XVII. Ailish

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Me dirijo a la cueva en la que Garin y yo solíamos entrenar. En su carta decía que se iba al amanecer, si me doy prisa puedo llegar. No puedo permitir que se vaya, no sin antes decirle lo que siento.
Llego a la cueva. Entro apresuradamente y me encuentro a Garin revisando una de las alas del dragón.
—Garin.
—Ailish, ¿a qué has venido?
Aparto la mirada incómoda.
—Garin yo... lo siento.
Garin deja lo que está haciendo se acerca un poco más a mi.
—Hace mucho que nadie se preocupa tanto por mí. Eres lo mejor que me ha pasado desde que tengo memoria, nunca había sido tan feliz —noto que me tiembla la voz, pero cojo aire y continúo—. He decidido que no voy a fugarme.
Me mira sorprendido, lo que hace que me sonroje.
—¿Has cambiado de opinión?
—Ahora veo que lo que me dijiste fue para protegerme, y tenías razón. No estoy preparada, fui una idiota al marcharme así. Solo te pido que me des otra oportunidad. Si no quieres volver a intentarlo lo entenderé, pero antes de irte quería que supieras que... te quiero.
Bajo la mirada para que no me vea llorar. Me alza la barbilla suavemente, obligándome a mirarle a los ojos.
—Yo también te quiero.
Me besa con infinita dulzura, como nunca antes me había besado. Le rodeó el cuello con los brazos y me apoyo en el dragón.
—¿Crees que podrás sobrevivir sin mi?
—Lo intentaré, y te estaré esperando.
—Volveré, te lo prometo.
Me acaricia suavemente el cabello, y me lo retira detrás de la oreja. Enredo mis dedos en su pelo y le vuelvo a besar, esta vez con más fervor. Noto como sonríe con sus labios pegados a los míos, y no paramos de besarnos durante unos confusos segundos. Aparto mi rostro del suyo desorientada y cojo aire.
—Creo que deberías irte.
—¿Me estás echando?
—¡Claro que no! Pero cuanto antes te vayas, antes volverás. Y yo te estaré esperando.
—¿Te he dicho ya que te quiero?—dice a la vez que me besa de nuevo.
—Garin...
—Está bien—dice él mientras se sube al dragón.
—¡Vuelve pronto!
—Lo haré.
Veo como el dragón se marcha con el sol tras de sí. Luego me subo al caballo y vuelvo al castillo, esta vez con una sonrisa.

Estoy yendo a la armería del palacio para practicar con la espada, cuando me encuentro a Amrin destrozando un muñeco de combate. Me quedo un rato mirándole en el umbral de la puerta. Está demasiado concentrado como para percatarse de mi presencia. Su espalda está perlada de sudor, parece realmente enfadado.
—¿Qué te ha hecho ese pobre muñeco?
Mi hermano se gira sobresaltado.
—Necesitaba... despejarme ¿Dónde has estado?
—He salido temprano a montar a caballo. ¿Qué te ocurre?
—No es nada.
Miro por encima de su hombro el muñeco destrozado.
—¿Seguro? Sueles ir a entrenar cuando estás molesto por algo.
—Es solo que... no se si todo esto merece la pena.
—¿A qué te refieres?
—El reino ha sucumbido bajo los sheks por mi culpa.
—Eso no es cierto.
—Se supone que soy el rey, que tenía que enfrentarme a ellos como hizo padre, pero me deje llevar y te lleve a ti conmigo. Ahora ni siquiera tengo control sobre mi reino. No sirvo para nada.
—Amrin, hiciste lo que creías mejor. Eras joven, eso era lo único que podías hacer, querías proteger al reino. Pero estás a tiempo de poder arreglarlo. Únete a la rebelión, yo te ayudaré.
Una amarga sonrisa se forma en la comisura de sus labios.
—Te lo agradezco, pero ya es tarde. Aunque pudiera unirme a los rebeldes (lo que resulta improbable), no podríamos ganar la guerra, es un suicidio. Puede que sea un cobarde, pero seamos francos, es la realidad. Mira lo que le pasó a Shia...
Frunzo en ceño.
—Si así lo crees, respeto tu opinión. ¿Te queda suficiente sentido del humor para perder un combate contra tu hermana?—le pregunto cogiendo una espada.
—Ya quisieras—responde a broma, aunque por su mirada se que una parte de él está muy lejos de aquí.
Cruzamos las armas y empezamos a pelear.
—Soy tu hermana—digo a la vez que le lanzo estocadas—, puedes decirme que te ocurre.
Ni caso, él sigue en silencio, esquivando los golpes sin ganas.
—¿No estarás así por... una chica verdad? —aventuro.
Al oír esto se despista, momento que aprovecho para desarmarle con la espada.
Suelta una exclamación de sorpresa.
—Yo... mira Ailish, no voy a mentirte: estás en lo cierto.
—Oh—su respuesta me sorprende. Nunca me había imaginado a un Amrin enamorado.— ¿Qué ha pasado?
Se sonroja.
—Ella... bueno, es la persona más maravillosa que he conocido, es fuerte, valiente y lista. Pero siempre siento la necesidad de protegerla, aunque en el fondo sé que ella es quien me está protegiendo a mi. Casi nunca creo estar a su altura, siento que para ella soy un simple humano, una pequeña en insignificante parte de su vida. En ocasiones pienso que yo realmente no le gusto, y eso me da miedo. Odio temer a algo que amo más que nada.
Su confesión me deja sin palabras. No pensé que Amrin pudiera tener sentimientos tan profundos hacia alguien, y menos si es quien yo sospecho.
—¿Has intentado explicarle todo esto?
—Temo su reacción...
—Entiendo, pero si de verdad es tan lista como tú dices, debería escucharte. Y si te ama tanto como tú a ella, estoy segura de que lo comprenderá.
—Gracias Ailish, se ve que entiendes de chicas. De no ser por ti, probablemente habría metido la pata. Meditaré lo que me has dicho.
—No es nada. Además, me alegro de que por fin haya alguien en tu vida.
—Yo también —responde él.
Estamos un rato más luchando hasta que consigo desarmarlo de nuevo.
—Me rindo —dice levantando las manos —. Me sorprende lo que has mejorado.
—Tantos años encerrada han tenido que servir para algo, ¿no?
Amrin se pone la camisa de nuevo.
—Bueno, voy a cambiarme, ha sido una buena pelea.

Caminando por los jardines vislumbro a alguien que no esperaba encontrar. Sentada bajo el cerezo que mi padre, el Rey Brun, y mi madre, la Reina Gailin, se besaron por primera vez. ¿Qué hace Keress en un lugar tan íntimo?
Me acerco apresuradamente hacia ella. Me mira sorprendida e indiferente. Aprieto los puños; odio su aire de suficiencia. «En vaya lío te has metido, Amrin.»
—¿Ocurre algo, princesa?
—De hecho, sí. Me he enterado de lo tuyo con mi hermano.
—¡¿Qué... qué?!
Su cara de asombro me produce cierta satisfacción.
—¿Pensabas que no me enteraría? Amrin está coladito por ti, se nota en la forma que te mira.
Noto como se sonroja ligeramente.
—Ailish, yo...
—Escucha, sé cuánto te aprecia, y si le haces feliz estaré dispuesta a una tregua. Pero como le rompas el corazón ... juro que te mataré.
—Bien, pero hazme un favor: mantenlo en secreto. Podríamos meternos en un lío si...
—Está bien, pero no lo haré por ti, sino por mi hermano.
—Vale.
Entonces oímos unos pasos que se acercan hacia aquí. Amrin se aproxima cabizbajo hacia el cerezo. Me giro hacia Keress.
—Recuerda lo que te he dicho—le digo bruscamente.
Me alejo del lugar para darles privacidad, pero no puedo evitar quedarme tras unos rosales ha escuchar.
—Keress—dice Amrin mientras le acaricia el rostro.
La shek no puede evitar abrazarlo.
—Amrin lo siento mucho...
—No, es culpa mía, no debería ser tan sobre protector.
—Ni yo tan impulsiva y temeraria. Lo que pasa es que... no estoy acostumbrada a que alguien se preocupe por mi.
Le pasa un mechón por detrás de la oreja con cariño, y la joven apoya su mejilla contra la mano de Amrin. Al verlos, mi odio hacia Keress disminuye y no puedo evitar pensar en lo tiernos que son. Al ver lo que sienten el uno por el otro me viene a la mente Garin, y no puedo evitar echarlo de menos.
—Te quiero, Keress, y nada cambiará eso.
Ella le besa y se quedan un rato abrazados. Me voy sigilosamente hacia el castillo, dándoles intimidad.

Lazos de traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora