DIECISÉIS

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Trago duro e intento tranquilizar mi respiración porque a pesar que no debería sentirme nerviosa, lo hago.

Y esta vez no tiene nada que ver la presencia de Benjamin.

Técnicamente no hay nada de malo en venir a este lugar, pero aun así la sensación de pesadez que se ha instalado en mi estomago no me abandona.

La cabeza me da vueltas tratando de entender como una persona de la clase social de Wanda conoce este lugar. Ella siempre se ha encargado de divulgar que pertenece a una familia adinerada y que sus padres son mejores amigos de los señores Bloom.

El sesenta y nueve —el cabaret— lo único que tiene de escandaloso es el nombre, después de eso resulta ser un lugar bastante rescatable, no es para nada vulgar pero tampoco está entre lo más chic de Londres. Y a pesar de eso nunca me sentí cómoda el par de veces que vine con Alicia, tengo la sensación que en este cabaret suceden más cosas que solo mujeres sacándose la ropa y las malas vibras que produce el estúpido jefe.

Es una suerte que Alicia ya no trabajé aquí.

Nos ubican en los sillones de cuero negro de la zona vip, desde aquí tendremos buena vista de las bailarinas, ya que el escenario está conectado con una pasarela que nos rodea.

Al parecer Wanda tiene buenos contactos en el lugar, ya que pudo reservar el área más exclusiva, como publicista no me sorprende, pero me sigue pareciendo extraño.

El cabaret está en su cupo máximo a diferencia de otros días, donde la concurrencia de personas es menor y todos los presentes parecen querer llevar un perfil bajo.

Earnerd it de The Weeknd retumba en mis oídos dándole un toque sensual al lugar.

Bebo de mi Martini de fresas para aminorar la tensión que se ha acumulado en mi cuerpo, mi rubia amiga ya no trabaja aquí por ende ya no tengo que preocuparme de que los trabajadores de la Agencia sepan de su pasado.

Darek se encuentra a mi derecha y está concentrado en su teléfono al parecer escribiendo mensajes de textos al mismo tiempo que escucho a Luigi quejarse en el lado opuesto.

—La perra de Wanda tiene pésimo gusto —dice y yo ruedo los ojos, es la quinta vez que Luigi dice lo mismo—Nos ha traído a un tugurio de mala muerte.

—Acéptalo, no está tan mal —le insisto una vez más sonriendo—Además, ya escuchaste lo que dijo, estamos aquí porque es un lugar discreto.

Aún recuerdo todo lo que Benjamin hizo para despistar a los paparazzi y poder llegar hasta este lugar, no quiero ni pensar que tuvieron que hacer los otros modelos.

Luigi por su parte arruga el entrecejo y sonríe meneando la cabeza.

—Pudo buscar algo mejor —responde y bebe de su copa—Uno donde también hubiera stripper hombres. No me malentiendas, no tengo nada en contra de esas curvilíneas —señala una mesera en poca ropa—, pero ver mujeres desnudas no es lo mío.

—Aquí no se desnudan completamente —le digo y rápidamente me arrepiento ya que él me mira atento.

— ¿Y tú como sabes eso? —inquiere, confundido y curioso.

Me recuerdo mentalmente que debo dejar de ser tan impulsiva y pensar muy bien en mis palabras antes de hablar.

Mi mente viaja rápidamente en busca de una respuesta creíble y por mi boca solo salen balbuceos incoherentes, entonces sucede algo que me distrae.

Siento una mirada penetrante sobre mí y la mía se dirige en busca de ella pensando que se trata de Benjamin.

Pero no.

POR CULPA DE JUANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora