36.

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Johnny se despertó y vio sus dedos entrelazados con los de Doyoung, suspiró y volvió a cerrar los ojos, negándose a mirarlo, aunque podía imaginar cuán bello se veía, allí dormido al lado suyo.

Nunca le gustaron las cosas que no podían controlarse, entre ellas las emociones eran las que más les disgustaban, conocía lo que era la tristeza desde pequeño y sabía que si había un camino para elegir entonces nunca elegiría aquél.

Dicen que el amor es hermoso, le hace a uno suponer que si te aman entonces será grandioso pero a veces el amor que los demás proyectan en ti no es bello, no es digno de llamarlo así. 

Johnny no tiene problemas económicos y no le falta amor de sus padres, él está bien, sin embargo, el amor que sus padres le dieron, siempre le hizo sentir triste.

Porque lo amaban demasiado, y aún así, nunca supieron organizarse ni transmitirlo para su bien, su padre es un documentalista, viaja por el mundo con su trabajo y pasa muy pocos periodos en casa, su madre es profesora de coreano en Estados Unidos. Ellos siempre estaban ocupados y nunca eran como los padres comunes que veía a diario, así que no podía evitar compararlos.

Comparar no es sano pero cuando uno es pequeño no entiende de diferencias ni circunstancias, solo sabe que algo no es igual y que debería serlo.

De cualquier manera, al pequeño Johnny no le gustó aquello y decidió que si algo no le agradaba entonces lo ignoraría, fingiria que no existía y pasaría de largo.

Así adquirió una actitud calculada y un gran carisma, mantuvo la frente en alto para que nadie pudiera ser capaz de siquiera imaginar intimidarlo y mantuvo sus emociones controladas.

Así disfrutaría a sus padres cuando podía, mantendría su mente ocupada en lo que le llamara la atención y simplemente no dejaría que nadie entrara a su pequeño círculo privado.

No era un niño triste, quería destacar aquéllo pero era un niño que se sentía triste cuando no podía controlar lo que sucedía alrededor, así que empezó a tocar el piano, perfeccionó su coreano, fue a clases de carpintería, ganó una competencia de matemáticas, recibió una oferta de modelaje infantil y cuando menos lo esperó, encontró el internado N entre los mejores institutos de formación.

Pero quedaba en Corea y solo iban niños ricos, y se preguntó si tal vez él podría asistir con una beca.

En realidad, nunca pensó que realmente podría.

Pero cuando hizo su primer exámen virtual de manera oral porque era extranjero, le comunicaron al siguiente día que le pagarían el pasaje y hasta el hospedaje para que de su exámen escrito en el instituto.

No podía creer que realmente estaba pasando.

Pero el director vio en él un gran futuro, comprobó todos sus datos y hasta las competencias escolares a las que había asistido, el señor Lee estaba tan emocionado que le dio un proyecto de vida entero, el cual el pequeño Johnny de doce años leyó atentamente en compañía de su madre.

Incluso su carrera estaba programada, todo bajo el apadrinamiento del señor Lee.

—mi hijo nunca va a querer hacerlo—negó con la cabeza el director—y estuve buscando entre mis alumnos a un candidato becado, cuando tu solicitud llegó, lo decidí pero tienes que mantenerte en el top—le dijo, señalando un cuadro enorme con los mejores alumnos de los últimos años.

A su madre no le gustó, ella estaba disgustada, no paraba de decir que parecía que quería presumirlo como un trofeo, que definitivamente no quería que estudie aquí.

Pero a Johnny la idea le llamó la atención, sobre todo el programa de vida, hasta estaba planeado que se casé y tenga hijos, le pareció curioso aquello, aunque el señor Lee dijo que era opcional casarse después de ejercer dos años.

InternadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora