OCHO

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Benjamin.

—Es todo por hoy —anuncia James, el fotógrafo con el que estamos trabajando.

Me muevo un poco de un lado a otro de manera antinatural para disminuir la tensión de mi cuerpo, estar en la misma posición por varios minutos hasta que salga la foto perfecta muchas veces suele ser agotador, recuerdo que esto era más fácil hace diez años atrás.

El equipo de iluminación se apaga y los flases desaparecen anunciando que otro día de trabajo ha terminado, uno de los últimos para la marca que estoy trabajando.

Me dirijo hasta el pequeño camerino que se me fue asignado para cambiarme de ropa y poder irme a casa.

Antes todo era diferente, una vez que terminaba de grabar o de hacer fotografías tenía un montón de asistentes queriendo hacer todo por mí.

Tengo que aceptar que en algún momento cuando estuve en la cima de la fama perdí el piso y me sentía como lo más grande de este planeta, mi vida estuvo rodeada de excesos, fiestas, lujos y viajes e incluso llegué a utilizar drogas una vez que otra, y a pesar de todo lo que tuve nunca me sentí completamente bien conmigo, jamás me había sentido completamente bien hasta que...

Muevo la cabeza en una negativa porque sé que eso es imposible, alejo al último rincón de mis pensamientos la imagen que no abandona mi cabeza desde hace días.

Mientras me cambio pienso en que Margareth, mi antigua mánager —que me robó— me hizo un favor, ya que de algún modo me salvó de ese círculo vicioso que se estaba formando en mi vida, de alguna manera al no tener nada una vez más me hizo poner los pies sobre la tierra y moverme hacia antiguas personas correctas como Castiel, mi viejo amigo, el cual se había alejado por la actitud de mierda que estaba llevando, pero sobre todo y lo más importante me llevó a replantear algunos aspectos que quiero para mi vida.

Cuando ya estoy listo tomo mi celular para guardarlo en uno de los bolsillos de mi pantalón y me coloco el tirante de mi maleta sobre el pecho para avanzar hasta la salida mientras me despido de las personas del estudio antes de abandonar el lugar.

Subo en el ascensor y oprimo el botón para cerrar las puertas, pero antes de que lo hagan completamente una mano se introduce haciendo que se detengan para luego abrirse.

—Justo a tiempo —anuncia Leopoldo, uno de los modelos con cuales estoy trabajando—Pensé que no iba alcanzarlo.

Le regalo una media sonrisa de boca cerrada al mismo tiempo que él se peina con los dedos su cabello negro.

—Que buenas fotos las hoy —puntualiza y yo miro en su dirección y detecto algo en su mirada sugerente—En especial esas donde estás sin camisa.

Me es casi imposible evitar rodar los ojos.

El chico que tengo a mi lado es bastante guapo con su cuerpo de atleta y ojos azules, se de antemano que le gusto, me he dado cuenta en la manera sugerente que me mira y siempre está tratando de hacerme conversación en los descanso de las fotos.

—Muchas gracias —le digo algo incomodo—También creo que mis fotos son las mejores —añado de manera arrogante.

Una pequeña carcajada retumba de los labios del joven modelo al que no le calculo más de veinte años.

«Así que le gustan mayores» susurra la vocecilla burlona de mi cabeza.

—Entonces eso de que eres un presuntuoso de mierda, es cierto —cuestiona y alzo una ceja en su dirección—No me lo tomes a mal, pero me gusta que seas así.

—No tenía idea de las cosas que dicen de mí —miento, siempre he sido consciente que en el mundo del modelaje han tenido los peores conceptos de mí, yo mismo me encargué de que así sea.

POR CULPA DE JUANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora