X. Keress

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Solo mirarlos me causa repugnancia, ¿cómo podía haber caído tan bajo?
—Tú... —dice la princesa, reflejando un intenso odio.
No me gusta admitirlo pero... lo cierto es que en cierto modo los envidio. Tienen una vida tan simple... tan feliz. En cambio mi vida está llena de obstáculos, es demasiado complicada. A veces ni la entiendo.
No puedo evitar mostrar mi desagrado con una mueca de asco.
—¿La guerra es inminente y vosotros os liáis en el bosque? Que asco...
Ailish se pone roja de ira.
—¿¡A ti qué te importa lo que hacíamos en el bosque!?
—Eso me es indiferente, princesa—respondo encogiéndome de hombros- . Ahora volverás al reino y atenderás a tus obligaciones...
El joven se pone delante suyo con gesto protector.
—No pienso permitir que la toques— me ladra.
Sonrío con suficiencia y desenvaino mi hacha. Con pasos rápidos y eficaces corro hacia la pareja y en escasos segundos el filo de mi hacha roza el cuello de Ailish.
Al principio se sorprende, pero su expresión cambia a una más relajada y segura.
—No puedes matarme —dice con la voz ligeramente quebrada—. Él no te lo perdonaría.
—Tienes razón —digo con una media sonrisa—. Pero su vida le es indiferente —digo señalando al chico con la cabeza.
Rápidamente, Glorilithic se posa sobre el hombro del joven, que no tiene tiempo de reaccionar. Ailish ahoga un grito.
—Esta arma no es como una cualquiera. —le informo —. Glorilithic convierte todo lo que corta en piedra, incluida la carne humana. En el mejor de los casos tu novio moriría al instante. Pero... si le corto otra parte del cuerpo, una menos vital como un brazo o una pierna, su cuerpo se irá endureciendo lentamente. Hasta que solo sea una simple estatua de piedra. ¿Es eso lo que quieres? Personalmente, creo que le pega... pero es decisión tuya así que...
—Él no, por favor...
Le fulmino con la mirada.
—Ven conmigo, o morirá.
Por fin me siento menos humana. Por fin puedo pensar fríamente y decidir de forma más objetiva, sin preocuparme por el resultado.
Ailish va a replicar, pero algo la detiene y la deja con la boca abierta. El odio crece dentro de mí, poco a poco. Mis instintos me dicen que algo muy peligroso se acerca...
Oigo un grito de ira a mi espalda y me giro bruscamente, parando una estocada directa. Miro con atención a mi atacante y alzo una ceja. Tengo ante mí a una chica con poco más de quince años. Su cabello parece el sol al amanecer y sus ojos son de un vivo verde parecido al de un bosque en primavera. Pero el poder que irradia no es todo; la espada que alza es un arma legendaria. Brilla cuan polvo de estrellas, y es de una mezcla entre el azul oscuro, el negro y el morado.
Me río con crueldad.
—¿Qué piensas hacer con esa espada, niñata?
Ella no reacciona, su expresión permanece impasible.
—Alguien dijo una vez que el ignorante ataca con la boca y que el sabio se defiende con el silencio. —dice solamente.
¿Quién se cree que es, amenazándome de esa forma? Su aspecto me dice que es una adolescente normal, pero su alma... está claro que no es todo lo que veo y que tampoco veo todo lo que es. Tiene una poderosa llama interior, tan familiar... Pero es imposible, el dragón de la profecía no era una chica.
Le lanzó una estocada, mi instinto me incita a matarla, no puedo negarme.
Esta vez es ella quien sonríe, su reacción me hace apretar los puños con irritación.
—No puedes entrometerte en el territorio de otros y andar con exigencias. Conozco bien a los de tu calaña...
¿Quiere pelea? Bien, pues eso es lo que tendrá.
Relajo las manos y dejo extender mis redes mentales. Pero al intentar atacarle noto una resistente barrera mental.
—Tú... ¿Quién eres? O mejor dicho... ¿Qué eres?—pregunto ofuscada.
Su sonrisa se ensancha.
—Veo que te has dado cuenta.
Me lanza una rápida estocada que logra sorprenderme, pero consigo bloquearla con el mango de mi hacha.
Así una y otra vez. Sus movimientos son hábiles y rápidos, pero yo no me quedo atrás y me defiendo con facilidad.
—No me has respondido —siseo, después de bloquear un espadazo directo a mi cuello —¿Qué eres tú?
—Alguien dispuesto a defender a los suyos con su vida propia. La cuestión es, ¿quién eres tú?
Sus preguntas me incomodan y me hacen replantearme realmente qué estoy haciendo. «No te dejes acobardar», me recrimino con dureza. Intento atacar y tomar las riendas de la situación.
—Por lo que deduzco no eres normal, hay algo en ti...
—...que te hace odiarme—termina, leyendo mis pensamientos.
Mis ojos brillan con furia y todo mi odio enterrado sale a la superficie con un rugido, seguido de un golpe del hacha que lanza la espada legendaria de mi oponente contra un árbol cercano. Levanta las manos sorprendida, y la hoja de mi arma está a escasos milímetros de su cuello. Sus ojos brillan en la oscuridad.
—Teniendo en cuenta tu rabia, puedo deducir que no soy la única que no debería existir, shek—le da un especial aire a la última palabra. Nadie me habla con tanta suficiencia y se va sin más.
Aprieto los puños alrededor del mango, mis nudillos se ponen blancos.
—Así que también eres una híbrida... Está bien saberlo, así disfrutaré más al matarte.
Noto como Ailish da un paso hacia delante.
—¡Keress! A Amrin no le gustaría ver qué haces daño a alguien, y menos si es una persona que me importa.
—¡No te atrevas a mencionarlo, Ailish! —grito con rabia—. Hemos llegado a esto gracias a ti y a tus inmaduras acciones. Si tus amigos mueren será por tu culpa.
Me giro hacia la misteriosa chica, ignorando las quejas de Ailish. Pero antes de que pueda darle el golpe letal, con un rápido movimiento se aparta del alcance de mi hacha. Empieza a metamorfosearse y en unos segundos no queda rastro de la chica de dieciséis años. Ahora hay una enorme dragona con escamas de mil colores distintos, todos oscuros que me recuerdan al firmamento estrellado.
Al principio no se como reaccionar, pero el deseo de atacar se me hace incontrolable, y me transformo en shek, algo que cada vez me cuesta más. Enseño los colmillos amenazadoramente y suelto un siseo. La dragona se lanza hacia mí con decisión. Ascendemos a la velocidad de dos cometas, y pronto lo que hay en la superficie es casi invisible. Contemplo como su cuello adquiere un color anaranjado y me lanza una llamarada que logro esquivar por los pelos. Antes de que pueda volver a atacarme con su fuego, me lanzo con las fauces abiertas, lista para hincarle mi veneno. La dragona interpone sus garras clavándomelas en mi cuerpo serpenteante. Grito de dolor, pero no voy a dejar que unos rasguños me paren.
Me enrosco alrededor de su cuerpo cortándole la respiración. Se defiende con garras y dientes pero no logra quitarme de encima. Cuando veo que sigue resistiéndose le muerdo en un ala con todas mis fuerzas y profiere un alarido que hace temblar las copas de los árboles.
Tengo la sensación de que nuestra pelea ha llamado la atención, mas eso es lo que menos me importa. Con un ala herida no puede maniobrar bien, y vamos poco a poco perdiendo altura. Me aparto para pensar mi próximo movimiento. Entonces algo me distrae; un grito agudo proveniente del bosque al que lo acompañan ráfagas de dolorosos recuerdos.
Veo a una joven Keress gritando de ese mismo modo. Acurrucada en una esquina con lágrimas surcando sus mejillas, y su maquiavélico padre torturandola. Una y otra vez, llevando a cabo el mismo experimento; matando serpiente tras serpiente para lograr su objetivo. El rostro de la niña refleja su alma quebrada. Su piel empieza a cambiar, y le salen escamas por todo el cuerpo, y grita. Grita mientras su padre se ríe, feliz por haber logrado su cometido.
El dolor me trae de vuelta a la realidad. La dragona me ha lanzado contra un árbol en el descenso, y mil astillas se me clavan en el cuerpo. Para ganar tiempo me transformo y salto de árbol en árbol pero la chica parece verme y se transforma también. Saltamos al suelo y corro sin rumbo, con ella pisándome los talones.
Como no tengo escapatoria decido atacar. Desenvaino mi hacha y doy una pirueta en el aire, con el arma apuntando directamente a su pecho. Pero de nuevo, y como siempre, su espada legendaria está esperándome.
Durante lo que no se si son horas o minutos, somos una maraña de estocadas y envolturas. Pero nuestra danza de la muerte se acaba cuando una flecha llameante surca el cielo, clavándose directamente a unos centímetros de mis pies. Miro buscando quien ha disparado, lo que le da ventaja a mi oponente. Ahora su espada roza mi cuello desarmado.
Gruño, llena de rabia.
Ailish y Darya, la semivaru, se aproximan corriendo. La princesa porta un arco en las manos y su acompañante tiene las manos prendidas en un fuego incandescente. Maldigo por lo bajo...
—Vete, Keress—dice Ailish amenazante—. Vete y no vuelvas a molestarnos.
—No se me ha perdido nada en este bosque. Me iré, pero no creáis que saldréis impunes. Ashran pronto destruirá Awa, y cuando se entere de lo de esta...—digo señalando despectivamente con el mentón a la adolescente.
Ailish niega con firmeza.
—No le contarás nada a tu padre sobre Ayla, porque si no yo le contaré tu pequeño secreto.
—No serás capaz...—digo llena de rabia.
—Soy capaz de lo que sea para proteger a los que quiero—replica con dureza.
Levanto las manos derrotada y enfurecida. Ayla retira su arma estrellada y me deja irme. Me transformo y alzo el vuelo, de vuelta a Vanis.

Lazos de traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora