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En su tercer día en la mansión de Ten, deciden finalmente salir a conocer alrededor, Doyoung se pone un jardinero marrón que combina con los pantalones cortos de Ten, ambos llevan camisetas blancas con letras negras, su madre dice que se ven hermosos y les toma una fotografía. 

—¿piensas que mi sonrisa es linda?—Ten le preguntó cuando se subió a una motocicleta y le dio un casco. 

—¿qué tiene que ver eso?—Doyoung se puso el casco con cuidado y luego se subió detrás de Ten, abrazando su cintura. 

—porque mi país es el país de las sonrisas—Ten arrancó y Doyoung sintió el verano revolviendo su cabello, el sol calentaba su piel mientras respiraba los arboles alrededor de la mansión de los Leechaiyapornkul. 

Ten lo llevó a recorrer la ciudad como si fueran simples turistas, niños adolescentes con demasiado tiempo libre, conocía ciudades llenas hasta el desborde de personas pero Chiang Mai estaba a otro nivel, sin embargo, curiosamente no le molestó la multitud porque no podía dejar de impresionarse por cada feria y lugar en el cual se detenían y comían alguna que otra cosa, las manos y la boca se le manchaban de salsas y Ten no dejaba de reírse de él. 

 En un parque la gente se amontaba a bailar y Ten le soltó la mano, aun sosteniendo un corn dog, corrió hacia la multitud, siguiendo la música y empezó a bailar, Doyoung deslizo la mano por su cabello, bebiendo de su refresco y se encantó con la vista. 

Sí, se iba a casar con Ten. 

Había tomado una decisión, no, había tomado varias decisiones. 

—¿a dónde quieres ahora?—Ten le preguntó, conduciendo por las calles alborotadas, llevándolo a cualquier lugar que aparezca primero. 

—¡quiero volar!—gritó Doyoung, extendiendo sus brazos. 

—¡no hagas eso! ¡es peligroso!

entre risitas, Doyoung volvió a abrazarlo por la cintura—llévame a un lindo lugar—dijo en voz baja.

—¡conozco el lugar perfecto!

Ten condujo por horas, el amanecer se escondía delante de ellos e incluso cuando no hicieron ninguna parada además de cargar combustible, todavía se veía fantástico ante sus ojos, como el color anaranjado del verano teñía el cielo y se a poco, lentamente se oscurecía y se perdían en un camino lleno de arboles, Doyoung se sujeto a la cintura de Ten y sus ojos se ampliaron cuando llegaron a un enorme parque, desde sus pequeños ojos negros y afinados pudo ver miles de estrellas. 

—¿qué es esto?—preguntó sobre el ruido y la velocidad. 

—¡es un parque, hoy es el Yee Peng! 

Su novio estaciono entre un montón de vehículos y le tomo la mano, guiándolo a subir una colina, los ojitos de Doyoung estaban enfocadas en los cientos de personas que sostenían lamparas de papel de arroz, a punto de dejarlas ir hacia el cielo. 

En la colina todavía habían más personas con sus respectivas linternas, hablando y riendo entre ellos, Doyoung sostenía la mano de Ten y sus ojitos se iluminaron cuando empezaron a caminar entre toda la muchedumbre, era precioso como podía ver el camino abrirse para ellos mientras dejaban volar las lamparas, el cielo oscuro de pronto se pintaba de todas las lamparas liberadas al aire, viendo inmensas a primera vista y volviendo diminutas a medida que se alejaban. 

—¡es justo como la película de Enredados!—chilló Doyoung, lleno de emoción. 

Ten asintió, divertido—¿tal vez soy tu Flynn Rider?

ambos rieron, tomando asiento en el césped, viendo el cielo iluminado. 

Regresaron a la madrugada, los padres de Ten ya estaban dormidos y solo había quedado un sirviente para recibirlos, Doyoung se disculpo pero el empleado no parecía preocuparse por eso, les tenían la cena preparada y aunque habían estado comiendo cualquier cosa allí y allá, todavía comió bastante bien mientras veía a Ten devorar todos los platillos que les habían servido. 

InternadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora