Capítulo 1

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Año 2007

[Yoongi Pov]

Corrí con todas mis fuerzas. El frío viento de la mañana entró con dificultad a mis pulmones, sentí que mi pecho estallaba a cada paso; pero no podía detenerme, mis pies se movían como si tuvieran vida propia.

El sonido de mi respiración agitada se esparció por la silenciosa calle, robando la atención de los vecinos que se iban despertando temprano en la mañana. Algunos me miraron como si estuviera loco, otros me miraron como si fuera un ladrón que se da a la fuga. No me importó, debía llegar a tiempo.

Mientras avanzaba el sol comenzó a salir al otro lado de los edificios y me calentó la piel. Quise dejarme caer sobre el asfalto aún bañado con la humedad de la noche; detestaba correr, detestaba el sudor manchándome la ropa.

Y entonces vi el auto de los Park comenzando su travesía hacia el aeropuerto.

—¡Jimin, Jimin! —grité con todo el aire que me quedaba.

Mi voz desgarrada hizo eco en el tranquilo vecindario, haciendo que por un momento todo a mi alrededor se detuviera. 

Con un frenón, el auto de los Park se detuvo y yo apenas alcancé a llegar hasta la puerta trasera antes de caer de rodillas. Jimin salió de inmediato, sujetándome de los codos para levantarme del suelo. Sus manos pequeñas se aferraron a mis brazos mientras yo aceptaba su ayuda.

—¡Dios, Yoongi, no me digas que corriste hasta aquí! —me dijo la madre de Jimin desde el asiento del copiloto, yo asentí sin poder hablar.

—¡Estás loco! —escuché la voz del señor Park.

Sonreí levemente porque sabía que él no me lo dijo como una ofensa, más bien, se había asombrado de mi larga travesía hasta su casa. Los padres de Jimin siempre me trataron como a un hijo y yo los quise como a mi familia.

—Jimin, cinco minutos... —advirtió su madre con una mueca triste.

—Yoongi —se apresuró a hablar él, observando el sudor que escurría por mi frente—, creí que ayer ya nos habíamos dicho adiós...

—Es que se me ha olvidado darte esto —le dije ya más recuperado. 

Busqué en el bolsillo de mi pantalón y le entregué un trozo de papel que arranqué del libro de matemáticas.

Jimin tomó el pequeño papel con curiosidad, quizá con melancolía y tristeza porque aquel trozo blanco era lo último que iba a darle. 

—¿Qué es esto? 

—Es el número de teléfono de mi abuela, también un correo electrónico que mi hermano me ayudó a crear para que platiquemos todos los días.

Los ojos de Jimin se llenaron de lágrimas mientras leía la información escrita sobre un montón de números impresos. Sus labios se encogieron en un puchero que pronto se vio forzada a transformarse en una melancólica y forzada sonrisa.

—Te llamaré en cuanto lleguemos a Seúl —dijo, pasándose la mano por los ojos.

—No, llama los sábados a las cinco de la tarde, sólo esos días visitamos a la abuela... —mis pasos ahora más firmes me llevaron hasta él y le puse una mano en el hombro—, prométeme que vas a llamarme, Jimin.

—Te lo prometo, Yoongi.

Jimin se veía triste, tenía ojeras y la piel pálida. Sabía que no quería dejar Daegu, sabía que extrañaría la escuela y sobre todo nuestras tardes juntos. Lo sabía perfectamente porque yo sentía lo mismo. Tuve miedo de decirle adiós, él era mi único amigo, mi compañero de aventuras.

Amigos [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora