40.

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Cuando la puerta volvió a cerrarse, Johnny descansó la cabeza contra la pared, cerrando los ojos.

Debería irse también, pensó en eso pero su mente vago en una laguna de sentimientos y remordimientos, de desesperanza y desolación, le parecía absurda la comedia en la cual era protagonista, tan absurda como el amor eterno de Dante, el cual jamás logro ser recíproco y que sin embargo, nunca dejó de profesar de manera incesante y radiante.

No era tan romántico ni apasionado, no cayó enamorado de Doyoung como quien dice que cree en el amor a primera vista porque su corazón se acelera y sus palabras tropiezan con ternura.

Y no será eterno.

Pero aún así, se está involucrando como las enredaderas de un jardín colándose por las paredes de una gran mansión, esta dejándose llevar como una casa tomada por la naturaleza.

Y aquéllo lo envuelve y lo entristece como una canción de piano, en donde se tocan las mismas tres melodías que logran llegar más allá del alma.

Existe la posibilidad de detenerse y salir airoso pero... ¿a qué costo? 

Ser becado no importaba, nada cambiaría.

Pero exponerse a sí mismo implicaba exponerlo a él también, frágil y débil como un perseverante y triste clavel luchando por sobrevivir a una nevada arrasadora, implicaría lastimar su orgullo y empujarlo al vacío de sus miedos.

—maravilloso, Johnny—dijo con alegría la profesora de música, aplaudiendo—con solo tres acordes ¿vas a dedicarte al piano?

Johnny sonrió de costado, mirando más allá de ella, Doyoung estaba prestándole toda su atención—todavía no lo he decidido.

—aún hay tiempo.

El timbre sonó y Johnny esperó antes de regresar a su escritorio para recoger sus pertenencias, la puerta no alcanzó a ser abierta cuando Ten ya estaba entrando por ella, corriendo hacía Doyoung como si hubiese esperado por él una eternidad y más.

—¿qué quieres hacer hoy, bebé?—Ten abrazó por la cintura a Doyoung, aferrándose.

Johnny fijó su mirada en el piano.

—lo que quieras hacer está bien para mi.—contestó sumiso y a la orden.

—entonces vayamos a tu habitación, quiero estar así toda mi vida.

Doyoung y Ten se fueron primero, y Johnny tomó una bocanada de aire, conteniendo la respiración, estaba viviendo un cautiverio en su propio cuerpo, desde hacía días, específicamente desde el primer día en que todo ocurrió, simplemente estaba experimentando un desborde de emociones que había controlado perfectamente gran parte de su vida y que ahora se liberaban una a una de manera vengativa para hacerlo sufrir por haber sido despiadado y frío.

Estaba traicionado a un amigo y tambien sus propios principios.

El disparó que Jaehyun dio resonó incluso con las orejeras puestas.

—¿qué te tiene tan distraído?—Jaehyun preparó su rifle y Johnny solo miro el suyo.

Estaban practicando tiros en el bosque de arquería, el director Lee les había permitido tal actividad a pedido de los padres de Jae.

—me siento horrible—admitió, levantando su rifle a la altura de su rostro, mirando por el ocular.

Disparó.

El sonido del arma cada vez que la prepara para otro disparo, le carcome el cerebro, al igual que las aves volando lejos del miedo.

No tenía miedo, por eso no podía volar lejos.

InternadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora