VII. Ayla

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Estoy escondida entre los árboles, mirando con paranoia a mi alrededor. Sigo preguntándome si los rumores son ciertos. ¿Se habrá ido ya mi hermano? No puedo permitir que me vea. Sería demasiado doloroso revivir el pasado.
Entonces oigo un cuerno. La Resistencia a convocado otra reunión. Estoy harta de las reuniones; siempre acaban igual. Camino hacia el lugar donde nos han convocado, sin ser vista. Desde que Aralynn se fue, nada me ata a la luz. Socializar no es lo mío, de vez en cuando mi fuego interno no puede evitar estar con humanos, y la semivaru Darya no es mala compañía, pero no puedo permitirme atarme a nadie más. Aun me arrepiento a veces de haberle dejado entrar en mi caótica vida.
Cuando llego a la puerta de la sala de reuniones, veo que hay tres personas paradas en la entrada. Me acerco sigilosamente.
Ha-Din está junto a una joven alta y fuerte de cabellos cobrizos. Tiene un porte de la realeza y la mirada alta. La acompaña un muchacho apoyado en un bastón, también de veinte años, con el pelo oscuro y los ojos avellana verdosos. Él agarra la mano de la chica en gesto protector, y ella se la aprieta con firmeza.
Sin querer parto una rama. Maldigo por lo bajo. Inútil de mi... Ahora me están mirando y no tengo más remedio que acercarme. Espero que la chica no haya conocido a nadie con mi parecido. La chica me escruta con su mirada de ojos marrones, y tras su intenso análisis hace un esfuerzo por sonreír.
—¿Sucede algo?—pregunta algo molesta, supongo porque he interrumpido la conversación.
Antes de que pueda decir nada, Ha-Din habla por mi.
—Princesa Ailish, le presento a la joven Ayla. Es una de nuestras mejores guerreras.
Se llama Ailish... ¿No será...? Imposible. Me han dicho que el castillo esta custodiado por sheks. Al oírle al celeste llamarle princesa, Ailish pone cara de haber probado algo agrio. No parece entusiasmarle su condición.
—Yo soy Ayla. Encantada de conocerte. ¿Podría preguntar de dónde vienes? ¿Debería... arrodillarme?
Al ver su cara siento haber metido la pata, entonces su gesto se suaviza.
—Oh, no es necesario. Vengo de Vanissar.
—Verás, Ayla... Ailish acaba de llegar hace escasos minutos, y me estaba explicando la situación del Reino de Vanissar, al parecer es más grave de lo que pensábamos—explica el sacerdote.
—Comprendo. Creo que iré entrando, no os molesto más.
Les dejo debatiendo y entro en la sala de reuniones.
El lugar es la cabaña más grande del Bosque, y en el centro hay una gran mesa redonda, en ella se sientan los miembros más distinguidos.
Me pongo de pies en un rincón y la gente va entrando. Cuando ya ha llegado todo el mundo, Ha-Din toma la palabra.
—Como ya sabéis los miembros de la profecía ya no se hallan entre nosotros, pues han emprendido un importante viaje que podría cambiar el transcurso de esta guerra.
La multitud estalla en murmullos. Suspiro aliviada, ya no tengo que esconderme más.
—Pero no nos hemos reunido aquí para hablar de eso. Hace escasas horas se nos ha unido un importante miembro desde Vanissar, y nos trae noticias, para bien o para mal. Princesa Ailish, si es tan amable—la mirada del sacerdote se dirige hacia la puerta, donde está Ailish apoyada contra la pared de brazos cruzados.
Ésta le dirige una mirada confidencial al chico que está a su lado y este asiente como animándole a hablar. La princesa de unos pasos para ponerse por delante de la gente y habla:
—Como bien ha dicho el Padre Venerable Ha-Din, no hace mucho que Garin—mira a su compañero— , y yo hemos escapado de Vanissar. Los magos varu Darya y Dablu nos han teletransportado aquí porque el Reino ya no era seguro para nosotros.
»Antes de huir, en Vanissar nos encontramos con la maga Aile, el Archimago Qaydar y mi hermano, el príncipe Alsan, quien le acompañaba. Sea cual fuere la misión que les encomendasteis, no salió como esperaban. Mi hermano Alsan...—los hombros de la chica se tensan—, tuvieron problemas. Los sheks que escoltaban al rey se volvieron en su contra. No se si habréis oído hablar de los Nuevos Dragones...
«Ya estamos al tanto de los juguetes de los renegados de Raheld», le interrumpe Gaedalu.
—Yo diría que son más que juguetes, Madre Venerable. Los Nuevos Dragones salvaron al grupo que acudió a Vanissar.
Llevándole la contraria a la sacerdotisa varu... Esta chica me empieza a caer bien.
—Garin casi entregó su vida—por instante su voz se quiebra—... La cuestión es que Aile, Alsan y Qaydar huyeron con esos renegados, y ahora mismo se encontrarán en su base. Creo que lo más sensato sería crear una alianza entre los dos grupos es la única forma de vencer a las serpientes. Separados no estamos llegando a ninguna parte.
«No nos parece que la iniciativa tomada por los Nuevos Dragones esté dando resultados. ¿Qué harán cuando sus dragones de pacotilla sean todos un montón de astillas? Eso es arriesgar vidas en vano.»
Garin, quien parecía estar encendiéndose de ira, se adelanta cojeando de entre la multitud y se pone a la altura de Ailish.
—Perdóneme Madre Venerable, pero al menos los Nuevos Dragones luchan contra las serpientes en vez de esconderse.
«Controla tu lengua, pielseca. No deberías hablar así a tus anfitriones.»
—Soy completamente libre de expresar mi opinión, y creo que no deberíais agachar la cabeza y huir con el rabo entre las piernas. Algún día los sheks derribaran la barrera.
En unos instantes, todo el mundo se pone a discutir y la sala estalla en gritos. Ha-Din se pone en pie y da unas palmadas para reclamar la atención de los oyentes. El silencio se va apoderando poco a poco otra vez del ambiente.
—Silencio, por favor. Joven piloto—dice dirigiéndose a Garin—, comprendemos tu enfado, te sientes impotente. Mas no hay nada en nuestras manos que podamos hacer. Atacar a las serpientes sería un suicidio. Lo único que podemos hacer es esperar y rezar a los Dioses por qué la profecía se cumpla. Podéis retiraros, si hay novedades os volveremos a convocar.
La gente va saliendo poco a poco. Cuando ya sólo quedamos los Padres Venerables y yo en la sala, se hace un silencio incómodo. Ha-Din me lanza una mirada significante, y este se dirige a la varu.
—Madre Venerable, ¿podrías dejarnos a solas?
Gaedalu me mira fijamente; si las miradas mataran, ya estaría frita. Al final acaba por ceder, nadie puede contradecir a una dragona.
—Como deseéis—masculla.
Cuando ya se ha ido, Ha-Din se gira hacia mí.
—No te robaré mucho tiempo, joven.
—Ayla, la gente me llama Ayla.
Ha-Din se ríe.
—Es curioso, hace escasos días tu hermano Jack me dijo lo mismo.
Esas palabras hacen que se me hiele la sangre. ¿Cómo sabía...? Y por qué no. Ha-Din era un celeste, y fácilmente podría haber leído las emociones de mi corazón al ver a mi hermano. No merece la pena mentirle.
—¿De qué quería hablarme, Padre?
—Solo quería decirte que conozco tu secreto. Al principio no estaba muy seguro, pero ahora no dudo de que el mismo fuego de Yandrak yace en tu interior.
—¿Me delatará?
—No, contarlo debe ser tu decisión, yo no soy quien para revelar tu secreto.
—Se lo agradezco, Padre.
Nos quedamos un rato en silencio. Entonces Ha-Din habla.
—Siento las dudas que nublan tu corazón, joven dragona. No puedo predecir el futuro, pero creo que tú papel en esta guerra va más allá de la profecía que involucra a tu hermano.
—A veces pienso que fui una equivocación, la pieza que sobra.
—Nadie sobra en este mundo, solamente tenemos que encontrar nuestro lugar en él. Puede que estés destinada a hacer grandes cosas, aunque tú no lo creas. Solo te pido que tengas fé, en ti y en los Dioses.
—¿Cómo se puede tener fé con los ojos vendados?
—De eso se trata; de creer cuando te hallas en la oscuridad, de mantener la esperanza en un mar lleno de terror e incertidumbre.
Lo que dice el sacerdote tiene una pizca de sentido. Sea lo que sea que los Dioses me tengan reservado, debo luchar por Jack, por Lynn, y por todo Idhún. Debo ser la llama que ilumine la noche idhunita, porque si los dragones no damos esperanza, ¿quién lo hará?

Lazos de traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora