25. Bye bye

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Hemos aparcado ya en el barrio y aun montados en el coche de alquiler propongo a Addriano subir a mi casa.

Después de explicarle y asegurarle que Pablo no vendrá a dormir a casa, accede y comenzamos nuestra operación "Subir a mi casa sin ser vistos".

Desde que salimos del coche hasta que cerramos la puerta de mi casa, vamos mirando a todos los lados obsesionados para que no nos vea nadie. Parece que estamos cometiendo un delito.

–  Madre mía, qué tensión, jijiji. –  digo cerrando la puerta de mi casa con alivio.

Aunque sé que Pablo no vendrá dejo la llave por dentro. A una mala, muy mala, tendría tiempo para reaccionar antes de ir a abrirle la puerta.

Como venimos con la adrenalina de subida y de pasarlo muy bien en la cena, nos besamos en la entrada de mi casa y nos dejamos llevar. Y acabamos haciéndolo salvajemente en el sofá del salón.

–  Wow, creo que nunca me cansaría de esto. –  digo recuperando el aliento, aún con él dentro de mí.

–  Yo tampoco. –  dice sonriéndome y agarrando mi cara para besarme.

Después de deshacerse del preservativo Addriano vuelve al sofá y se tumba a mi lado. Se nos hace un poco difícil entrar los dos porque él es muy grande y yo me quedo de lado y prácticamente en el aire. Pero apoyo mi cabeza en su pecho y paso mi pierna por encima de las suyas para asegurarme y no caer.  Él acaricia mi pelo y me da cortos besos de vez en cuando mientras yo jugueteo con mis dedos en su recortado bello varonil. Estamos los dos callados, desnudos, uno al lado del otro, pero con confianza y en paz. No es un silencio incómodo, es un silencio en el que nos decimos muchas cosas sin intercambiar palabra. Las caricias de uno hacia el otro dicen lo especial que está siendo esto para ambos, pero nuestras palabras silenciosas también transmiten que esto está cerca de llegar a su fin y que vamos a extrañar muchos momentos como este.

El móvil de Addriano comienza a vibrar sobre la mesa del salón. Yo no le pregunto quién es, porque ya lo sé.

Aunque él no me lo pide yo me incorporo para dejarle levantarse y que lo coja.

–  Voy a cogerlo. Tengo cinco llamadas perdidas de Ainhoa.

–  Ok, yo me voy a poner cómoda a mi habitación y así te dejo intimidad.

Por el pasillo escucho como descuelga. El tono al principio es seco, pero después se va suavizando y la conversación parece calmarse. No sé qué hablan, pero la verdad es que prefiero no saberlo. Me da igual, me he propuesto disfrutar el momento y lo demás me da igual.

Cuando ya deja de hablar me acerco a la cocina y me enciendo un cigarro. Él que estaba hablando en el salón, viene a mi lado cuando me escucha dar la luz de la cocina.

Me quita el cigarro de la boca, para no variar, y yo me enciendo otro. Le sonrío, pero no le pregunto qué ha hablado con ella y a él eso le debe de parecer extraño.

– ¿No me vas a preguntar nada?

–  Si tú me lo quieres contar, pues te escucho.

– ¿Y si no?

–  Pues si no me lo quieres contar, no me lo cuentes. –  digo encogiendo mi hombro y mirando hacia fuera.

–  Yo te lo quiero contar.

–  Pues entonces soy toda oídos. –  me giro sonriendo hacia él.

–  Estaba llorando.

– ¿Ainhoa llorando? –  pregunto sorprendida.

–  Dice que siente mucho haberse portado tan desagradable conmigo. Me ha dicho que su madre nos ha visto esta tarde. ¿Y me ha preguntado que qué hacía contigo? –  alza sus cejas esperando que yo hable.

Conociendo a mi cuñado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora