ONCE

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Su mirada curiosa recorre cada extensión de mi ser, me mira de pies a cabeza como tratando de memorizar cada detalle de mi cuerpo y eso me hace sentir poderosa.

Sé que no soy la chica más sexy del planeta, de hecho, no creo entrar entre los estándares de sexy, soy consciente de la delgadez de mi cuerpo, pero sobre todo de sus carencias y aun así, Benjamin me mira como lo más asombroso que nunca antes ha tenido delante de él.

Mi cuerpo entero tiembla cuando sus ojos marrones —esos que están oscurecidos de puro deseo— se clavan en mis senos desnudos haciendo que su respiración se vuelva más frenética, puedo notarlo en el movimiento acompasado de su pecho.

No me muevo, no puedo hacerlo, no hago otra cosa que asimilar cada sensación que experimenta mi cuerpo y eso que Benjamin no me ha puesto ni un solo dedo encima.

Quiero que me toque, deseo tanto que la suavidad de sus manos me recorra entera, ansío poder acortar el espacio que nos separa y fundirme en él.

No sé cuánto tiempo transcurre antes de que me mire directamente a los ojos, pero cuando lo hace, trago duro, de repente me siento avergonzada por mis bragas de abuelita, pero todo pensamiento se difumina cuando él hace algo que me confunde.

Lentamente levanta una mano en mi dirección y con sus dedos empieza a trazar caricias desde mi frente para luego seguir por mi nariz y detenerse en mi labio inferior y acariciarlo con su pulgar.

— ¿Qué te hace diferente? —Pregunta y se siente como si lo hubiese preguntado para el mismo.

Un suspiro entrecortado en modo de contestación sale de mis labios, no me atrevo a decir nada.

Su tacto sigue, desciende por mi cuello pasa por mis clavículas y entonces ambas manos se dirigen hacia mis senos, empieza tocándolos suavemente como tanteando su peso y eso solo hace que tire mi cabeza hacia atrás disfrutando de su toque, él parece no tener suficiente porque acto seguido vuelca toda su atención en mis pequeños pezones haciendo movimientos circulares con sus dedos que me llevan al borde de la locura.

Una corriente de pura excitación se apodera de mi cuerpo, el corazón me ruge fuerte contra mis costillas y la respiración se me acorta cuando mis pezones se endurecen respondiendo ante la caricia.

El pulso se me acelera, los gemidos se me escapan y las piernas se me debilitan mientras que él me sigue tocando. Una conocida humedad se siente en mis bragas y no reprimo el impulso de cerrar mis piernas para aminorar el delicioso dolorcito que se ha instalado en mi centro.

Entonces un gruñido se le escapa de los labios de Benjamin y desciende sus manos hasta mi cintura y tira de mí haciendo que mi pecho se impacte con suavidad contra el suyo, su cambio brusco me toma por sorpresa y ni siquiera me detengo a procesarlo ya que rápidamente me besa.

Sus dedos de los pies se tocan con los míos, su cadera deseosa esta junto a la mía y nuestros pechos vibran de emoción.

No dejo de besarlo, él no deja de hacerlo, somos un montón de gemidos entrecortados, un cúmulo de balbuceos incoherentes que mueren con cada mordida, con cada una de nuestras caricias.

Sin perder el tiempo mis manos viajan por su espalda desnuda, las suyas tantean las extensiones de mi cuerpo que están a su alcance y cuando llegan hasta mi trasero lo apretujan haciendo que me pegue más contra él y puedo sentir su gloriosa erección, todo este tiempo fui consciente que debajo de ese pantalón de tela fina no llevaba ropa interior y ahora lo confirmo, de lo contrario no podría estar en todo su esplendor.

Una y mil emociones son experimentadas por mi cuerpo en el momento que sus besos descienden hasta mi barbilla abriéndose paso por mi cuello para atacarlo con pequeñas mordidas mientras que nos hace recorrer unos pasos y mi espalda choca contra la pared.

POR CULPA DE JUANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora