Capítulo 25

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[Yoongi Pov]


Desperté con los rayos cálidos del sol acariciándome los hombros, mi cuerpo se encogió en automático y luego se estiró.

—Buenos días.

Abrí los ojos, Jimin estaba en la alfombra frente al ventanal de mi habitación. Llevaba el pantalón de dormir que tomó por la noche del armario. Su pecho desnudo estaba lleno de luz solar, su cabello ahora castaño, destellaba cálidamente.

—¿Qué haces ahí? —me tallé los ojos.

—Tomar sol es bueno para la salud —sonrió—, aproveché que dormías para hacerlo.

Habían pasado dos meses desde el viaje a Jeju, Jimin y yo estábamos más enamorados que nunca.

Al principio fue difícil crear un horario para vernos fuera de la empresa y tomamos como herramienta la inquebrantable amistad que nos unía. 

"¡Hey, Jimin, vamos por un trago!" "Yoongi, vayamos a cenar esta noche" Todo eso eran excusas, excusas que nadie se permitía cuestionar porque éramos amigos.

Tras una semana de planeación y de tantear las posibilidades, decidimos que la noche y la luna serían nuestros mejores aliados.

Por lo general, lográbamos pasar una o dos noches a la semana juntos. No era mucho, pero era suficiente. Los viernes se transformaron en el agua del desierto que mi cuerpo anhelaba.

Y así, setenta y cinco días de felicidad se esfumaron en el tiempo, llenándonos de un regocijo incontrolable. Al menos cuando estábamos juntos. 

—¿Tienes hambre? —me miró Jimin girándose en la alfombra, recostando las mejillas en las fibras suaves. Su espalda desnuda se estiró perezosamente.

—No mucha —me volví a recostar—, podría quedarme un buen rato viendo tus complejos de lagartija.

—Los gatos también toman el sol... —frunció el ceño— ¿por qué me comparas con una lagartija?

Negué sonriente, Jimin sacó una de las manos debajo de su rostro y la extendió hacia mí.

—No me gusta el sol...

—Por eso estás tan pálido —acusó—, ven.

La voz de Jimin era como un embrujo, sus palabras me hechizaban como una sirena a los marineros de las historias antiguas. Me era difícil resistirme a sus encantos, a la dulzura con la que me hablaba.

Fui hasta él sonriendo, los pantalones de satén que se apretaban a mi cadera se mecieron con cada paso que daba hacia Jimin. Cuando llegué a la alfombra, me hinqué a un lado suyo.

Incliné el rostro hacia él y le besé la espalda, sentí que se estremecía ligeramente cuando mis labios acariciaron la línea que formaba su columna vertebral. Respiré el aroma natural de su piel, disfruté del calor que el sol había impregnado en su cuerpo.

—Definitivamente eres como una lagartija —me reí—, tienes la piel ardiendo, Jimin.

Pasó una de sus pequeñas manos a la parte trasera de su espalda y palpó su piel para cerciorarse de que no estaba exagerando. Cuando confirmó mis palabras, se echó a reír antes de darse la vuelta.

Su torso quedó a la vista. La luz solar acarició sus oblicuos, las líneas v de su abdomen. Vi su ombligo subir y bajar mientras respiraba tranquilamente. Su cadera se acentuó cuando se hizo un lado, dejando un espacio para mí en la alfombra blanca.

Amigos [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora