XVI. Ayla

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Alzo la vista y veo, con odio, el enorme círculo de serpientes que sobrevuelan la fortaleza. Pero eso no es lo peor, porque en el centro del círculo de sheks, las tres lunas relucen en la noche, con una extraña espiral de tinieblas que gira en torno a ellas.
A pesar de escuchar los gritos de alarma, no puedo bajar la vista del cielo. Lo que antes era hermoso ahora se había convertido en algo... aterrador.
Un escalofrío me recorre la espalda. Algo malo está a punto de pasar. Las tinieblas acechan, apagando la luz y sumiéndonos en penumbra y miedo. Me dirijo al bosque con rapidez intentando no alzar la mirada, intentando ignorar el miedo que comienza a invadirme.
Encuentro a Harel, el silfo, charlando con Erhèlyn. Ambos parecen extremadamente preocupados.—¿Qué sucede?—pregunto alarmada.
Harel y Erhèlyn se callan al instante, se miran fijamente, como titubeando.
—Podemos confiar en ella—afirma la muchacha, tras unos segundos de incómodo silencio.
El feérico acaba asintiendo, pero no parece muy confiado.
—Un espía nos ha informado de que los sheks tienen pensado destruir el escudo —murmura vacilante.
Me quedo atónita, sin poder asimilarlo.
—¿¡Qué!? ¿¡Cómo!?
—Lo desconocemos —responde la chica con amargura.
—¿Estáis seguros?
Los dos se encogen de hombros.
—Fue un semiceleste quien nos advirtió.
—Entiendo...
Entonces los ojos de Harel se abren como platos, Erhèlyn se vuelve hacia él, preocupada.
—¿Hermano...?
—El escudo... está fallando, lo noto. Las flores lelebin se mueren...
—No puede ser, las lunas... las están matando.
Pero antes de decir nada las serpientes ya han atacado.
Los rebeldes, ya listos, los reciben con arpones, ballestas y arcos. De lo alto de las murallas una lluvia de fuego embiste a los sheks.
—¡Erhèlyn, debo avisar Itan-ne! Comunícaselo a la maga—exclama el silfo.
La chica asiente y Harel se adentra en la espesura del bosque, yo me vuelvo hacia la fortaleza y corro detrás de Erhèlyn, inquieta y llena de odio. Antes de poder entrar veo, maravillada, como once grandes dragones aparecen en el cielo y comienzan a atacar a los sheks. Uno me llama especial atención, un hermoso dragón dorado de aspecto imponente, que hace que sienta un vacío en lo más profundo de mi ser.
Sin poder evitarlo me transformo y alzo el vuelo hacia ellos, no lucharían solos.
Veo a un shek dirigirse hacia mí casi al instante, lo recibo con una intensa llamarada que le desorienta por completo. Mis garras perforan su armadura de escamas y logran, finalmente, hacerle soltar un chillido de dolor. Su cuerpo inerte cae al instante.
Otra serpiente aparece de la nada, preparada para darme un abrazo mortal. Suelto un rugido intimidante y me lanzo hacia ella, deseando matarla. Me resulta más complicado hacerlo, pero cuando su cuerpo deja de moverse, vuelvo a sentirme poderosa.
Sin embargo, mi alegría dura poco, pues veo con nitidez como uno de los dragones de madera se precipita sobre el bosque, totalmente destrozado, y mi rabia no hace más que aumentar. Busco con la mirada a la serpiente más cercana, llena de odio y de necesidad.
Continuo atacando a cada shek que veo, uno de ellos logra clavar sus colmillos en una de mis patas delanteras. Afortunadamente no llega a dañarme de gravedad.
Para cuando me doy cuenta tres dragones han caído ya. Me siento extrañamente culpable, el peso de la muerte de los pilotos recae sobre mi.
Otro shek se dirige hasta mi posición pero antes de lograr tocarme un dragón de aspecto elegante lo ataca. La serpiente reacciona a tiempo y retiene al dragón entre sus colmillos. Este, medio destrozado comienza a aletear lleno de desesperación. De varias Lanzadoras se expulsan proyectiles directamente dirigidos al shek. Y, en respuesta la serpiente arroja el dragón contra ella.
Lo que ya no puede denominarse como dragón cae con gran estruendo, llevándose consigo una catapulta y varias lanzadoras.
Las primeras tropas szish aparecen de entre la espesura, las catapultas comienzan a arrojar proyectiles en su dirección y pronto un carro raheldano cae.
Los muros de la fortaleza se estremecen con brusquedad, la muralla oeste está destrozada. Los arqueros vuelven a disparar. Tropas enemigas escalan la fortaleza, tarde o temprano lograrían invadirla, era cuestión de tiempo.

Lazos de traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora