XVI. Keress

37 4 0
                                    

Nada más partir de la Torre, un intenso sentimiento de culpa me invade. Siento un dolor indescriptible en el corazón, un dolor que nunca antes había experimentado. No podía permitirme hacer como si nada hubiera pasado, pero tampoco quería perder a Amrin. ¿Debía decírselo? Era la mejor opción, pero a la vez la más peligrosa.
Estoy tan anonadada que no me doy cuenta de que un dragón se aproxima rápidamente hacia mí. Logro darme cuenta a tiempo y consigo esquivar un ataque. Que mala suerte. Siseo amenazadoramente y me dirijo hacia él. Logro envolverlo con mi cuerpo, pero el dragón hace un amago y consigue arañarme el ala izquierda.
Un dolor punzante se extiende por todo mi cuerpo, miro el ala y veo que está desgarrada. Suelto un chillido y noto como mi cuerpo se descontrola poco a poco. El odio empieza a hacerse más intenso y el control sobre mi cuerpo es más ameno. Me escabullo rápidamente y antes de que se de cuenta le clavó los colmillos en una pata, destrozándola. A continuación vuelvo a envolverme alrededor de su cuerpo y aprieto, hasta que finalmente consigo derrotarlo. Cuando me voy, solo quedan astillas que recuerdan al valiente piloto que había en su interior.
Decido aterrizar, no puedo seguir volando en ese estado. Al volver a transformarme el dolor sigue ahí. Mi brazo izquierdo está completamente desgarrado, pero esta herida es más pequeña, como si me la hubiera hecho un animal más grande.
Me apoyo en el tronco de un árbol, malherida. El dolor se ha extendido por todo mi cuerpo, y mis músculos están destrozados. Cierro los ojos, noto como me voy quedando inconsciente poco a poco. Pero de repente oigo un ruido que me sobresalta, entreabro los ojos y veo una enorme ave, con unas preciosas plumas doradas. ¿Qué hace un pájaro haai aquí?
En ese momento se me ocurre algo, puedo intentar llamar la atención del pájaro y convencerlo de que me lleve hasta Vanis, en este estado no puedo apenas andar unos pasos. Es una idea un poco arriesgada, nunca me he montado en uno, pero debo intentarlo.
Según he oído los celestes se comunican con ellos silbando, así que decido probar a hacerlo, pero el pájaro no se inmuta. Suelto una maldición por lo bajo y lo intento de nuevo. Esta vez si reacciona, le hago señas para que se acerque y él lo hace lentamente, algo desconfiado. Está claro que yo no le gusto.
—Tranquilo, pequeño—digo dulcemente.
Dirijo mi mano hasta su cabeza para acariciarlo. Afortunadamente el ave no hace ningún movimiento brusco, y consigo ganarme su confianza. Logro subirme en su regazo, el haai parece entender que necesito su ayuda. Abre las alas decidido y alza el vuelo.
—Impresionante—musito.
Nunca he volado en mi forma humana, y la sensación es muy extraña. Siento como mi corazón late frenéticamente, noto un cosquilleo en el estómago y sobretodo tengo ganas de gritar.
Me doy cuenta de que el pájaro está sobrevolando el bosque, como esperando órdenes.
—Hum... ¿Podrías llevarme a Vanis?
El ave parece entenderme, suelta un graznido. Damos otra vuelta y nos dirigimos rápidamente hacia el norte.

Ya había anochecido cuando llegamos a la capital del reino, está todo oscuro, pero con la tenue luz de las lunas se puede distinguir el enorme palacio a lo lejos.
—Déjame ahí—digo señalando al balcón que lleva a mi cuarto.
El ave aterriza sin complicaciones, me bajo y le miro agradecida.
—Muchas gracias, me has salvado.
Le acaricio la cabeza cariñosamente y me despido con la mano. El haai alza el vuelo de nuevo y desaparece en la oscuridad.
Me dirijo al tocador, tengo que encontrar algo para calmar el dolor, pero en este solo hay maquillaje y cosas inútiles. Tras varios minutos rebuscando lo único útil que encuentro es un pequeño pañuelo bordado, así que decido hacerme un torniquete con él.
Me tumbo en la cama y cierro los ojos, el dolor ha disminuido, pero noto como si mi brazo estuviera ardiendo. Luego de un tiempo consigo dormirme, y caigo en un profundo sueño.

Una voz retumba en mi cabeza. Abro los ojos lentamente y veo la imagen borrosa de un hombre. Mi vista se aclara y logro distinguir su rostro: Amrin.
—Keress, ¿estás despierta?
Me incorporo a duras penas. Mi frente está perlada de sudor y la cabeza me da vueltas.
—¿Qué te ha pasado? —pregunta preocupado.
Le explico todo lo ocurrido desde mi partida. Al terminar de hablar, veo como su cara refleja ira y preocupación.
—¿Así que fue un dragón? Malditos renegados...
Le agarro de la mano.
—Amrin, no pasa nada, tranquilo...
—¡Podría haberte matado! —exclama furioso.
—Estoy bien, solo necesito descansar, cálmate.
Se cubre la cara con las manos, intentando tranquilizarse.
—Tienes razón, iré a buscar algo para tu brazo... ahora vengo.
Miro como se marcha preocupado. Siempre ha sido muy dulce, y no es normal que le den esos arrebatos de ira. Se ha vuelto muy sobre protector. Suspiro. ¿Cuándo mi vida se ha vuelto tan difícil?
El muchacho vuelve con unas vendas y un ungüento. Me lo aplica con delicadeza y luego me venda el brazo.
—¡Ay!—exclamo.
—Lo siento —dice.
Un incómodo silencio recorre la habitación.
—Amrin...
—¿Sí?
—¿Qué vamos a hacer?
Me mira sin entender.
—¿A qué te refieres?
—Mi padre sospecha algo y cómo descubra lo nuestro...
—No te preocupes, lo mantendremos en secreto.
—Pero podrían descubrirnos, puede incluso que ya lo hayan hecho y además...
Me callo rápidamente.
—¿Además qué?
—Además mi padre me dijo... me dijo que debía deshacerme de ti cuando él me lo ordenara...
Sus ojos se vuelven vidriosos de un momento a otro. La misma sensación de vacío que al salir de la torre recorre mi cuerpo, la culpabilidad me invade.
—¿Lo harías? —pregunta en voz baja, como si le asustara.
—¡No! Nunca podría hacerte daño, lo sabes. Moriría por ti.
Su expresión se suaviza, y poco a poco una sonrisa se forma en su rostro.
—No lo dudo.
—Podríamos... —digo entonces.
—¿Qué?
—Bueno... he pensado que podríamos irnos a un lugar donde nadie ni nada nos impida estar juntos.
El rey suspira.
—Keress... me encantaría, pero tengo que atender a mis obligaciones, proteger a mi pueblo, al fin y al cabo soy un rey, tengo mis obligaciones.
—¿Rey? Sabes perfectamente que el que realmente gobierna es Eissesh.
Me mira dolido, pero no formula palabra.
—Lo siento yo no quería... —digo rápidamente al ver su expresión — a lo que me refiero es a que...
—No pienso marcharme —me corta —, este es mi hogar y no lo abandonaré así porque sí.
—Sí, tienes razón...Perdóname, ha sido un error, no lo decía en serio.
—Sí, yo también lo siento, es que estos días he estado bastante estresado. Solo necesito estar un rato solo.
—Como quieras.
El joven rey se levanta y se dirije a la puerta, pero antes de salir le detengo.
—¿Todo bien?
—Sí.
Cierra la puerta y oigo cómo se aleja.
Sigo preocupada por Amrin, nunca lo había visto así y encima por mi culpa se ha enfadado más. Tengo miedo de volver a meter la pata, debo intentar ser más comprensiva y paciente.
Decido salir de la habitación y dar una vuelta, no me gusta estar tanto tiempo quieta. Me cubro el brazo con mi chaqueta y salgo de la habitación. Llego inconscientemente a los jardines del palacio y me siento a los pies del cerezo donde Amrin y yo solemos estar.
Pierdo la noción del tiempo y estoy perdida en mis pensamientos hasta que oigo unos pasos apresurados. Ailish aparece de imprevisto con un aspecto amenazador, lo que no me resulta extraño en ella.
—¿Ocurre algo princesa?

Lazos de traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora