IV. Keress

71 6 0
                                    

Unas semanas después...

El palacio es enorme.
No me había dado cuenta de su tamaño hasta que Amrin se ofreció a hacerme una visita guiada unas semanas después de mi llegada. Era más grande que la torre de Drackwen, sé que eso es decir poco, ya que la torre de Drackwen no es ni mucho menos la más grande, pero era el lugar de mi infancia y siempre me había parecido imponente, hasta que llegué a Vanissar.
Estamos paseando por los pasillos, mientras él me explica la historia de sus antepasados, las batallas y las guerras que habían librado, las diferentes generaciones. El tema no me entusiasma, y realmente no lo estoy escuchando, pero aún así dejo que siga hablando.
Poco después llegamos a los jardines, casi sin que me de cuenta. Para ser tan grandes esta muy bien cuidados, los árboles y arbustos están cortados a la perfección y hay una gran fuente en el centro, decorada con esculturas de los dioses.
Amrin señala a un pequeño banco a la sombra de un cerezo.
—¿Nos sentamos?—dice mientras se dirige a él.
Nada más sentarme Amrin sonríe.
—¿Pasa algo?—pregunto.
—No, nada. ¿Puedo preguntarte algo?—dice, cambiando de tema.—He oído por ahí, que bueno... tú puedes transformarte en shek ¿es cierto?
—Sí.
—¿Y te puedes... transformar cuando quieras?
—La mayor parte de las veces puedo controlarlo, pero hay veces, cuando el miedo me domina, ocurren cosas... impredecibles—dudo al decir eso.—Me transformo involuntariamente y me vuelvo agresiva. Cuando vuelvo en mi, no recuerdo nada sobre la transformación.
Noto como el joven me mira con cierta tristeza.
—Lo siento, no sabía que eras un híbrido. Como el hijo de Ashran, ese tal Kir...
—Kirtash, sí, lo sé, pero somos diferentes. Se podría decir que él es una versión mejorada de mí.
—No comprendo ¿una versión mejorada?
—Bueno, la verdad es que...
Quiero contárselo todo, hablarle de todo lo que tuve que sufrir y vivir, pero algo dentro de mi me lo impide. «No confíes en él», dice una voz en mi interior. Noto la lucha que debaten mi corazón y mi instinto.
En ese momento veo a Mah-Kip, el consejero del rey, aproximándose a nosotros apresuradamente.
—Rey Amrin, siento interrumpir, pero he recibido un mensaje del rey Kevanion, es urgente.

Kevanion es el Rey de Dingra, bueno, realmente la que mueve los hilos es Ziessel, una de las sheks más temidas de Idhún. Pero el ingenuo de Kevanion piensa que es importante para los sheks, llegando al punto de compararse con el mismísimo Ashran.
Aren, la capital de Dingra, esta bastante lejos de Vanis, hay que cruzar todo Nandelt para llegar. Era un viaje largo, por eso resultaba alarmante que Kevanion se presentara en el castillo sin avisar.
Nada más verlo, supe que ese hombre era un idiota.
—Amrin, gracias por recibirme tan rápido.—Hace una pausa esperando una respuesta. Y en ese momento me doy cuenta de que Ziessel está en el umbral de la puerta. ¿Acaso le esta dictando lo que debe decir?
—Vayamos a algún lugar más cómodo—dice el joven rey.
—Vale, vamos.
Nos dirigimos a una hermosa sala de estar, con una gran lámpara colgada en el techo y nos sentamos alrededor de una mesa, Ziessel y Eissesh se enroscan alrededor de una alfombra.
—Bueno dejemos todas las formalidades—dice Kevanion,—he venido aquí porque...
Vuelve a pararse.
—Sí, eso, me han informado de que los renegados han avanzado con esos juguetes a los que llaman dragones. A veces me resulta patético lo tontos que son como para pensar que podrán derrotar a los sheks con unos simples juguetes de madera.
Ríe tontamente y Amrin pone los ojos en blanco.
—También me han informado de ello, descuida.
—Sí, claro, esto... ¿No crees que deberíamos hacer algo al respecto?
—¿Pretendes atacarlos cuando ni siquiera sabemos dónde están escondidos? Es una estupidez.
—Sabemos que están escondidos en el Anillo de Hielo, podríamos empezar una búsqueda y...
—No, es un plan suicida—le corta Amrin,—no pienso malgastar tropas en esa tontería, podrían atacarnos por sorpresa.
«No será que no quieres atacarlos ¿o si?» interviene Ziessel.
—¿Acaso estas insinuando que estoy traicionando a los sheks?
«¿Es que no lo sabes? Tenemos razones para sospechar que un alto cargo de la realeza está pasando información y ayudando a los renegados.»
—Y crees que soy yo, ¿cierto?
«No necesariamente tú, pero sospechamos que ese traidor está aquí, en Vanissar. Así que hemos decidido aumentar la seguridad, Eissesh.»
«Hemos deducido que Keress os vigilará aún más de cerca, además aumentará la seguridad del palacio.»
—No puedo permitir que investigueis a mi corte.
«Tú no lo decides», le corta la shek, fulminándolo con la mirada. «Kevanion, hemos de marchar ya, la guardia está esperando»
—Hum, claro—responde este incómodo.
¿Eso es todo? Tanto viaje, tanta urgencia, ¿para qué? Sospecho que esta aparición tan repentina no es solo para informarnos de la ampliación de la seguridad
«No creo que hayáis venido aquí solo por eso», le digo telepáticamente a Ziessel.
«Eres muy perspicaz, joven. Tenemos sospechas de quién es el traidor, así que me gustaría que lo vigilaras más de cerca.»
«¿Quién es?»
Oigo una risa en mi mente. «Lo sabes perfectamente Keress, ¿o es que acaso estás perdiendo facultades?»
«No, señora» respondo algo irritada.
«Si no hay nada más, nos vamos entonces.»
«Bien.»
Ziessel estaba apunto de salir por la puerta, pero se detiene en el umbral y se gira hacia mí.
«Ah, y Keress...»
«¿Si?»
«Haz que preparen una habitación para el inútil de Kevanion. Nos quedaremos aquí un tiempo. Si no, ¿por qué habríamos de hacer un viaje tan largo?»
Aprieto los puños. Genial. Una nueva niñera para mi colección. Odio que me den ordenes.
—Como deseéis.
Digo lo último en voz alta y la shek me lanza una mirada penetrante.

Lazos de traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora