V. Keress

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Mah-Kip interrumpe nuestra conversación con apremio.
—Rey Amrin, siento molestarlo pero es urgente —dice.
—¿Que ocurre?
El semiceleste me dirige una mirada de desconfianza, yo lo miro con intensidad.
—Tranquilo —dice el rey al notar su inseguridad —, puedes confiar en ella.
Mah Kip frunce el ceño, pero no replica.
—Es... sobre su hermano, el príncipe Alsan ... Me han informado de que ha vuelto a Idhún, señor.
Amrin abre los ojos como platos, impresionado. Su expresión es indescifrable.
—No es posible... Mi hermano murió hace años.
—No se que pensar señor... —dice el otro encogiéndose de hombros — pero también me han advertido... que es probable que venga a Vanissar, y pronto.
Amrin aparta la mirada.
—Eissesh... él lo sabía...
—¿De qué hablas? —pregunto confusa.
—Él me advirtió... Me dijo que tarde o temprano tendría que tomar una decisión.
—Permítame intervenir señor, —dice Mah-Kip con suavidad —pero creo que lo más razonable sería resolver esto de forma pacífica. Por ahora podríamos esconderlo o...
—Pero Eissesh ya está al tanto, si lo encubrimos no dudó en que se enterará — busco la mirada del rey—. Solo tienes una opción, debes informarle sobre esto.
Él no responde.

Un par de días después Mah-Kip recibió a un pequeño grupo de renegados, y por desgracia, Alsan formaba parte de él. Amrin se presentó ante ellos nada más llegar, y les aseguro que estaban a salvo.
No puede estar más lejos de la realidad.
Ahora estamos frente a Eissesh, que no parece muy sorprendido ante la noticia.
«Me imaginaba que ocurriría esto, debemos encargarnos de ellos cuanto antes» dice con simpleza.
—Sí señor, ¿Qué quiere que hagamos?
«Llévalos hasta un lugar apartado, lo suficiente como para que piensen que los rebeldes podrían esconderse ahí. Yo me encargaré del resto.»
El rey aprieta los puños.
—Bien, entonces partiremos dentro de unos días. Le avisaré de todo lo que ocurra.
«Hablamos mañana, entonces»
Amrin asiente y abandona la sala.
«Keress», dice entonces el shek. «Vigílalo de cerca, no parece estar muy centrado»
«Claro, señor.»
Hago una reverencia y me marcho.
Alcanzo al rey cerca de las escaleras que suben hasta los dormitorios. Su expresión es amarga y triste.
—Amrin... ¿estás bien?
El joven no responde, le alzo la barbilla y le miro a los ojos.
—No debes sentirte culpable, es la mejor opción que tenías. Si se lo hubieras ocultado probablemente... probablemente habrías acabado muerto.
Continuamos caminando en silencio hasta llegar a la puerta de mi dormitorio.
—Lo se, pero... ¿realmente merece la pena luchar por esto? A veces me gustaría simplemente no haber sido rey. Si mi hermano no se hubiera ido...
—Lo más probable es que él no hubiera jurado lealtad a mi padre, lo que habría desencadenado otra guerra. Vanissar habría acabado como Shia. ¿Es eso lo que querrías haber visto? ¿A tu pueblo arrasado y a tu familia masacrada?
—No, claro que no, solo es que ojalá nada de esto hubiera pasado. He sacrificado mucho por proteger a mi pueblo, pero ellos solo piensan en que soy un traidor y un cobarde por aliarme con los sheks. Puede que haya cometido un error, puede que incluso tengan razón...
Niego con la cabeza.
—No pienso tolerar que digas eso— replico con firmeza—. Da igual lo que insinúen, hiciste lo que te parecía correcto. No pueden omitir el hecho de que gracias a ti tu pueblo sigue prosperando, lo único que hacen es echarte la culpa para no sentirse vacíos, para tener a alguien a quien culpar —me detengo unos segundos—. Eres la persona más valiente que he conocido nunca. Y diga lo que diga tu pueblo, no debes sentirte mal. Ser rey no es nada fácil. Y ellos no pueden ni imaginarse por todo lo que has pasado.
Le estrecho entre mis brazos para tranquilizarlo. Noto como su respiración antes entrecortada se vuelve más lenta y tranquila. Me aparto para darle libertad.
—Gracias Keress —murmura —. Y perdóname por parecer tan inmaduro, esto no es propio de un rey.
Sacudo la mano restándole importancia.
—No le des vueltas, no es algo por lo que deberías sentirte avergonzado. Además, dado a todo el estrés al que estás sometido, me resultaría extraño que no te sintieras abrumado. Es algo natural.
Sonríe agradecido.
—Sí, tienes razón.— responde.
Después de un largo silencio Amrin dice:
—¿Puedo preguntarte algo?
—Sí, claro. ¿De qué se trata?
—Puede que te parezca una estupidez, pero... a veces me pregunto si realmente te gusto, o es solo lastima lo que sientes por mi. Es decir ¿que ves tú en alguien como yo? Por favor se sincera conmigo...
—He arriesgado mucho por estar contigo. ¿Crees en serio que este tiempo que hemos pasado juntos no significa nada para mí? Créeme cuando te digo que eres la persona más importante de mi vida. Probablemente a la única a la que quiero de verdad.
Se acerca a mi y me besa suavemente, dejándome sin aliento. Correspondo a su beso con afán, lo que al principio le sorprende. Entrelazo mis manos por detrás de su cuello y le miro a los ojos, que relucen de felicidad. Ahora es mi turno de sonreír.

Amrin tiene planeado partir hoy, y tal y como ha dicho Eissesh, debo seguirlos de cerca. Pocas horas antes del tercer atardecer, cuatro caballos salen de la capital, dirigiéndose al norte.
Tardo poco en percibir a Ailish, que galopa por un sendero intentando pasar desapercibida. A pesar de que tengo que pasar desapercibida, dejo que sienta mi presencia, para alertarla.
Pasan unas horas hasta que siento la conciencia de Eissesh, ya estamos lo suficientemente cerca del anillo como para vislumbrar las montañas en la penumbra.
«Ailish está aquí, señor» le digo.
«Los szish la mantendrán vigilada»
El grupo disminuye la marcha y se para. No logro oír la conversación, pero parece que están discutiendo. Aterrizó cerca del grupo y me transformo, me acerco un poco más y me escondo entre la maleza.
Tras unos minutos, Amrin baja de su montura y se vuelve hacia una sombra. Alsan le grita furioso, pero no logro oír la frase completa.
—¡...no mereces llamarte hijo de tu padre!
Amrin le mira con frialdad y le responde algo que no logro captar.
Eissesh sale de las sombras con un ejército de szish a sus espaldas, se acerca a Alsan y lo mira fijamente. Pero segundos después una sombra aparece desde las montañas, un dragón que se dirige directamente hacia nosotros.
El shek se enzarza en una pelea con él mientras la luna Erea baña el claro de luz. De repente oigo un aullido y aparto la mirada del cielo, miro hacia donde están los renegados y me encuentro con una imagen grotesca.
No consigo verlo con claridad, pero donde antes había estado Alsan ahora había una bestia de un tamaño sobrehumano, sonriendo de forma terrorífica.
Amrin se acerca a él, incrédulo. Este le mira, enseña los colmillos y sin previo aviso salta sobre él. No logro ver lo que ocurre pero se me encoge el corazón. Antes de poder fijarme, un movimiento en el cielo llama mi atención.
Todo pasa muy rápido. Veo como el shek finalmente derrota al dragón, que cae cerca de las montañas.
Lo próximo que oigo es la voz de Eissesh en mi cabeza.
«¡La princesa!» exclama irritado «¡Ve a por ella!»
Me transformo e intento localizarla, maldiciendo para mis adentros. Veo una figura entre los árboles que se dirige cabalgando a toda velocidad directamente hacia las montañas. ¿Qué piensa hacer?

Siseo enfurecida, otra vez he perdido su rastro. Intento seguirla de nuevo pero mi mente está en otro lugar.
Un extraño humo a los pies de las montañas llama mi atención. ¿Un incendio? Si mi instinto no me falla podrían ser los restos del dragón, pero ¿que hace Ailish dirigiéndose hacia él?
Pero antes de poder acercarme más un fugaz pensamiento cruza mi mente: «Amrin». No puedo dejarlo ahí, debo asegurarme de que está bien.
E ignorando la orden de Eissesh vuelo rápido como el rayo hacia la posición del rey. Suspiro al verlo ileso.
Eissesh no le presta atención, está demasiado ocupado reprimiendo a los szish.
«Señor, he perdido a la princesa.» le digo al shek «Se dirige a las montañas pero... no se donde.
Él se vuelve hacia mí y me fulmina con la mirada.
«Deberías haber impedido que viniera.» responde con brusquedad «Ahora llévate al rey, ya hablaré contigo luego, Keress»
Me acerco a Amrin y le miro. Pero él no logra sostener mi mirada y baja la vista, incomodo.
«Sube.»
—¿Que?
«Sube, te llevaré a Vanis»
Él, vacilante se monta sobre mi grupa y en cuanto se acomoda bien alzó el vuelo.

Lazos de traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora