y eso fue justamente lo que pasó.

Así que la muy perra se había sentado en el suelo con la espalda apoyada contra la puerta y no paraba de peinar sus rulos con suma tranquilidad, mientras tarareaba una canción por lo bajo. La había taladrado con los ojos y me había prometido no volver a hablarle en la vida.

Las gemelas no habían regresado, por suerte, porque no podía aguantarme ni a mí misma, pero Glev había regresado cuando la noche había caído y trajo una botella con agua y algo de sopa, que me obligaron a tomar. Esta vez venía con la ropa limpia y me aseguró unas mil veces que Leonid estaba bien y que Marina lo estaba vigilando porque le había administrado unos medicamentos bastante fuertes. No me había dado muchos detalles, aunque rogué por ellos, así que no sabía que tan malherido estaba o si le faltaba algún pedazo de carne en su perfecto cuerpo.

Suspiré mientras miraba como Eva volvía a peinar su melena con tranquilidad, rulo por rulo. De verdad, rulo por rulo. Me estaba por agarrar algo.

Ya me había puesto mi vestido blanco para dormir cuando me resulto muy obvio que en serio no me iban a dejar salir de allí, y por encima me había pasado una de las camisetas de Leonid, que todavía olía a él y me pasaba cada dos minutos oliendo las mangas para encontrar un poco de paz mental.

Necesitaba desesperadamente hablar con Marina y saber que tan mal estaba, o cuánta sangre había perdido, o si había riesgos de infección. Lo que sea, necesitaba saber algo al menos.

–Tal vez...

–No –me cortó Eva, sin dejarme terminar–, tú te quedas aquí.

–Ni siquiera te dije lo que tenía en mente –murmuré molesta.

–No necesito saberlo –me sonrió–, sea lo que sea no te voy a dejar salir.

Uff... ¿siempre había sido tan molesta? Le hice una mueca y cambié de posición en la cama -de nuevo- y me puse a mirar la pared.

MÚROM #1 [Completa ✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora