39.

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Johnny hizo garabatos en la orilla de la hoja de su cuaderno de matemáticas, el profesor se paró junto a él y señaló, mirándolo fijamente—hojas limpias.

Intercambiaron una batalla de miradas hasta que el hombre gruñó y siguió de largo, Johnny rodó los ojos y continuó dibujando su hoja.

Sabía que todos pensaban que era grosero la mayoría del tiempo pero a diferencia de los niños coreanos ricos criados con un libro en la coronilla para mantenerse rectos, con unos golpes en las manos para no tocar nada y con una mirada con el ceño fruncido para que ni siquiera protesten, Johnny nunca había recibido un castigo si hubiese hecho lo contrario a lo dicho.

Y si fuera un becado común como Sicheng, entonces su personalidad no habría encajado aquí o allá o en cualquier lugar, se había vuelto más consentido debajo del ala del director Lee, hasta podía decirse que tenía más privilegios que el hijo del ministro.

Johnny entregó su tarea con las hojas garabateadas, Ten abrió los ojos grandes y lo empujó pero cuando dejó las hojas sobre el escritorio del profesor y éste vio los garabatos, solo gruñó y las guardo en el portafolios.

—Chittaphon, tienes 5 puntos menos por rayar las hojas—le dijo a su amigo.

—¡pero Johnny también tiene las hojas rayadas!—gritó el chico.

—pero te estoy hablando a ti— contestó furioso el profesor—no a John.

Cuando salieron del salón, Ten lo pateó y Johnny se quejó de dolor, acariciándose la pierna—¡siempre descarga su enojo conmigo!—le gritó su amigo.

Johnny lo ignoró, yéndose a su siguiente clase.

No compartía metodología de la investigación con ninguno de sus amigos, así que ocupaba esta clase para pensar mientras apuntaba.

Pensar en los ojitos negros de Doyoung, como eran tan finitos y llamativos, el como se veían como los de un ciervo.

No hizo garabatos en la hoja en esta ocasión pero escribió su nombre en la parte trasera de su cuaderno, como si tuviera catorce años otra vez y estuviera enamorado de alguien que no parecía tener ningún defecto, que se veía impecable e inalcanzable a sus ojos.

A excepción que Doyoung estaba lleno de defectos, no era impecable y lo de inalcanzable, bueno, por el momento podía ponerlo en duda.

Doyoung nunca se vio perfecto a sus ojos, quizás por eso nunca pensó en él hasta que lo conoció, tendemos a normalizar enamorarnos perdidamente de personas que no conocemos como realmente son, por eso la materia gris te hace creer que son inmaculados, que no hay nada que puedan tener en contra, que son como dioses compartiendo tierra con humanos.

Por eso las relaciones suelen terminar después de seis meses, de un año en el mayor de los casos cuando las serotoninas dejan de hacer efecto pero todavía se quiere salvar el noviazgo.

Pero con Doyoung no fue así, no fueron mariposas, no fue verlo como algo que no era, no fue idealizarlo ni mucho menos soñar con él.

Fue ver su carita aniñada llena de temor cuando su padre lo regañó y lo golpeó.

Sus lágrimas caer, su vergüenza, su miedo, todo su ser torpe y exasperante.

Fue pensar "tal vez si yo estuviera a su lado entonces su carga no sería tan pesada".

Fue darle panecillos y leche.

Y fue verlo imperfecto, lleno de lágrimas, rubor, vergüenza mientras sujetaba la tela de su pantalón e intentaba vagamente amenazarlo como si tuviera el valor de hacerlo, como si realmente tuviera el coraje de abrir la boca.

InternadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora