XI. Ailish

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Dos meses después...

Alsan ha conseguido levantar Nurgon con ayuda de los Nuevos Dragones, y no he podido evitar volver a mi antigua escuela.
Ahogo un suspiro al contemplar la gran fortaleza, las murallas están semiderruidas, pero algunas de ellas ya estaban siendo reconstruidas. Aun así sigue siendo igual de imponente de cómo la recordaba.
Tanto la ciudad como la fortaleza de Nurgon fuerza arrasadas con la llegada de los sheks a Idhún. Había estado abandonada más de una década y ahora... resulta incluso intimidante.
Me dirijo hacia las puertas de la fortaleza y veo a una figura sentada bajo un árbol.
Se trata de una joven con poco más de veinte años, de cabello negro ensortijado. Tiene la mirada perdida y no se da cuenta de mi presencia hasta que estoy a unos pocos metros de ella. Su rostro me es muy familiar...
—Disculpa, ¿sabes dónde puedo encontrar al príncipe Alsan?
—¿Te refieres a Alexander? —dice sin siquiera mirarme.
«¿¡El muy cobarde a reusado a su nombre!? La sangre de Vanissar aún corre por sus venas y negarlo no servirá para nada. No cambiará en lo que se ha convertido.»
—El mismo—gruño.
—No le he visto—contesta aburrida.
—Está bien. Gracias, de todos modos...
Me alejo en busca de alguien que me pueda ser útil, pero entonces...
Entonces lo recuerdo, el porqué me es tan familiar. Decido usarlo en su contra, sorprenderla.
—Hasta luego, Reesa.
Me quedo quieta mientras noto que su mirada se centra en mí de golpe.
—¿Qué sabes?—masculla por lo bajo.
—¿Hum?—me vuelvo hacia ella.
—Me has llamado Reesa. ¿Qué es lo que sabes?
—Solo que recuerdo a una pequeña princesa con la que jugaba con espadas de madera. El rey Alben y mi padre, el rey Brun, eran muy amigos.
Entrecierra los ojos un instante y luego los abre de golpe.
—Espera... ¿¡Ailish!?
—La misma—le digo sonriendo.
Se ponen en pie bruscamente con el rostro serio.
—¿Dónde estaba Vanissar cuando Shia cayó? ¿Dónde estaba Vanissar cuando nuestros enemigos nos cercaron?
Y sin decir nada más se marcha enfurecida. Su reacción me ha sorprendido, pero en parte la comprendo. Es lo que me pregunto yo a veces...

Me dirijo a la bodega donde están guardados los dragones para entrenar con Garin. He estado intentando evitar a Alsan desde mi llegada, pero está siendo más difícil de lo que esperaba y ya se habrá enterado de que estoy aqui.
Justo antes de bajar hacia la bodega oigo unos pasos a mi espalda y una voz grave, que me paraliza:
—¡Ailish, espera!
Sigo andando como no hubiera oído nada pero Alsan me agarra del brazo deteniéndome.
—¿Ocurre algo?—pregunta enarcando una ceja.
—¿Por qué tiene que ocurrir nada?—contesto cortante.
—Estas un poco... rara.
—Estoy bien. Además ¿desde cuando te importa tu familia lo más mínimo?
—¿Qué...? Ailish... ¿por qué dices eso?
—Porque es la verdad —le espeto si atreverme a mirarlo a los ojos —. Hace unos meses... cuando viniste al palacio... Lo vi todo, Alsan. Vi como te convertías en...esa cosa. Vi como atacabas a Amrin sin piedad, no se siquiera si lo reconociste.
Su rostro se transforma en una máscara de frialdad, su cuerpo se pone rígido.
—Yo no elegí ser un monstruo.
—Pero en cambio te comportas como tal, huyes de la sangre que corre por tus venas.
—¡Estoy intentando mejorar! He reconstruido Nurgon, intentando reconstruir mi propia existencia, intentado ser útil. Pero comprende que nunca volveré a ser el de antes, no mientras siga teniendo esa bestia en mi interior, mientras mi alma se debata contra el lobo para sobrevivir. Nunca volveré a ser el príncipe Alsan de Vanissar, y tienes que aceptarlo. Se que es difícil, pero yo lo he aceptado y tú debes hacerlo.
—¿Debo aceptar que nos has abandonado? Vuelve y salva tu hogar. ¡Reclama el trono que te es legítimo!
Ya está, he dicho todas las cosas que me carcomían por dentro y ahora me siento... vacía. Ahora comprendo que en el fondo de mi ser sigo sintiéndome una niña sola y asustada, deseando que su familia vuelva a estar unida. Pero debo superarlo; mi familia se desvaneció hace tiempo.
El semblante de mi hermano se transforma en una mueca de dolor.
—No puedo hacer eso.
—Pues al contrario que tú yo no escondo la cabeza— le respondo, convenciéndome de que es cierto.
Y sin esperar respuesta me doy la vuelta y me marcho.

Lazos de traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora