TREINTA

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Puedo sentir como su dureza se contrae, entonces sus embestidas son más fuertes y cuando las vuelve profundas gimo su nombre, entonces es todo lo que necesitamos para terminar.

Juntos caemos en un espiral de explosiones orgásmicas, de respiraciones entrecortadas y de caricias suaves que me ponen muy sensible.

Benjamin me sonríe sin dejar de mirarme a la cara y me derrito por completo. Es tan guapo y amo como su mirada se ilumina cuando me sonríe.

Sin detenerme acerco mis labios hasta tomar los suyos y los uno en un beso delicado y lleno de suspiros. Él me corresponde a mi caricia igual de suave, igual de amoroso.

Cuando se separa de mis labios, también sale de mi cuerpo y se deshace del condón y lo coloca sobre la mesita de noche.

Yo hago una mueca de asco.

— ¿Qué? —me pregunta divertido, yo señalo con mi cabeza el preservativo.

Benjamin vuelve a reír y esta vez más ruidoso.

—Cuando estaba dentro de ti no tenías asco —dice y yo golpeo su hombro— ¿O me equivoco? —pregunta en tono burlesco—Oh, sí, así me gusta, muévete más rápido Benjamin. Si, así, que rico se siente —dice haciendo una mala imitación de mi voz.

Yo siento como se calienta mi cuello y sube hasta mi rostro. Pero a pesar de eso también me divierte un poco lo confiado que luce acerca de nuestros encuentros íntimos.

—Engreído de mierda —le digo entre una risita avergonzada, acto seguido le enseño mi dedo medio—Eres tan odioso.

Suelta una carcajada.

—Y tu tan encantadora —dice y tira de mí para colocarme sobre su pecho.

Y entonces nos quedamos así, uno junto al otro, acariciando nuestras pieles desnudas y sumidos en un silencio cómodo.

Podría fácilmente acostumbrarme a esto, a lo que estoy sintiendo. Estoy enamorada de Benjamin y amo cada momento que paso a su lado, disfruto del sexo con él y la manera en que explora mi cuerpo para luego quedarnos juntos en la cama hablando de cosas triviales.

Me gusta cómo se preocupa por mí, cada mañana se levanta a preparar mi desayuno para que pueda irme a la universidad, y cuando puede me sirve de chofer en las noches que salgo tarde de la agencia.

— ¿En qué piensas? —inquiere bajo, acariciando suavemente mi cabello.

—En ti y en lo mucho que me gustas —le respondo y acaricio su pecho.

Benjamin toma una de mis manos con la suya y se la lleva hasta sus labios para besarla.

— ¿Ya te he dicho lo dulce que eres?

—Un par de veces —le respondo sonriendo.

—Qué bueno —dice y se mueve de tal manera que nuestros rostros quedan muy cerca—Eres la mujer más dulce que he conocido, y sabes que me tienes jodidamente enamorado de ti.

Se me emociona el alma ante sus palabras, entonces llevo mis manos hasta sus mejillas y acorto el espacio que nos separa.

Al principio sólo es un roce suave, algo tan delicado que me desborda los sentidos. Un gemido entrecortado surge de sus labios y hace que cambie el ritmo de nuestro beso. El movimiento de sus labios se vuelve frenético y demandante sobre los míos y su lengua se abre paso en mi boca y se toca con la mía, sin perder el tiempo giro mi cabeza a un lado para que podamos profundizar el beso un poco más.

La firmeza con la que me besa hace que me exploten los sentidos, me derrito en su boca y en la manera en cómo me sostiene junto a su cuerpo y la seguridad que me hace sentir.

POR CULPA DE JUANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora